El 13 de junio se cumple un mes de una de las noticias más tristes del ámbito del corazón: la muerte de Álex Lequio, con apenas 27 años, tras luchar durante dos años contra el cáncer. Desde su fallecimiento, a Ana Obregón y Alessandro Lequio les ha tocado enfrentarse al peor momento de sus vidas. Porque no hay tarea más dura que afrontar de nuevo la normalidad tras el fallecimiento de un hijo.

Los 30 días más difíciles en la vida de Ana y Alessandro

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Estos 30 días han sido los dolorosos en la biografía de sus padres. A ambos les ha tocado volver poco a poco a sus vidas, y no ha sido en absoluto fácil encarar nuevamente la realidad. Los padres de Álex abandonaban Barcelona, donde éste perdía la vida, un día después de su pérdida. A su regreso a Madrid, Ana se dirigía a su domicilio, en la lujosa urbanización madrileña de La Moraleja. A su residencia se trasladaban también sus hermanas, Celia y Amalia, que no se han separado de ella ni un momento en todo este tiempo. Alessandro, por su parte, volvía a la casa que comparte con su mujer, María Palacios, y con la hija que tienen en común, Ginevra.

Un doloroso 'via crucis' tras la muerte de Aless

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Al italiano lo esperaban su pareja y su niña con los brazos abiertos. Las dos mujeres de su vida han sido el pilar en el que se ha apoyado en estas últimas cuatro semanas. El panorama para Ana ha sido bien distinto: una casa sola, y con el enorme vacío dejado por Aless, es lo que encontraba en su terrible retorno a su vida sin su hijo. Atrás quedan la preocupación y la angustia de los tres últimos meses, en los que el joven permaneció ingresado en una clínica de la ciudad condal. Atrás quedaban también los dos años de lucha contra el cáncer que con tanto optimismo madre e hijo asumían desde el primer momento. Porque desde que al empresario le diagnosticaron la enfermedad, ambos se unieron más que nunca. Eran una piña. Uña y carne. Y el amor entre ellos, incondicional. Ana se ha quedado sin su razón de ser, sin el motor de su vida. Por ello, cada uno de estos 30 días han sido un verdadero 'via crucis' emocional en el que, muy poco a poco y con la ayuda de su familia, hace un duelo que ni en sus peores pesadillas imaginó tener que vivir.