De entre todas las cosas que se han dicho de Marilyn Monroe, puede que lo que menos conozcamos de ella es su faceta como amante de la buena cocina. La actriz disfrutaba preparando algunos de sus platos favoritos, del mismo modo que lo hacía comiendo y, aunque tenía que guardar una dieta baja en calorías debido a su trabajo, se permitía de vez en cuando algunos caprichos.

Según sus biógrafos, Norma Jeane —su nombre de pila— era una apasionada de la gastronomía. Aunque Andy Warhol, con su habitual ironía, asegurara que no se le daban bien las sopas, los hechos lo desmienten. En 2021, una subasta reveló dos tesoros: sus ejemplares anotados de 'The New Fanny Farmer Boston Cooking-School Cook Book' y 'The New Joy of Cooking'. Entre sus páginas, manchadas de salsa y tinta, había una lista de la compra escrita con su propia letra—"refrescos, leche, corn flakes, mermelada, café"— y recortes de recetas de lasaña. La actriz presumía de dominar este plato italiano, pero con una particularidad: nunca usaba ajo.  

La lasaña de Marilyn: Un legado sin aliáceos  

En los años 50, la cocina italiana en Estados Unidos ya incluía el ajo como base, pero la actriz lo omitía. ¿Capricho? ¿Cuestión de paladar? Jamás lo sabremos. La lasaña, con sus capas de pasta, queso y ragú, era su carta de presentación en cenas íntimas. Sin embargo, al prescindir del ingrediente más emblemático, Marilyn creaba una versión tan singular como ella: sofisticada, pero accesible; clásica, pero con un toque rebelde.  

¿Por qué ese rechazo al ajo? Las teorías abundan. Algunos apuntan a su preocupación por el aliento —recordemos que su voz susurrante y sus labios entreabiertos eran marcas registradas—. Otros, a posibles molestias digestivas. Lo cierto es que su dieta, lejos de ser convencional, incluía hábitos que hoy levantarían cejas: desayunaba huevos crudos batidos con vitaminas antes de levantar pesas (una práctica inusual para las mujeres de la época), almorzaba chuletas de cordero con hígado, y se permitía helados de vainilla con chocolate caliente como ritual nocturno.   

Marilyn no encajaba en los estereotipos de su tiempo. Mientras las revistas promovían dietas restrictivas, ella fluctuaba entre kilos sin complejos. Su entrenador personal, un adelantado a su época, la guiaba en rutinas de tonificación con pesas, pero sus comidas eran contundentes. El hígado, rico en hierro, y las proteínas del huevo crudo, revelan una gran intuición nutricional. Eso sí, su debilidad por los Hot fudge sundae (helado con salsa de chocolate espeso y nueces) demostraba que, incluso para una diosa, el placer era sagrado.  

Lasaña sin ajo

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El ajo como ingrediente indiscutible y sus grandes beneficios 

María Pastor es nutricionista y bióloga sanitaria y afirma que, aunque Marilyn Monroe evitaba el ajo, el resto no deberíamos hacerlo (salvo alguna condición que nos explicará más adelante). “El ajo (Allium sativum) se ha usado durante miles de años por sus propiedades medicinales y culinarias. De entre sus compuestos, contiene alicina, que se libera cuando lo picamos o machacamos, la cual tiene unas propiedades maravillosas”, y nos las detalla:

  • Antibacteriano y antiviral natural: Ayuda a combatir infecciones, resfriados y mejora la respuesta inmune.
  • Potencial antiinflamatorio y antioxidante: Aliado en tus platos para optimizar una alimentación antiinflamatoria. Como antioxidante, neutraliza radicales libres y ralentiza el envejecimiento celular.
  • Protector para el corazón y la circulación
  • Estimula el funcionamiento de nuestras encimas hepáticas.
  • El ajo contiene compuestos azufrados (además de la alicina, otras como dialil sulfuro) que activan enzimas del hígado responsables de eliminar toxinas del cuerpo, y ayudarnos en el proceso de detoxificación de hormonas (como los estrógenos). Este efecto détox; también favorece una mejor digestión.

¿Cómo potenciar los beneficios del ajo?

María Pastor explica que para aprovechar todas sus propiedades lo mejor es tomarlo crudo y machacado. Por ejemplo, en un pescado, sobre el boniato o en una tostada con aceite, aunque cocinado resultará más suave y digestivo. “Si aun así, no te sienta bien, puedes cocinar con él y retirarlo después. Las sustancias azufradas tan interesantes que contiene habrán pasado al líquido de cocción, pero ojo, estos compuestos son los que dan gases, por lo que si tienes mucha hinchazón o problemas digestivos, puedes probar a pasarlo por la sartén y retirarlo, o usar una ración comedida de ajo en polvo.

Ajo

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Si eres de las que no le gusta el sabor a ajo, Pastor recomienda las cápsulas o tomarlo fermentado, como el ajo negro, que es mucho más suave y digestivo, pero con un gran potencial, aunque tenga menor contenido en compuestos azufrados.

 Cuando evitar el ajo

La experta en nutrición no siempre recomienda incluir el ajo en la alimentación, y nos explica en qué casos suele restringirlo:

  • Estómagos sensibles: Con úlceras, gastritis activas, reflujo acusado.
  • Disbiosis o SIBO en pleno ‘’apogeo’’: Hasta que no mejore ligeramente la microbiota intestinal, en un primer momento del tratamiento, puede ser recomendable evitarlo para manejar mejor hinchazón, gases y malas digestiones.
  • Personas anticoaguladas: En esos casos se evitará tomar en cantidades muy elevadas.
  • Lactancia: Algunas madres notan que el sabor del ajo pasa a la leche y puede hacer que el peque la rechace (aunque esto es muy variable).