Cada vez hay más consenso en señalar la soledad no deseada como uno de los aspectos que puede empeorar la salud de nuestro corazón y cerebro. Incluso hay estudios que señalan en que acabar con el aislamiento social es una forma de controlar nuestros niveles de azúcar, lo que pone de manifiesto la importancia de cuidar nuestras relaciones y la calidad de estas, especialmente durante la última etapa de nuestras vidas, en donde se vuelve decisivas para el bienestar físico y mental.
Esta es una de las conclusiones que se derivan del conocido como el estudio científico más longevo de la historia, en el que la Universidad de Harvard observó a un grupo de 700 individuos a lo largo de 86 años, con el fin de obtener información valiosa acerca de la felicidad y cuáles son las variables que pueden incidir en ella. Uno de los directores del estudio, el profesor en psiquiatría Robert Waldinger, destaca que intuían que aquellos que tenían relaciones más cálidas fueran más felices, aunque la sorpresa fue descubrir que también se mantenían físicamente más saludables a medida que envejecían.
El estrés y las relaciones sociales
Una de las conclusiones más reveladoras del estudio de Harvard es cómo el estrés impacta directamente en la salud física. Waldinger, explica que es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones desafiantes. Cuando enfrentamos un problema, nuestro organismo activa la llamada respuesta de "lucha o huida": el corazón late más rápido, la presión arterial aumenta y se prepara para actuar. Sin embargo, lo ideal es que, una vez superado el desafío, el cuerpo regrese a su estado de equilibrio.
El problema surge cuando el estrés se vuelve crónico, algo que puede ocurrir en situaciones de soledad o aislamiento social. El profesor señala que cuando no contamos con redes de apoyo cercanas, como una pareja, amigos o familiares con quienes compartir nuestras preocupaciones, el cuerpo puede permanecer en un estado constante de alerta baja. Esto implica que los niveles de hormonas del estrés, como el cortisol, se mantienen elevados, y la inflamación en el cuerpo aumenta. Con el tiempo, estos factores desgastan sistemas clave, como el cardiovascular y el inmunológico.
Sara Carbonero y su pandilla de amigas en Almería
Foto: saracarbonero
Sorprende saber que la falta de amigos puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, ¿verdad? Pues no sólo Harvard lo corrobora, también un estudio del Centro Médico de la Universidad de Maastricht (Países Bajos), publicado en BMC Public Health. Tras analizar a 2.861 adultos, los investigadores descubrieron que quienes tenían redes sociales más pequeñas presentaban un riesgo significativamente mayor de desarrollar prediabetes o diabetes.
- Las mujeres con menos conexiones sociales tenían un 60% más de riesgo de prediabetes y un 112% más de diabetes tipo 2.
- En hombres, el riesgo aumentaba un 42%, y aquellos que vivían solos enfrentaban un 94% más de probabilidades de desarrollar la enfermedad.
- Cada amistad perdida en una red de 10 personas elevaba el riesgo entre un 5% y un 12%.
Stephanie Brinkhues, autora principal del estudio, destaca que "ampliar las redes sociales y participar en actividades grupales, como clubes deportivos o voluntariado, podría ser una estrategia efectiva para prevenir la diabetes". Además, los investigadores sugieren que los médicos consideren el aislamiento social como un factor de riesgo, especialmente en quienes que viven solos.
Aislamiento social y corazón: un vínculo más peligroso de lo que creemos
Otro de los datos que arrojó el estudio más longevo de la historia sobre la felicidad, es que las personas que viven en soledad pueden ver más afectado el buen funcionamiento del corazón, una idea que se ve reforzada en la revisión de la American Heart Association, publicada en el Journal of the American Heart. Aquí se analizó la relación entre el aislamiento social y la salud cardiovascular, concluyendo que aquellos que viven desconectados tienen hasta un 29% más de riesgo de infarto o muerte por enfermedad cardíaca, y un 32% más de probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular.
La Dra. Crystal Wiley Cené, autora principal del estudio y experta en equidad sanitaria de la Universidad de California, afirma que "El aislamiento social y la soledad son factores críticos, pero subestimados, que dañan directamente el corazón y el cerebro". Y los datos son contundentes:
- Las personas con menos de tres interacciones sociales al mes tienen un 40% más de riesgo de recurrencia tras un evento cardiovascular.
- En pacientes con insuficiencia cardíaca, la tasa de supervivencia a cinco años cae del 79% al 60% en quienes están socialmente aislados.
- La conexión es bidireccional: el aislamiento alimenta la depresión, y la depresión profundiza el aislamiento, creando un círculo vicioso que acelera el deterioro físico.
Pero el impacto no solo se ve en la edad adulta. El estudio revela que el aislamiento en la infancia deja una huella inflamatoria que persiste décadas después, aumentando el riesgo de obesidad, hipertensión y resistencia a la insulina en la madurez. "Es como si el cuerpo nunca olvidara la soledad de aquellos años", señala la Dra. Cené.
Claves para entender la relación entre la soledad y las enfermedades
- Estrés silencioso: La falta de conexión social mantiene elevados marcadores de inflamación y cortisol, desgastando arterias y órganos.
- Hombres en mayor riesgo: La mortalidad prematura por todas las causas es más alta en varones aislados, según el estudio.
- No es solo el corazón: Aunque la evidencia es sólida para infartos y enfermedades cerebrovasculares, aún se investiga su vínculo con demencia o deterioro cognitivo.
Este hallazgo refuerza lo que ya apuntaba el estudio de Harvard: las relaciones no son un plus de bienestar, sino un antídoto para la salud. Cuidar nuestros vínculos, especialmente tras un diagnóstico cardiovascular, podría ser crucial.