Que la Infanta Cristina ha pasado página, es un hecho y todos lo aplaudimos. La boda de Victoria López-Quesada ha sido su gran escenario: una foto con pendones nobles de fondo en la que ella, radiante y vestida a lo Rania de Jordania, posaba esplendorosa y con sonrisa abierta ante el mismo objetivo y muy cerca del Rey Felipe.
Los hermanos han estado enemistados/distanciados durante más de una década. Cosa fea y desagradable donde las haya tener desavenencias en la familia, pero si ya se dan en el seno de una Real, el asunto pasa a mayores. Todo se magnifica, que dirían algunos.
Pero si lo de la foto de familia de boda pudiera parecer una formalidad cualquiera, un trámite de obligado cumplimiento para nuestro álbum de recuerdos futuros, hay otro dato fundamental que lo echa por tierra: Cristina y Felipe llegaron juntos a la finca madrileña donde se celebraba, en el mismo coche, con el monarca al volante y la Infanta de copiloto.
Si una imagen vale más que mil palabras, voilà!
Juntitos, como si nada, de charla mientras Don Felipe conducía con su impecable chaqué y gafas de sol y la Infanta quizás le indicaba los pormenores del camino con un "por aquí, por allá". Qué bien obviar al gps para favorecer el contacto humano.
En fin, ¿qué hay más normal que quedar con tu hermano para ir juntos a un evento en el mismo coche? Sostenible y práctico. Y además, en su caso, curativo.
Cristina podría haber elegido desplazarse junto a su querida hermana, la Infanta Elena, a la que está muy unida y con la que nunca ha perdido el contacto, ni en los peores momentos. Pero no. La imagen de los dos juntos y solos era la que se necesitaba mostrar al mundo.
La mano tendida del Rey Felipe a su hermana Cristina
Puede que el propio soberano le tendiera la mano. Don Felipe seguro que era muy consciente de cuánto se estaba alargando esta separación y lo conveniente que era arreglarlo lo antes posible.
Cristina era uno de los cabos sueltos que le quedaban de su reinado, del que este año Felipe VI ha celebrado su décimo aniversario. Y tan en serio se ha tomado esta efeméride que el Rey ha abierto claramente una nueva etapa, que impulsa a la heredera Princesa Leonor como eje clave una vez que es mayor de edad.
La Casa Real se renueva, cambia jefes en la cúpula (sin ir más lejos, incluyendo la mano derecha del monarca, Camilo Villarino) y hasta inaugura cuenta de Instagram. El monarca debe allanar el terreno para su hija y la institución.
Tampoco este era el primer paso para el acercamiento con su hermana. De hecho, en los dos últimos años se han ido dando pequeños, pero significativos avances, hasta alcanzar esta meta. Un proceso en el que la ruptura de la Infanta Cristina con su marido, Iñaki Urdangarin, era el necesario punto de partida.
Tras la pública pillada del exjugador de balonmano de paseo en una playa con Ainhoa Armentia, una compañera del despacho de abogados de Vitoria en el que entonces trabajaba, todo se precipitó.
Pese a su lógico drama sentimental, esto acabaría resultando beneficioso para la Infanta. Le costó aceptar y dar por finiquitado sus casi 25 años de matrimonio y parecía cerrar los ojos ante la evidencia de que su marido se había enamorado de otra mujer. Se resistía a firmar el divorcio, pero al fin se acabó. Con los papeles en regla, vía libre.
La 'condena' de la Infanta Cristina
Después del duro procedimiento del caso Nóos, por el que Urdangarin fue condenado y ha cumplido prisión, el desgaste de la Infanta Cristina era palpable. Durante años ella se mantuvo fiel al lado de su esposo, eligió bando, y lo pagó caro. Su salida de la Casa Real fue su particular condena.
El Rey Felipe le retiró el título de duquesa de Palma en 2015 como medida ejemplarizante ante comportamientos dudosos que no estaba dispuesto a permitir. Aquel gesto tan importante, por simbólico, casi fue el fin de la Infanta. Cristina fue apartada de la Familia Real y originó tensión y malestar con su hermano. Que ella viviera en Ginebra (Suiza) lo hizo algo más fácil. Ojos que no ven...
