Trabajar es una tarea que casi todos los mortales tenemos que realizar por lo que si la hacemos en un entorno agradable, motivador e inspirador nuestro bienestar aumentará aunque sea una obligación. Cuando pasamos horas en un trabajo que nos genera malestar constante termina afectando a todos los ámbitos de nuestra vida. La psicóloga Ana Morales nos cuenta cómo podemos ser más felices en el trabajo favoreciendo un entorno laboral positivo.
Cómo ser más feliz en el trabajo
¿De qué hablamos cuando hablamos de ser más feliz en el trabajo? La psicóloga Ana Morales, autora del libro “¡Qué Buena Estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional” (Ed. La Esfera de los Libros), explica a SEMANA que “La felicidad en el trabajo no es un capricho ni una cuestión de tener un jefe majete que traiga croissants los viernes. Es mucho más que eso. Si cada domingo por la tarde te entra angustia solo de pensar en el lunes, algo falla”.
La experta nos cuenta que hay factores que contribuyen a que se respire un mejor ambiente en el trabajo fomentando la felicidad laboral:
- Buen ambiente laboral: Si pasas más horas con tus compañeros que con tu propia familia, al menos que el ambiente sea agradable. Nada peor que un ambiente que se corta con un cuchillo y caras largas.
- Un jefe que lidere y no que sentencie: Un buen líder no es el que manda más, sino el que sabe motivar, escucha y hace que quieras dar lo mejor sin sentirte explotada.
- Salario digno: Trabajar para vivir, no vivir para trabajar… y menos para cobrar un sueldo con el que solo llegas a mitad de mes.
- Conciliación real: Poder vivir tu vida sin sentirte culpable por salir a tu hora. Tener tiempo para tu familia, para ti misma y para hacer cosas que no sean trabajar debería ser un derecho, no un lujo.
- Oportunidades de crecimiento: Nadie quiere sentirse atascada en el mismo puesto durante años sin posibilidad de aprender algo nuevo o mejorar su situación.
- Autonomía y confianza: Sentir que puedes tomar decisiones sin que revisen cada cosa que haces como si fueras un becario en prácticas.
- Reconocimiento: No necesitas un trofeo por cada tarea bien hecha, pero un ‘buen trabajo’ de vez en cuando hace milagros con la motivación.
- Propósito y sentido: No hace falta que salves el mundo con tu empleo, pero saber que tu trabajo tiene impacto (aunque sea pequeño) hace que la jornada tenga otro color.
Cuando se juntan estos factores, el trabajo deja de sentirse como una condena y empieza a ser un sitio donde, al menos, no estás contando los días para jubilarte.
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Hablemos del estrés laboral
Con el ritmo de vida moderno se ha disparado el estrés y la ansiedad debido a la sobrecarga y al multitasking (multitarea) que sufrimos a diario. ¿Cómo nos afecta esta carga de trabajo y el estrés laboral?
Ana Morales señala que si el estrés y la sobrecarga son ocasionales, no pasa nada. El problema se genera cuando se convierten en la norma. ¿Cómo nos afecta? De todas las formas posibles:
- Cansancio extremo: No es solo estar agotada, es sentir que no puedes con tu alma, aunque hayas dormido ocho horas (si es que has dormido).
- Irritabilidad y ansiedad: Te cabrea hasta el sonido del teclado de tu compañero. Cada cosa que pasa en el día te parece una gota más en un vaso que ya está a punto de desbordarse.
- Falta de concentración: Lees el mismo correo cinco veces y sigues sin entenderlo. Tu cerebro está en modo ahorro de energía.
- Insomnio: Te acuestas, pero tu mente sigue en una reunión interminable repasando todo lo que quedó pendiente.
- Desmotivación absoluta: El trabajo que antes hacías con ganas, ahora te da igual. Vas en piloto automático y solo cuentas los días para el fin de semana.
- Problemas de salud: Dolores musculares, digestivos, bajón en el sistema inmunológico… Tu cuerpo empieza a protestar porque ya no puede más.
