Cuando la Reina Sofía habla de su padre lo hace con admiración y cariño. De él ha contado en alguna ocasión que era más calmado y reflexivo que su madre y que esa y otras cualidades lo convirtieron en el pilar de la familia. Y es que para doña Sofía el segundo mayor regalo que sus padres le hicieron, después del don de la vida, fue el poder crecer viendo unos padres que se querían y que tenían un matrimonio feliz. Quizás esta idealizada imagen del matrimonio haya hecho todavía más doloroso reconocerse a sí misma en uno fallido como el suyo con Juan Carlos I.
Los primeros años de la Reina Sofía trascurrieron vagando de país en país en el exilio y escapando de la guerra en Europa. Pero una vez la guerra acabó, las tropas nazis abandonaron Grecia y la monarquía se reinstauró en el país heleno, volviendo la familia real al Palacio de Tatoi. De aquellos años guarda unos recuerdos maravillosos la emérita, era común que su padre los hiciese sentarse a ella y a sus hermanos alrededor de la chimenea de palacio para contarles epopeyas y mitos griegos con el fin de que conocieran un poco más sobre su propia cultura.
También, según la periodista Pilar Eyre, en aquellos años era común que los Reyes Pablo y Federica desapareciera durante temporadas dejando a sus hijos al cuidado de las tatas. Pablo regaló a su mujer un yate con el que salían a navegar muy a menudo por el Egeo para conocer las miles de islas griegas. El matrimonio siempre estuvo muy enamorado y aquello producía un sentimiento de tranquilidad en sus hijos tal y como la Reina Sofía le confesó a Pilar Urbano en una de sus charlas. Pero antes de Federica hubo otros amores y antes de esos amores hubo otra vida. Hoy repasamos la vida de Pablo I, Rey de Grecia y padre de la Reina Sofía.
La Reina Federica, el Rey Pablo, la Princesa Irene y la Reina Sofía juntos en Londres en 1961.
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Un trono en manos del destino y un amor prohibido
Pablo I no nació destinado a reinar, era el tercero de los hijos de los Reyes de Grecia. Pero pronto descubrió que el destino a veces te prepara carambolas con las que no esperabas que te ponen la vida patas arriba. Cuando tenía 12 años su padre ascendió al trono después de que su abuelo fuera asesinado. Aquel primer reinado de su padre duraría tan solo cuatro años y de nuevo el destino sacudiría a Pablo y a su familia obligándoles a abandonar el país tras forzar a su padre, Constantino I, a abdicar. Poco después su hermano Alejandro I ascendió al trono, pero aquel reinado también fue corto. Tres años después y por la mordedura de un mono, Alejandro falleció. Entonces se produjo la segunda ascensión al trono de Constantino I, un rey de ida y vuelta.
Estamos en 1920 y mientras su padre vuelve a ser el Rey de Grecia, el joven Pablo que tenía 18 años viendo lo volátil de los reinados de su familia en Grecia se fue a vivir a Reino Unido. Allí se hacía llamar Paul y aprendió el oficio de mecánico de motores de coches y aviones. En esos años en Reino Unido el joven Pablo aprovechó para viajar y conocer mundo. En uno de sus viajes recaló en una fiesta en la costa isla de Capri. En aquel rincón de la costa amalfitana conoció al joven Denham Fouts, al que todos llamaban “Denny” y de quien se enamoró perdidamente. Denny era un conocido gigoló entre los hombres más adinerados del momento.
De este romance da buena cuenta Truman Capote en su libro ‘Plegarias atendidas’ (Answered prayers). El escritor cuenta que ambos recorrieron media Europa juntos y cómo llegaron a tatuarse en Viena, donde ambos se hicieron una pequeña insignia bajo el corazón. Lo que no detalla el escritor y periodista es por qué el romance de Pablo de Grecia y Denny llegó a su fin, aunque apunta a que los problemas del joven gigoló con las sustancias podrían haber colmado el vaso de la paciencia de Pablo. Lo cierto es que pasaron años hasta que Federica llegó a la vida de Pablo. Mientras tanto intentaron sin éxito casar al joven príncipe Pablo con su prima Nina Georgievna, bisnieta del Zar Nicolás I.
Un Rey místico y convencido de la transmigración de las almas
No sería hasta 1936 cuando se cruzaría en su camino la joven Federica de Hannover. Aquella relación era mucho más conveniente para un joven príncipe que, por la falta de descendencia de su hermano Jorge II, se había convertido en heredero al intermitente trono de Grecia. Para cuando se casaron su hermano había perdido y recuperado el trono de nuevo. Finalmente, Pablo ascendió al trono en una Grecia destruida tras la guerra y junto a su mujer se puso al frente de la reconstrucción del país acogiéndose al Plan Marshall. De Pablo I se decía que era un hombre afable, muy culto y extremadamente sensible. El monarca tenía un enorme gusto por la música clásica y siempre dio importancia a la formación musical de sus hijos. Además, era un apasionado de la literatura.
Los Reyes Pablo y Federica en un baile en su honor en el Palacio del Eliseo de París en 1956.
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De él heredaron tanto su mujer como sus hijos la pasión por lo oculto y la espiritualidad. El monarca era un convencido de teorías como la de la transmutación de las almas y no tenía duda alguna sobre la reencarnación. Precisamente sus creencias le hicieron sufrir un poco más de la cuenta al final de sus días. Creía que para asegurar la trasmigración de su propia alma debía estar lo más consciente posible en sus últimos momentos y es por eso que se negó a tomar medicación para los dolores que lo acuciaban cuando un cáncer de estómago acabó con su vida tras 17 años en el trono. El 6 de marzo de 1964 su enfermo cuerpo dijo hasta aquí poniendo punto final a su reinado y a su vida. Tres años más tarde también se pondría punto final a la historia de la monarquía en Grecia, que pasaría a ser una república.