La Reina Sofía es en la actualidad la royal de mayor linaje de sangre real de Europa. En su árbol genealógico nos encontramos con doce reyes, decenas de príncipes y princesas reales y otro buen montón de títulos. Además, por su sangre corre la de las casas reales de Grecia, Dinamarca, Prusia, Hannover, Sajonia, Reino Unido y Rusia. Hasta siete linajes distintos en los que la Reina Sofía ocupa un lugar. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que sus familiares han sido los actores principales de la historia europea de los S. XIX y XX.

Con este apabullante acerbo familiar es inevitable que dentro de su genealogía haya historias de todo tipo. Muchas de ellas, como las de los reinados de su padre y hermano en Grecia, las conocemos todos, pero otras muchas aun siguen ocultas u olvidadas. Hace unas semanas rescatábamos el amor prohibido del Rey Pablo I (padre de la Emérita Sofía) con el playboy Denham Fouts de entre las páginas olvidadas de la historia familiar. Ahora, el tabloide británico ‘Daily Mail’ recupera otra de estas historias proscritas del cajón del olvido trayéndola de nuevo a la primera plana de la actualidad internacional.

Incesto, diferencia de edad y homosexualidad

El protagonista de esta historia familiar es el tío abuelo de la Reina Sofía, que a su vez también era tío de Felipe de Edimburgo, motivo por el cual ahora la prensa británica recuerda curiosos aspectos de su vida. Este familiar en común fue el príncipe Jorge de Grecia y Dinamarca, hermano del Rey Constantino I de Grecia, abuelo paterno de la Emérita Reina Sofía. Jorge de Grecia nació en el seno de la Familia Real helena y como príncipe fue educado por preceptores privados en los distintos palacios de la familia. El joven Príncipe vivía a caballo de los Palacios de Sintagma y Tatoi en la capital helena hasta que a los catorce años su padre lo mandó a Dinamarca a continuar con su formación militar en el ejercito naval danés. Esta circunstancia propició un encuentro que le cambió la vida para siempre.

El Príncipe Valdemar de Dinamarca posa con un uniforme naval

El Príncipe Valdemar de Dinamarca posa con un uniforme naval.

Gtres

El joven de 14 años llegó a Dinamarca siendo casi un desconocido para su propia familia, pero su padre había dispuesto que mientras durase su formación naval viviera con su tío, Valdemar de Dinamarca (hermano de su padre) y su mujer, María de Orleáns. Cuando Pablo comenzó a convivir con su tío Valdemar pronto comenzó a seguir por él algo más que cariño familiar: a pesar de la diferencia de edad entre ambos (Pablo tenía 14 y Valdemar 25) ambos comenzaron una relación amorosa que duraría mientras Valdemar vivió. El tío inculcó a su sobrino el amor por el mar y era muy común que ambos salieran a navegar durante días para disfrutar de su afición y de tiempo en pareja. Aquella relación era algo proscrito por tres razones obvias: eran tío y sobrino, eran dos hombres, Pablo era aun un niño.

Un matrimonio sin amor y 56 años de amor clandestino

Ambos simultanearon su relación amorosa con matrimonios canónicos para no levantar sospechas. Valdemar ya estaba casado cuando conoció a Pablo, pero el joven príncipe griego se casó cuando llegó el momento. La elegida fue María Bonaparte, la única hija de Rolando Napoleón. Si bien el matrimonio de María y Pablo estaba abocado al fracaso, curiosamente funcionó porque por encima de todo ambos se profesaban una profunda amistad. Tuvieron dos hijos: Pedro y Eugenia. Eugenia por su parte tuvo tres hijos, Tatiana, Jorge y Carlos. Quizás Tatiana pueda sonaros porque se trata de Tatiana Radziwill, la inseparable confidente de Doña Sofía, pero esa es otra historia. Desarrollando la narrativa que nos ocupa, Pablo y María llevaron sus propias relaciones e intereses amorosos en paralelo con su matrimonio.

María Bonaparte junto a su marido, Jorge de Grecia en 1907

María Bonaparte junto a su marido, Jorge de Grecia en 1907. 

Gtres

Mientras Pablo simultaneó su vida de padre de familia con su gran amor hasta el final de sus días, María tuvo también distintos amantes y amistades de gran profundidad. Quizás su relación más llamativa fue su profunda amistad con Sigmund Freud, padre del psicoanálisis. Esta relación hizo que María profundizase en su interés por la psicología y el psicoanálisis, convirtiéndose en la primera reputada estudiosa de esta técnica de terapia que la llevó a dar conferencias por todo el mundo. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial su acomodada situación le permitió colaborar con Freud y su familia para escapar de la Alemania nazi. Pablo, que hacia de su capa un sayo, no veía con buenos ojos este interés de su mujer por el psicoanálisis, aun así, claudicó que ella desarrollase su carrera profesional en estos términos.

El día más triste de la vida de Pablo de Grecia fue sin duda el 14 de enero de 1939, cuando se despidió del amor de su vida tras 56 años de relación. Valdemar había muerto y ahora su vida se enfrentaba a un vacío insoportable. El resto de su vida estuvo marcada por el agriado carácter que le provocó enterrar a su gran amor. Pablo fallecería 18 años después y hoy sus restos reposan en el Palacio de Tatoi, en el cementerio familiar de la Familia Real griega al lado de los de su esposa María, que si bien no fue su gran amor sin duda fue su mejor confidente y gran amiga. Después de la muerte de ambos, los diarios de María recogerían la confesión que un día le hizo Pablo "desde el día que nos conocimos, desde ese preciso instante, lo amé. Nunca tuve otro amigo que Valdemar".