Meghan Markle ha vuelto,pero esta vez sin tiaras ni protocolos. ‘Con amor, Meghan’, su nuevo documental en Netflix estrenado este marzo de 2025, es un viaje a sus raíces más auténticas: aquella mujer que, antes de convertirse en duquesa, compartía recetas y consejos de estilo en su blog ‘The Tig’. Tras años bajo el escrutinio de la corona británica, la ahora residente de California aprovecha las cámaras para redefinir su narrativa. No hay palacios, sino una casa alquilada para el rodaje —su hogar en Montecito sigue siendo sagrado—, huertos caseros y amistades de toda la vida como Daniel Martin, su maquillador desde sus días en ‘Suits’.  

El programa, de ocho episodios, es un mosaico de su vida actual: desayunos familiares, tardes de jardinería con sus hijos y noches entre amigos donde la cocina es el eje. Pero más allá de los tips de decoración o las confesiones sobre su amor por el café artesanal, hay un hilo conductor emocional: la conexión con su abuela a través de las mermeladas. Un legado que no solo alimenta a su familia, sino que simboliza su regreso a lo sencillo, a lo tangible. “Quiero que mis hijos sepan de dónde viene lo que comen”, repite en varios momentos.  

Cuando los fogones son terapia: la cocina como herencia  

Meghan no cocina por moda. Lo hace por memoria. En el documental, cada receta tiene una historia, y ninguna es tan personal como la de las conservas. “Mi abuela hacía mermeladas. Es algo sentimental”, confiesa mientras revuelve frutas en una olla, con el mismo delantal blanco que usaba de niña. La imagen es poderosa: la misma mujer que hace años atendía eventos reales ahora enseña cómo esterilizar frascos o equilibrar el azúcar en un almíbar.  

Su amor por la cocina nació en el jardín de su infancia, donde aprendió a esperar pacientemente a que las semillas se convirtieran en tomates o fresas. “Pasaba horas sentada junto a las plantas, observándolas. Ahora quiero transmitir esa paciencia a Archie y Lilibet”, explica. En Montecito, el huerto familiar es un proyecto colectivo: los niños tienen sus propias herramientas —“de verdad, no de juguete”— y ayudan a regar las lechugas o recolectar bayas. “Cuando Lili come algo que cultivamos, empieza a bailar”, revela entre risas.  

Documental 'Con amor, Meghan', de Netflix

Netflix © 2025

Pero no todo es espontaneidad. Meghan admite que la disciplina materna la ha convertido en una madrugadora compulsiva: “Preparo el desayuno, llevo a los niños al colegio y luego me enfoco en mis proyectos. La cocina es mi meditación”. Entre sus creaciones destacan las galletas de Archie, de avena con chispas de chocolate, y los smoothies verdes que toma con Harry. Sí, el príncipe aparece fugazmente, pero su presencia se siente en cada mención: “Le encanta el bacon, pero le pongo poca sal… él siempre le añade más”, bromea.  

La herencia dulce: las mermeladas de la abuela 

“Esto es confitura de fresas. Lili y yo la hicimos juntas”. Con esa frase, Meghan muestra un tarro brillante mientras recuerda a su abuela materna, Jeanette Johnson, cuya influencia atraviesa todo el documental. La receta es sencilla —fruta fresca, azúcar, limón—, pero el ritual trasciende lo culinario: “Ella me enseñó que hacer conservas no es solo preservar sabores, sino momentos”.  

Escena del documental 'Con amor, Meghan'

Cr. Jake Rosenberg/Netflix © 2025

En el episodio dedicado a las mermeladas, la duquesa comparte anécdotas íntimas. De pequeña, veía a su abuela hervir frascos en la cocina de Los Ángeles, siempre con radio de fondo y algún consejo práctico: “Nunca uses cucharas metálicas para remover, alteran el sabor”. Ahora, repite esos gestos con Lilibet, quien —según Meghan— “insiste en revolver la mezcla aunque le salpique”. La escena más emotiva muestra a madre e hija recogiendo fresas al amanecer, con cestas de mimbre y sombreros de paja. “Las de nuestro jardín son más ácidas, pero eso les da carácter”, asegura.  

Escena del documental de Netflix 'Con amor, Meghan'

Jenna Peffley/Netflix © 2025

El proceso no es perfecto. En un momento dado, la cámara captura cómo la mezcla se quema ligeramente. “¡Oops! Eso también le pasaba a mi abuela”, dice Meghan sin inmutarse. Es esa imperfección deliberada la que humaniza al personaje público. Incluso incluye un truco poco convencional: añadir una pizca de pimienta negra a la mermelada de higos para “equilibrar la dulzura”.  

Documental 'Con amor, Meghan'. Meghan, la duquesa de Sussex y Mindy Kaling in episode 102 of With Love, Meghan. Cr.

Justin Coit/Netflix © 2025

Detalles que construyen una imagen

Más que un programa de cocina, ‘Con amor, Meghan’ es un manual sobre cómo infundir significado a lo cotidiano. Cuando recibe a invitados como la actriz y productora Mindy Kaling, no solo les ofrece café en tazas vintage, sino que personaliza cada visita: sales de baño con lavanda de su jardín, cestas con productos locales y hasta bolsitas de palomitas con trufa para picar de noche. “Los detalles son mi lenguaje de amor”, afirma.  

Este enfoque lo heredó de sus años como camarera y profesora de envolver regalos: “Aprendí que la presentación importa, pero sin autenticidad, no sirve”. Por eso, en cada episodio prioriza ingredientes de temporada y técnicas accesibles. “No necesitas ser un chef. Solo ganas de conectar”, insiste.  

El documental también es un guiño a quienes la siguen desde ‘The Tig’. En una escena, hojea viejas entradas del blog y comenta: “Antes escribía entre toma y toma en ‘Suits’. Ahora lo hago entre reuniones de niños y juntas de trabajo… pero la esencia es la misma”.  

Aunque evita hablar de la familia real, Meghan no elude su identidad actual. En una conversación con Mindy Kaling, recalca: “Ahora soy Sussex. Quiero que mis hijos lleven este apellido con orgullo”. Es un mantra que repite al mencionar su huerto, sus mermeladas y hasta su afición por la comida rápida de Jack in the Box: “Todos tenemos múltiples capas. Yo soy esto… y también aquello”.  

Documental 'Con amor, Meghan'

© 2025 Netflix, Inc.

Con su documental, Meghan no solo revive su pasión por la cocina; redefine lo que significa ser una mujer pública en busca de autenticidad. Y entre tarros de mermelada y risas con Lili, deja claro que su mejor receta es, simplemente, vivir con intención.