Aunque no fue algo habitual, hubo momentos en el que la monarca británica no puedo evitar emocionarse y mostrar toda su humanidad.
El 8 de septiembre de 2022 moría la reina Isabel II de Inglaterra en el castillo de Balmoral (Escocia), a causa de su frágil estado de salud como consecuencia de su avanzada edad. La monarca más longeva de Reino Unido se iba de este mundo a sus 96 años y tras haber ocupado el trono durante siete décadas. Fue una soberna a la vieja usanza, poco dada a mostrar sus emociones en público. Se la tachó de "dura" e "insensible" en varias ocasiones, especialmente cuando sus súbditos esperaban de ella alguna muestra de cercanía. Como cuando falleció Diana de Gales. Ningún medio fue capaz de registrar un gesto de cariño con sus nietos, Guillermo y Harry, que acaban de perder a su madre. El aluvión de críticas por aquel entonces fue ensordecedor. Pero Isabel II sí se permitió algún momento de "debilidad", aunque ni fueron muchos ni especialmente evidentes.
El lado más humano de la reina Isabel II
No hay registro del momento, pero, según los presentes, la primera vez que se pudo ver a la reina Isabel II derramar un par de lágrimas fue durante su visita al pueblo minero de Aberfan, al sur de Gales. Corría el año 1966 y la monarca, junto a su marido, el príncipe Felipe, se desplazó al lugar para mostrar sus respectos a las familias de los 144 fallecidos por un corrimiento de tierras. 116 de ellos eran niños. Visiblemente seria, no pudo contener la emoción cuando una niña se acercó a ella y le entregó un ramo de flores con un mensaje que decía "De parte de los niños que quedan en Aberfan".
La segunda vez fue en 1996, durante la retirada de servicio del yate HMY Britannia. Se trataba del buque insignia de la monarquía británica y transporte marítimo oficial de la reina. De hecho, poco después de su coronación tras el repentino fallecimiento de su padre, una jovencísima monarca se embarcó en su primer viaje oficial por varios países de la Commonwealth a bordo del Britannia. Tras 43 años de servicio, Isabel II asistió a la ceremonia de desmantelamiento del yate que ella misma había botado en 1953. En un momento del evento, celebrado en Portsmouth, se tuvo que retirar las gafas de ver para secarse las lágrimas.
Debilidad especial por los héroes de guerra británicos
Quizá uno de los momentos más emotivos para la reina Isabel II fue la inauguración del Campo del Recuerdo en la Abadía de Westminster en 2003. Una cita ineludible para la monarquía británica en el que se rinde homenaje a los héroes de guerra caídos y que, anualmente, presidía la reina madre antes de su fallecimiento en 2002 a los 101 años. Su hija no pudo ocultar su aflicción cuando le tocó ocupar el sitio de su progenitora.
'Lilibeth', como la llamaban sus más allegados, siempre ha mostrado su gran debilidad por los soldados caídos. De hecho, han sido varias las ocasiones en las que se ha venido abajo durante actos de conmemoración. Durante la ceremonia por el 90 aniversario de la campaña de Galipoli, ocurrida durante la Primera Guerra Mundial, se limpió una lágrima durante el minuto de silencio. Ocurrió en 2005. Nueve años más tarde, en 2016, volvió a repetir del gesto cuando asistió al memorial en Stafforsdshire por la muerte de 32 soldados del regimiento del Duque de Lancaster durante la guerra de Afganistán.
También se la vio especialmente afectada en el 'Remembrance Day' de 2019. Un acto de tremenda solemnidad que se celebra cada año en Londres para rendir tributo a los soldados muertos durante la Segunda Guerra Mundial. Isabel II dejó caer más de una lágrima mientras veía a su hijo Carlos, ahora Carlos III de Inglaterra, instalar una corona de flores delante del memorial.
En 2021, Felipe de Edimburgo fallecía en la residencia familiar de Windsor a la edad de 99 años. Una noticia que sumió al Reino Unido en una profunda tristeza. También a la soberana, que tuvo que despedirse de su compañero de vida durante 73 años. La tristeza de Isabel II fue más que evidente durante todo el funeral, celebrado en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor. Cabizbaja, sí, pero ni rastro de lágrimas. Un sobrio adiós por parte de la monarca que tuvo que encarar en la más absoluta soledad por las medidas Covid que todavía impedían las reuniones en grupo en Reino Unido.