La privación de alimentos es una constante en este desafío extremo, y tiene consecuencias profundas y desgarradoras para los concursantes. Esta nueva edición de Supervivientes 2024 está llevando a los concursantes al límite de su resistencia física y mental. ¿La falta de comida puede perjudicar su salud mental? ¿Es peligroso el impacto que puede tener en el organismo? ¿Puede afectar a las relaciones entre ellos?
Un desafío de supervivencia en Cayos Cochinos
En las playas de Honduras, los concursantes de esta edición de Supervivientes se enfrentan a condiciones muy complicadas que ponen a prueba su valentía y capacidad de adaptación. Arantxa del Sol, Ángel Cristo Jr., Javier Ungría, Aurah Ruiz, Arkano, Laura Matamoros o Lorena Morlote son algunos de los participantes que continúan en la isla hondureña y que tienen que lidiar con las situaciones adversas derivadas de este desafío.
El aislamiento, la competencia, la falta de comodidades y, sobre todo, el hambre, son pruebas a las que se están sometiendo los concursantes y que les está llevando al límite.
El hambre es una constante en la isla. Los concursantes se ven reducidos a menús mínimos, compuestos por arroz y latas. En Playa Condena, por ejemplo, sin fuego para cocinar, intentan calentar el arroz bajo el sol en una sartén, condiciones complejas que tienen sus consecuencias. La debilidad y la fatiga son compañeras invisibles que ya están haciendo mella en ellos.
Las consecuencias de la privación radical de alimentos en Supervivientes 2024
En las condiciones extremas en las que viven los participantes que se encuentran aislados en la isla de Honduras ¿Qué puede llegar a suponer psicológicamente para ellos la privación de alimentos? Hablamos con la psicóloga Ana Morales que explica a SEMANA que “la privación de alimentos no es solamente un desafío físico, sino que implica que nos adentremos en un laberinto emocional y psicológico, del que a veces puede resultar difícil salir”.
La experta expone que las consecuencias de someter al cuerpo a una restricción calórica hace tiempo que se conocen y nos habla de un experimento. En 1944, en el marco de la II Guerra Mundial, y ante la falta de alimentos que en ocasiones sufrían los soldados, investigadores de la Universidad de Minnesota realizaron un famoso experimento conocido como el Experimento de Inanición de Minnesota. Durante un año se sometió a 36 voluntarios a una dieta hipocalórica y se observaron los cambios fisiológicos y psicológicos que este tipo de dietas provocaba en los sujetos.
Sus cuerpos se convirtieron en auténticos ahorradores de calorías (redujeron su metabolismo basal, su frecuencia cardiaca y dejaron de realizar determinados procesos fisiológicos) para conseguir que “hasta el aire les engordase”, lo que más llamó la atención, entre los investigadores, fueron los cambios psicológicos y mentales que sufrieron.
En ese estado de “ahorro” hasta su mente se volvió “perezosa” y empezaron a razonar con menos claridad. Además, desarrollaron una verdadera obsesión por la comida. Todos sus pensamientos, sueños y conversaciones cotidianas giraban alrededor de las viandas. Se obsesionaron con las recetas y permanecían horas despiertos pensando en cómo cocinaralgunos platos. Esto sucede porque los pensamientos se redirigen, de forma inconsciente, hacia los alimentos y la forma de obtenerlos para poder sobrevivir, afirma la psicóloga.
La falta de alimento como generador de conflictos
Ana Morales nos cuenta cómo el cerebro, en estos casos, se encarga de “destruir” toda nuestra fuerza de voluntad. “Es importante recordar que el cerebro no entiende de realities o dietas. Nuestro cerebro entiende que estamos en peligro y que si no comemos pronto podemos llegar a morir, de ahí que despliegue toda su ‘artillería’ para que nos movilicemos y busquemos alimento. Y para ello necesita neutralizar nuestra fuerza de voluntad”.
