En las relaciones sentimentales, así como en casi todo en la vida, subyacen relaciones de poder. En estas relaciones de poder, que marcan nuestra forma de interactuar, muchas veces hay roles marcados por el género. La tónica general históricamente ha situado a los hombres por encima de las mujeres como parte dominante en estas dinámicas. Posiblemente el secreto del éxito de una relación pase por equilibrar estas dinámicas para que no sean elementos desestabilizantes. Pero hay veces en las que se produce un desequilibrio natural hacia la mujer: cuando de forma irremediable ellas deben estar por encima en la jerarquía.
Algún día la princesa Leonor se tendrá que enfrentar a este momento del que os hablo y es el de formar una pareja con un hombre que por rango queda por debajo de ti. Han sido muchas las jóvenes princesas herederas que han comenzado relaciones en las que han acabado por ser proclamadas reinas y compartir sus días con consortes que en el mejor de los casos solo eran simples príncipes. ¿Ha sido fácil ser el número uno de la relación para ellas? ¿Han sabido ellos asumir que en el núcleo indivisible del que eran parte estaba liderado por una mujer con una corona sobre la cabeza? Vamos a repasar parejas de reinas y consortes que han tenido que hacer frente a la difícil tarea de hacer funcionar un matrimonio en desequilibrio.
Isabel II y Felipe de Edimburgo
Quizás si pensamos en estas parejas de royals donde ellas llevan la corona la primera que nos venga a la cabeza sea la de Isabel II y si marido el príncipe Felipe de Edimburgo. Es normal, ya que Felipe fue el primer consorte masculino de las monarquías europeas del siglo XX. En el caso del príncipe griego no podemos decir que no opusiera resistencia para asumir el papel que le había tocado desempeñar. Hizo que su mujer lo nombrara príncipe para que de alguna se acortara la distancia de rango que los separara. Siempre un paso por detrás de Isabel, que representaba a la corona en sí misma, muchas fueron las veces en las que su masculinidad tóxica lo hacían revolverse contra su papel de consorte.
La más sonada de estas resistencias se produjo con el nacimiento de los hijos del matrimonio a quienes Felipe reclamaba poder darles su apellido. Claro que esta reclamación, si bien puede parecer hasta lícita, era más bien tramposa porque el apellido que Felipe trataba de imponer, Mountbatten, no era sino uno que el príncipe había asumido para casarse con Isabel dejando atrás su apellido alemán que temían que causara rechazo por las relaciones de sus hermanas con mandatarios nazis. Esta disputa se saldó con que los descendientes del real matrimonio terminaran por apellidarse Mountbatten-Windsor igualando ambos apellidos al formar uno compuesto. Isabel no fue la única monarca que se enfrento a esta lucha de poder en su propia casa, antes de ella, su tatarabuela la reina Victoria también se casó con un hombre de rango inferior al suyo.
Príncipes con masculinidades frágiles y nazis redimidos
Más turbulentos que el matrimonio de Isabel II y Felipe Mountbatten fueron otros de sus coetáneas. La reina Margarita de Dinamarca se lleva la palma en estas lides. La madre de Felipe X se casó con un noble francés de nombre Enrique Laborde de Monpezat en 1967 y si bien ella estaba enamoradísima, su consorte nunca se lo puso fácil. Desde el principio reclamaba para sí el título de rey consorte por matrimonio, algo que la legislación danesa no contempla en absoluto. Más tarde comenzarían las rivalidades con su hijo motivadas por los celos de sentirse por debajo de su propio hijo en rango. En el año 2002 esta amalgama de desaires y enfados que Enrique llevaba por dentro se hicieron evidentes cuando, ante un bache de salud, la soberana delegó temporalmente sus compromisos en su hijo Federico en lugar de en su marido (como es lógico) y este acto desencadenó que Enrique huyera a Francia sin decir nada a nadie. A su muerte Enrique pidió que sus cenizas fueran arrojadas al mar Báltico y por los jardines de palacio en lugar de reposar en la cripta real como había dispuesto la reina Margarita.
La reina Beatriz de Países Bajos era la tercera reina por nacimiento de su línea familiar, antes de ella su madre Juliana y antes su abuela Guillermina habían lidiado con esta tarea. Cuando la joven princesa Beatriz eligió consorte en 1966, el gran problema de la pareja no fue lidiar con las dinámicas de poder, tenían otros problemas mayores: el consorte, Klaus, había militado en las juventudes hitlerianas en su Alemania natal. Este pasado nazi fue desaprobado por una amplía mayoría de los holandeses que habían tenido que reponerse de invasiones y bombardeos durante la segunda guerra mundial. Con el paso de los años y los hechos, no las palabras, Klaus fue demostrando haber dejado de lado esa inclinación política y se ganó poco a poco el favor del pueblo. Conseguir el primer heredero varón en 100 años también le ayudo en la empresa de la popularidad ¿hay algo más machista?
España, un patio de reinas y consortes con desigual fortuna
En España tenemos un nutrido listado de reinas como Isabel la Católica, Urraca de León o incluso Petronila de Aragón a la que con tan solo un año entregaron en compromiso al Conde de Barcelona que consumaría el matrimonio al cumplir la niña los catorce, un acto propio de bárbaros. El caso de Isabel II también fue complejo, no solo por ser ella la reina y su primo Francisco de Asís el consorte, sino porque ninguno de los dos querría haberse casado porque tenían pocas cosas en común salvo que a los dos les gustaban los hombres. Bajo el amparo de aquel matrimonio, que no fruto del mismo, ojo, nacieron 12 hijos.
Como veis son muchas las reinas que han lidiado con situaciones complicadas por sus matrimonios con consortes de rango inferior y muchos los hombres que no han sabido asumir estar casados con mujeres más importantes, más exitosas y más relevantes para la historia que ellos. Ahora mismo en Europa se presumen muchos posibles matrimonios de esta naturaleza, muchas de las monarquías europeas actuales tienen princesas herederas como España, Bélgica, Países Bajos, Noruega o Suecia. ¿Sabrán elegir consortes a la altura de la situación? ¿Estarán los consortes del siglo XXI más deconstruidos para asumir sin problema que sus mujeres lleven la voz cantante?