Aquel 2 de junio de 1953, el mundo vio cómo coronaban a una nueva reina de Inglaterra. Isabel II tenía 27 años, ya estaba casada con Felipe de Edimburgo y tenía a sus dos hijos mayores, Carlos y Ana. Su padre, el rey Jorge VI, había muerto en febrero de 1952 y todavía le lloraba, pero sabía que tenía que cumplir con su deber en un mundo de hombres. La Coronación de Isabel II fue el gran evento del siglo XX y, de alguna manera, fue la última de una época en la que los soberanos eran más divinos que humanos.
Cuando la madre de Carlos III subió al trono, lo hizo mostrando todo el poderío de una ceremonia que cuenta con casi mil años de historia. Solo algo la distinguió de sus predecesores: su Coronación fue la primera retransmitida por televisión y en color a todo el mundo.
La soberana con la corona Imperial de Estado durante el desfile
Y de eso tuvo la ‘culpa’ su propio marido, el duque de Edimburgo, consciente del poder mediático que tendría, lo que convirtió a su esposa en un icono. El príncipe Carlos, entonces con 4 años, fue el primer niño de la realeza británica en asistir a la Coronación de un monarca, viendo, entre atónito y aburrido, cómo su madre se sometía a los diferentes rituales de origen medieval junto a su abuela, la Reina Madre, y su tía, la princesa Margarita.
Un trébol bajo la falda
Isabel II lució un vestido blanco de Norman Hartnell, autor también de su vestido de boda, confeccionado en seda con los emblemas florales del Imperio británico bordados en hilo de plata y oro, perlas y cristales. Además ‘escondió’ en la parte izquierda de la falda un trébol de cuatro hojas bordado, como símbolo de la buena suerte, para que lo tocara cuando posara su mano. Los zapatos dorados, con una flor de lis en el empeine y tacones cubiertos de rubíes, se los hizo Roger Vivier. Isabel tuvo seis damas de honor.
Más de 27 millones de espectadores fueron testigos del magnífico evento. Isabel II invitó a 8.200 personas en Westminster (su hijo a unas 2.000) y tras ser coronada, realizó el tradicional desfile en la Carroza Dorada de Estado por las calles de Londres. El recorrido tenía 8 kilómetros de largo frente a los 2,2 kilómetros del de su hijo. Pero así como Camilla ha sido coronada junto a Carlos III y considerada reina consorte, el duque de Edimburgo se conformó con ser un príncipe sin corona. Sin duda eran otros tiempos.