Lo peor de todo es que el estrés se ha normalizado. Se presume de “estar siempre ocupada”, de “no tener tiempo para nada” como si fuera un mérito, cuando en realidad estamos al borde del colapso. La clave no es acostumbrarse al estrés, sino ponerle freno antes de que pase factura.
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Un entorno laboral tóxico
¿Cuáles son las principales diferencias entre un entorno laboral positivo y uno negativo? “La diferencia entre trabajar en un entorno positivo y en uno tóxico es como la diferencia entre tomarte un café en una terraza con sol o en un sótano sin ventanas. La tarea puede ser la misma, pero la experiencia cambia radicalmente. En un entorno tóxico, las reuniones parecen juicios, los errores son castigados como si hubieras hundido el Titanic y el estrés es el pan de cada día. La comunicación brilla por su ausencia, los jefes exigen sin dar nada a cambio y la motivación es un mito. Aquí la regla no escrita es: sálvese quien pueda. No hay colaboración, solo competencia desleal, desconfianza y una sensación constante de que cualquier día explotas… o explotas a alguien”, advierte la psicóloga.
“Por otro lado, un entorno positivo no tiene por qué ser Disneylandia, pero al menos no sientes que cada lunes es una condena. Aquí las personas se apoyan en lugar de ponerse la zancadilla, los jefes lideran en vez de aterrorizar y los errores se ven como oportunidades de aprendizaje en vez de como sentencias de muerte laboral. Hay reconocimiento, claridad en las expectativas y, lo más importante, respeto”.
En un ambiente sano, la gente trabaja mejor porque se siente valorada. No se trata de que todo sea perfecto, pero sí de que haya un clima donde el trabajo fluya sin que parezca un campo de batalla. Al final, la mayor diferencia entre un buen y un mal entorno de trabajo es simple: en uno puedes respirar, en el otro, solo sobrevives.
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Cómo crear un buen entorno laboral
Si no estamos contentos con nuestro entorno laboral, ¿podemos hacer algo para cambiarlo?, ¿cómo podemos contribuir a crear un entorno laboral positivo?
Ana Morales aclara que a veces nos quejamos del ambiente laboral como si fuera culpa del universo, pero lo cierto es que el entorno lo construimos entre todos. No puedes cambiarlo todo, pero sí puedes aportar para que el día a día no se convierta en una pesadilla. ¿Cómo?
- Fomenta el buen rollo: No hace falta que seas la animadora oficial de la oficina, pero un comentario amable, una sonrisa o simplemente preguntar a un compañero cómo está pueden cambiar el tono de un día.
- Evita los chismes y la negatividad gratuita: Hay una diferencia entre desahogarte y pasarte el día criticando. Nada intoxica más un ambiente laboral que los rumores constantes y la gente que siempre tiene algo malo que decir.
- Respeta y hazte respetar: Ser amable no significa permitir que te pasen por encima. Trabajar en equipo no es lo mismo que aguantar cualquier cosa sin decir nada.
- Pon límites: No aceptes que la falta de organización de otros se convierta en tu problema. Aprender a decir “no” o “esto no me corresponde” no te hace una mala compañera, te hace alguien que se cuida.
- Cambia la queja por acción: Si hay algo que no funciona, en lugar de quedarte en el “qué horror de sitio”, intenta proponer soluciones. A veces un simple ajuste puede marcar la diferencia.
- Aporta calma en vez de caos: Si todo el mundo está estresado y tú entras en la espiral, la cosa empeora. Ser una persona que busca soluciones en vez de alimentar el drama ayuda más de lo que crees.
- Cuida tu propio bienestar: No puedes mejorar el ambiente si llegas quemada todos los días. Gestiona tu estrés, pon distancia cuando sea necesario y recuerda que el trabajo es solo una parte de tu vida, no toda tu identidad.
El trabajo no siempre será un paraíso, pero si cada uno aporta su parte, al menos no se convertirá en un infierno.