Puede que uno de los conceptos más universales —y ambiguos— que existen sea el de la felicidad. Ese estado en el que nos liberamos de toda preocupación y nos imaginamos con una sonrisa perenne en el rostro. Sin embargo, a lo largo de los siglos han sido muchos los filósofos, psicólogos, científicos o virtuosos, los que se han dedicado a estudiarla para entender mejor qué es lo que se esconde detrás de esta quimera. De entre todas las conclusiones que se ha extraído, hay dos en la que coinciden la mayoría: que la felicidad ni es la misma para todos, ni es un continuo, si no la suma de nuestras acciones a lo largo de la vida. 

Mientras que para Aristóteles “la verdadera felicidad consiste en hacer el bien”, para Einstein “una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica”. Uno de nuestros más brillantes expertos en bienestar emocional, el doctor Mario Alonso Puig, hace una interesante reflexión en la que nos invita a cuestionarnos si la felicidad se encuentra en lo que nos hace sentir bien por un momento, en aquellos placeres que vienen de fuera; o radica en nuestro fuero interno. “Para mí, la diferencia es esta: el bienestar subjetivo es individual, pero la felicidad es compartida. Es el gozo del corazón, el que surge cuando nos conectamos con nosotros mismos y con los demás desde un lugar de gratitud, de amor y de propósito”. 

Caminata de agradecimiento

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Rebeca Cáceres es directora de Tribeca Psicólogos y profesora de la Universidad Internacional de Valencia, y para ella la clave radica en cambiar el foco de atención y la gratitud es una herramienta fácil y al alcance de cualquiera, que nos puede ayudar a conseguirlo. “Desde un enfoque psicológico, este cambio activa circuitos cerebrales vinculados al bienestar y la satisfacción. Estudios demuestran que la gratitud puede reducir los niveles de estrés y ansiedad, favoreciendo un estado emocional más equilibrado”. 

No obstante, en sociedades como la nuestra, parece que hayamos perdido la capacidad para valorar lo que nos rodea. Nos es imposible detenernos a observar y cambiar esa mirada interna. En este sentido, el ejercicio físico se convierte en un aliado, especialmente hacer caminatas relajantes en las que vayamos reconectando con nosotros mismos, una de las maneras que, según investigadores de la Universidad de Harvard, podemos incrementar nuestro bienestar.

La caminata de la gratitud

El profesor Arthur Brooks, reconocido por sus estudios acerca de la felicidad, recomienda unir dos prácticas sencillas y poderosas para multiplicar nuestra calidad de vida: caminar y agradecer. Nos invita a hacer un ejercicio sencillo, aunque nos insta a ser constantes y rigurosos. Él mismo habla de cómo ha cambiado su forma de ver el mundo desde que hace caminatas diarias en las que centra su atención en agradecer por todo aquello que tiene, sus logros y cada aspecto positivo que le rodea. 

Reconoce que la gratitud es una emoción modificable, es decir, algo que podemos entrenar de la misma forma que lo hacemos con nuestros músculos. Al principio, puede que nos salga forzado, pero con la práctica, se convierte en un hábito fácil, ameno y con cantidad de beneficios. 

Cáceres arguye que cuando entramos en contacto con la gratitud, es más sencillo establecer metas y tomar decisiones desde una sensación de plenitud, no así desde la carencia o la ansiedad por lo que no se tiene. “La gratitud transforma nuestra percepción del día a día al enseñarnos a valorar aspectos que solemos dar por sentados, como despertarnos cada mañana o gozar de salud. Si reflexionamos, tanto el amanecer como la salud son acontecimientos increíbles que merecen ser reconocidos. A partir de este estado de agradecimiento por lo esencial, todo lo demás toma un sentido diferente”.

Caminata de la felicidad

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Camina, tu cuerpo te lo agradecerá

Si decidimos practicar la caminata de la gratitud, además de sumar los beneficios ya mencionados, debemos añadir lo mucho que puede hacer por nuestra salud un buen paseo diario. Mejora la capacidad pulmonar, reduce el riesgo de desarrollar problemas cardiovasculares o enfermedades cardíacas, fortalece articulaciones, huesos y músculos, favorece la quema de grasa, ayuda a tener mejores digestiones. Un estudio publicado en la revista ‘Diabetes Care’, llevado a cabo por la doctora Loretta DiPietro, concluye que realizar caminatas moderadas de 15 minutos después de las comidas, mejoran significativamente el control glucémico durante 24 horas en personas con riesgo de intolerancia a la glucosa. 

Por su parte, Sara Teller, física y doctora en neurociencia, en su libro ‘Neurocuídate’, habla en profundidad de lo bien que le sienta a nuestro cuerpo, y especialmente al cerebro, el ejercicio físico. Uno de los datos que destaca, es la liberación de neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo. “Se liberan endorfinas que, aparte de aportarnos sensación de bienestar y placer, también tienen un poder analgésico”.

Otra de las sustancias que segregamos al movernos es la serotonina, la conocida como hormona de la felicidad, ya que ayuda a estabilizar nuestro humor y aporta serenidad. “También está relacionada con el ciclo vigilia-sueño e induce la producción de melatonina”, explica la doctora. 

Sorprende que algo tan sencillo y que no requiere de ninguna inversión, ni material específico, pueda hacer tanto por nuestra salud física y mental, algo que se traduce en elevar esos indicadores que señalan a un estado de felicidad, que si bien es cierto puede fluctuar, hará que nos sintamos más estables y con una percepción de bienestar mayor.