La Infanta Cristina ha sido la oveja negra durante mucho, demasiado tiempo. Quién lo hubiera dicho. Parecía sufrir demasiado, escondida siempre en las sombras, refugiada en su familia política, pero lejos del oropel palaciego... Una Infanta a la fuga y repudiada.
Atrás quedaban aquellos tiempos en los que Cristina e Iñaki se paseaban por las cortes europeas concitando simpatías. Cristina siempre cayó bien. Sus rasgos más suaves y su dulce sonrisa la convertían en la cara amable frente a su hermana Elena, sin duda más carismática y campechana, pero a veces también más áspera.
Decían también que era el ojito derecho de su hermano. Siempre se mostraron cómplices y unidos hasta que hubo que dar ejemplo. Para colmo a todo esto se sumó la 'especial' situación del patriarca, el Rey Juan Carlos, retirado en Abu Dabi, para echar más sal a la herida familiar. Pero Felipe decidió, al fin, afrontar el tema y mirarlo de frente.
En los últimos años la Infanta Cristina ha ido volviendo poco a poco al redil. A los suyos, como dándose cuenta de que un posicionamiento tan a ultranza tampoco le favorecía. Así ha regresado a los eventos familiares, tanto los felices como los tristes, y se ha hecho más presente en sus cada vez más frecuentes viajes a España... Sin esconderse ni mostrando rencor. Así se ha ido normalizando el entuerto.
También habrá habido conversaciones serias, mucha emoción e incluso algún abrazo para compensar todos los perdidos en estos años. Al fin y al cabo, esta es la película que queremos ver, señoras y señores.
El pasado junio el Rey Felipe y la Infanta Cristina coincidían en un acto de la Fundación La Caixa, para la que ella trabaja. No hubo posado oficial juntos, pero la Casa Real sí publicó una instantánea del monarca en primera fila y su hermana sentada muy cerca, en la fila de atrás. Todos nos hicimos eco del gesto.
Y así hemos llegado hasta una boda. Qué feliz ocasión para poner el broche a la deseada reconciliación. Además en una boda de alta alcurnia, en la boda de la ahijada del Rey y de la hija de una íntima amiga de Cristina... Aquella niña a la que Froilán pegó una patada durante la boda de Felipe y Letizia.
La Infanta Cristina inicia una nueva etapa
Con todos los honores y con brindis de por medio. La Infanta Cristina estaba radiante. En los últimos meses ha 'guapeao', se ha quitado de encima las perennes ojeras, hasta la verruguita de su rostro, extirpada como al propio Urdangarin, si se nos permite la expresión. Mirando hacia adelante y a por otra cosa.
Aunque Cristina no deja de resultar misteriosa bajo esa sonrisa de Gioconda. Seguro que es más fuerte de lo que pensamos y su presunta debilidad es solo una fachada.
Ahora sale, se divierte, acude a bodas, acompaña a su padre a París y se codea con Vargas Llosa, hace escapadas por España con sus hijos, se va de compras con su hija Irene, anima como una forofa en los partidos de balonmano de su hijo Pablo, incluso mantiene el trato con su suegra, lo cual la honra... Está más relajada y natural. ¡Brilla! En definitiva, ha superado su propio Día D.
Iñaki Urdangarin también ha pasado página, expulsado del mundo protocolario al que perteneció una vez, enamorado y llevando una vida sencilla y tranquila. También puede ser un enorme triunfo para él lograr esta normalidad. No lo juzgamos.
Pero es Cristina la heroína de nuestra historia y para ella van estas últimas líneas. Hija de reyes, Infanta de España, la mujer, madre y amiga... Estas son todas las caras tras una sonrisa con la que se sella su rehabilitación ante el mundo.
Ahora estaremos atentos a los próximos movimientos para confirmar si su salida del ostracismo es definitiva o se trata de un espejismo. No lo parece. De momento, Cristina ha hecho las paces consigo misma y ha cerrado la carpeta de asuntos pendientes.