Volviendo al experimento, la falta de alimento también afectó a la salud mental de los voluntarios que se volvieron irritables, deprimidos, tristes y sufrían pesadillas. Esta irritabilidad y tristeza, curiosamente, mejoraban cuando comían, lo que los llevaba a recuperar peso. ¿Te suena ponerte a dieta y no aguantarte ni a ti misma? ¿Te suena las grandes discusiones en la isla por verdaderas tonterías y que tanto juego dan al programa? Este estado de constante necesidad puede afectar, y afecta, a nuestra autoestima y también a cómo interactuamos con nosotros mismos y con los demás.
Síntomas asociados a no comer: cómo afecta el hambre en Supervivientes 2024
Acostumbrados a vivir cómodamente y a hacer varias comidas al día, los participantes han cambiado radicalmente sus costumbres al llegar a Honduras. La falta de alimentos supone un estrés al organismo. ¿Qué síntomas puede tener una persona como consecuencia de este elemento estresor? “Físicamente, es posible que nos sintamos como barcos a la deriva sin vela; hay fatiga, debilidad, y una disminución notable de nuestro movimiento para ahorrar energía. Los estudios demuestran que cuando no comemos y vamos al gimnasio, nuestro organismo trata de compensar ese ejercicio, reduciendo inconscientemente el movimiento durante el resto del día”.
La psicóloga señala que este hecho puede explicar por qué los supervivientes pasan tanto tiempo tumbados y sin hacer nada. En muchos casos, no se trata de que sean unos vagos, sino que fisiológicamente su cuerpo trata de adaptarse a la falta de alimento.
Mental y emocionalmente, el impacto es igualmente agitado. La irritabilidad, los cambios de humor repentinos, y la ansiedad pueden volverse compañeros frecuentes, afectando nuestra capacidad para disfrutar de la vida y conectarnos con otros. Es como si la amenaza de una tormenta tropical constante nos cubriera, impidiendo disfrutar de las playas paradisiacas de Cayos Cochinos.
Los trastornos alimenticios de los concursantes de Supervivientes 2024
El cambio drástico en la dieta y la falta de alimento durante días y semanas puede tener consecuencias graves. ¿Podría este hecho desencadenar a posteriori un trastorno alimenticio?
La experta apunta que “la respuesta es SI, con mayúsculas y en letras de neón. La privación de alimentos puede, efectivamente, actuar como un desencadenante para el desarrollo de trastornos alimenticios a posteriori. Este tipo de restricción, especialmente si es percibida de manera traumática o gestionada sin un adecuado soporte emocional, puede llevar a una relación desordenada con la comida. Entre los profesionales que nos dedicamos a los trastornos de alimentación tenemos un lema que repetimos hasta la saciedad: ‘la restricción lleva a la compulsión’. Cuanto mayor es la restricción alimentaria, mayor es la probabilidad de descontrol y desorden de la comida posteriormente. Si llevamos demasiado tiempo restringiendo ciertos alimentos, es muy probable que el deseo aumente, provocando que comamos con descontrol y una cantidad nada saludable cuando tengamos acceso a ella”.
Solo hace falta ver cómo los supervivientes comen sin control cuando ganan alguna prueba cuyo premio involucra comida. Después de comer es normal que aparezcan emociones desagradables como la culpa, la vergüenza, la rabia, la desesperanza o la tristeza, favoreciendo así a que se vuelva a repetir este ciclo de restricción-atracón-culpa.
Las consecuencias de este tipo de comportamientos tienen efectos físicos como el sobrepeso y la obesidad, pero también afecta de una forma negativa a nuestra autoestima y seguridad, argumenta la psicóloga.
También advierte de que la experiencia de controlar estrictamente la ingesta de alimentos puede predisponer a comportamientos restrictivos extremos, como los observados en la anorexia nerviosa.
Es fundamental contar con la ayuda de un equipo multidisciplinar especializado en trastornos de la alimentación, formado por nutricionistas y psicólogos, que ayude a los afectados a salir de la espiral negativa que supone este tipo de trastornos.
Veremos cómo se siguen comportando los concursantes en el programa con respecto a la escasez de comida y, sobre todo, si después de su salida pueden llegar a tener una buena relación con ella a corto plazo.