El idilio de Paloma Cuevas y Luis Miguel se afianza a medida que pasa el tiempo. Prueba de ello es que han estado juntos en la boda de Daniel Clará, hijo de Rosa Clará, celebrada el pasado 3 de junio. Aprovechando su estancia en París, la ex de Enrique Ponce y 'El Sol' de México han comenzado sus vacaciones de verano en la capital de Francia, donde llevan ya seis días de romántica escapada. En la Ciudad de la Luz, tal y como adelantó SEMANA en exclusiva, tienen agendadas ya varias visitas de interés cultural y gastronómico. Irán a rincones de ensueño, así como a algunos de los restaurantes más exclusivos del país vecino. Una vez que concluyan su periplo galo pondrán rumbo a la ciudad italiana de Nápoles, donde iniciarán unos días de relax en un yate de lujo que los conducirá por las costas del Mediterráneo. Para garantizar la tranquilidad de ambos, la pareja ha reforzado -más aún si cabe- las medidas de seguridad. ¿El objetivo? Evitar ser inmortalizados por los paparazzi.
El cantante y Paloma Cuevas aumentan las medidas de seguridad en sus vacaciones
En todo lo relacionado con sus salidas 'públicas', Luis Miguel y Paloma Cuevas están teniendo más cuidado que nunca para no ser vistos. Desde que SEMANA publicase sus primeras imágenes juntos durante una escapada a Bilbao, toda precaución es poca cada vez que se mueven de un lugar a otro. Según deslizan a SEMANA personas próximas a la pareja, cada vez son más cuidadosos en sus movimientos. Tienen, incluso, una especie de 'protocolo' de actuación para sus idas y venidas.
El mexicano, esquivo con los medios y muy celoso de su intimidad, es todo un maestro en lo relativo a la protección de su imagen y de sus movimientos. Lleva haciéndolo desde su más tierna infancia, cuando empezó a triunfar en los escenarios con apenas 11 años. Famosas son sus (en ocasiones) extrañas artimañas para esconderse de las miradas indiscretas, como aquella vez -en 2008- que visitó un lujoso restaurante de Los Ángeles y pidió a los empleados del establecimiento que lo cubrieran con sábanas al entrar al local para sortear los flashazos de la prensa gráfica. En la actualidad recurre a métodos menos aparatosos... y mucho más sofisticados.
Luis Miguel estuvo en la boda de Daniel Clará, pero evitó ser pillado por las cámaras
Una de sus técnicas para pasar desapercibido se basa en la virtud de la paciencia. Y es que es habitual que acceda en último lugar a los lugares que frecuenta. Por ejemplo, si visita un restaurante acompañado de un grupo de amigos, procura que la entrada se realice de manera escalonada. Suele evitar que todos lleguen a la vez. Sus acompañantes acceden al interior antes que él. Pasados unos minutos, cuando estos ya están acomodados, llega su turno y el de Paloma, quienes entran en último lugar. De más está decir que las reservas nunca están hechas a su nombre, sino al de un tercero o incluso a un nombre ficticio.
Por lo general, -y siempre que los hoteles, locales, puertos y aeropuertos lo permitan-, Luis Miguel acostumbra a entrar por puertas o accesos secundarios o reservados para clientela VIP. O un acceso de servicio, si fuera necesario. Lo que sea con tal de escabullirse y que su presencia sea lo menos llamativa posible. Es justo la maniobra que realizó en el enlace de Daniel Clará. Paloma, enfundada en un vestido azul bebé, posó para la prensa frente a la Basílica de Santa Clotilde. Pero en aquel instante no había ni rastro de 'Luismi'. Ese día, él optó por no acudir a la iglesia.
Luis Miguel sí estuvo presente en la fiesta preboda en un barco por el río Sena, pero sabía que el día del 'sí, quiero' del hijo de Rosa Clará la exposición mediática era enorme. Esto explica que esperase a que diese comienzo el banquete para hacer acto de presencia. Fiel a su costumbre: fue por separado y más tarde que Paloma. Una vez en el Museo Rodin, accedió a ser fotografiado junto a Paloma para una conocida revista. Fue un posado pactado que sirvió para dejar constancia de sus habilidades para aparecer y desaparecer casi por arte de magia... Porque durante las largas horas que duró el convite merodeó por algunos rincones, siempre con perfil bajo y a una distancia prudencial de ella. Es lo que hace siempre de manera magistral: moverse de manera escurridiza ante la más mínima posibilidad de escuchar un 'click'. Y es lo que ambos seguirán haciendo, con más cautela que nunca, ante su inminente recorrido en barco por el Mediterráneo.