Ha tenido que pasar 70 años para que el Reino Unido viva de nuevo la entronización de un rey. Y para que el Rey Carlos III haya hecho realidad su sueño de verse sentado en el trono de Inglaterra. Un trono, por cierto, en el que se han sentado ya 26 reyes a lo largo de siete siglos, y que fue ocupado hasta su muerte por su madre, Isabel II. Este sábado, la emblemática abadía de Westminster ha acogido una ceremonia histórica en la que se ha hecho 'oficial' el cargo de Carlos III como soberano, un papel que lleva ejerciendo como monarca desde el 8 de septiembre. Ataviado con el uniforme de gala de la Marina británica, el rey ha estado acompañado de su esposa, Camilla, quien en esta liturgia ha sido ungida, coronada y entronizada, aunque a diferencia de él, no ha prestado juramento.
La abadía de Westminster, el lugar en el que desde hace casi mil años los actos más importantes de los soberanos -el primero fue Guillermo el Conquistador en 1066- ha albergado ahora su consagración número 40. Esta ceremonia de entronización ha supuesto la formalización del papel de Carlos III como rey. En ella se ha ejecutado la transferencia oficial del título y los poderes. La ceremonia ha constado de cinco partes: el reconocimiento del rey, el juramento del rey, la unción, la investidura y la entronización.
Uno de los momentos más emocionantes ha tenido lugar cuando Carlos III ha hecho el juramento ante el Arzobispo de Canterbury. "Su Majestad, la Iglesia establecida por la ley, cuyo establecimiento jurará mantener, está comprometida con la verdadera profesión del Evangelio... Y, al hacerlo, buscará fomentar un ambiente en el que personas de todas las creencias puedan vivir libremente. El Juramento de Coronación se ha mantenido durante siglos y está consagrado por ley. ¿Está dispuesto a prestar el Juramento?", le ha preguntado el sacerdote. El Rey ha respondido: "Estoy dispuesto". Tras esto, Carlos III ha colocado su mano sobre la Biblia. Y el Arzobispo ha "administrado" el Juramento. "¿Prometéis y juráis solemnemente gobernar a los Pueblos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, sus otros Reinos y los Territorios que pertenezcan o pertenezcan a cualquiera de ellos, según sus respectivas leyes y costumbres?", ha preguntado nuevamente. Y por fin ha llegad la frase que lo ha 'consagrado' como monarca: "Prometo solemnemente hacerlo".
Poco después, su hijo mayor, el Príncipe Guillermo, ha tenido uno de los papeles más importantes en la solemne ceremonia. Se ha arrodillado ante él para hacer el juramento de la sangre, algo que ya hizo su abuelo, el fallecido duque de Edimburgo, en la coronación de su esposa. Otro instante para el recuerdo ha tenido lugar cuando a su esposa le han colocado la corona y, por miedo a que se le cayera, caminaba con enorme cuidado en el interior de la abadía. Finalmente, ha llegado el esperado instante en el que los 2.000 invitados a la cita han podido gritar el esperado "God Save The King". Una canción patriótica del Reino Unido que ha sido tradicionalmente usada como himno nacional de este país y que este sábado ha retumbado con fuerza en las paredes de la iglesia.
De ahora en adelante, al soberano le espera un realidad muy distinta a la que afrontó su predecesora, la Reina Isabel II, cuando fue coronada. La inestabilidad política, las huelgas en su país y sus bajos niveles de popularidad son algunas de las situaciones que rodean su reinado. Quizás esto explique que haya optado por una ceremonia de coronación simplificada, de apenas una hora de duración, en lugar de las tres horas y 8.000 asistentes con que contó su madre, el 2 de junio de 1953.