La primavera no comienza realmente -y nunca mejor dicho- hasta que las puertas del salón Salle des Étoiles del Sporting Club de Montecarlo se abren para recibir a la flor y nata de la sociedad internacional en el legendario Baile de la Rosa. Es el gran evento del Principado, un festín de opulencia en el que la moda, la música y la realeza se encuentran cara a cara, una noche que siempre intenta superar a la edición anterior en términos de espectáculo. La velada, creada en 1954 por la princesa Grace y convertida en tradición por su hija, Carolina de Mónaco, sigue siendo una de las citas ineludibles en el calendario social europeo. Y este año, el misterio está servido. Poquitas cosas se saben aparte de que la temática es 'Sunset', una premisa que, este año, da lugar a infinidad de interpretaciones.
La expectación es máxima. A escasas horas de que comience el evento, la incertidumbre sobre la temática y los invitados especiales nos tiene en vilo. No ha trascendido nada, ni un atisbo de información más allá de que el diseñador Christian Louboutin será el encargado de elegir la decoración del salón, como viene siendo tradición en los dos últimos años.
Ni un solo invitado especial que nos permita hacer cábalas sobre qué nos espera en esta edición. ¿Será una noche de excesos? ¿Un homenaje a los años dorados de Hollywood? ¿Al celebérrimo filme de Billy Wilder?¿Una oda al futurismo? Lo único seguro es que la princesa Carolina, impecable anfitriona del evento, mantendrá el listón en lo más alto. Pero mientras aguardamos con impaciencia las primeras imágenes de la noche, echemos mano de la hemeroteca para revivir dos momentos memorables que quedaron grabados en los anales de la historia del Baile de la Rosa.
El mono de lentejuelas de Charlene de Mónaco en el Baile de la Rosa 2024
(Gtres)
El "tierra, trágame" de Charlene de Mónaco (2024)
El año pasado, Charlene de Mónaco demostró una vez más por qué es considerada una de las mujeres más elegantes de la realeza. Con una presencia magnética y ese halo de melancolía que la envuelve, la princesa consorte de Mónaco llegó al Baile de la Rosa enfundada en un mono de lentejuelas plateadas de Elie Saab (originalmente , antes de sus retoques, con capa incorporada). Un diseño sublime que realzaba su porte esbelto y que, pese a la temática disco de la noche, no cayó en el exceso.
Sin embargo, lo que parecía una elección maestra se convirtió en un inesperado fashion moment cuando otra invitada, Antonella de Orléans, apareció con el mismo diseño, aunque en otro color. ¡Un infortunio 'estilístico' en toda regla! No es que Charlene perdiera su habitual aplomo —las princesas saben mantener la compostura en cualquier situación—, pero es difícil imaginar que no murmurase para sus adentros: "Vaya por Dios, Antonella, hija mía, ¿no había más vestidos en la colección?". En el mundo de la moda, compartir look con otra invitada puede dar lugar a titulares que, en muchas ocasiones, incluyen el verbo 'eclipsar', pero no fue así.
El vestido de Antonella de Orleans-Borbón idéntico al que llevó Charlene de Mónaco en el Baile de la Rosa en 2024
(Gtres)
La invitada que hizo 'match' con el look de Charlene de Mónaco
Antonella, por su parte, posó para los flashes con una actitud impecable, pues como el color del diseño era distinto y Charlene había prescindido de la capa, apenas se notó. ¿Podemos decir que eclipsó a Charlene? No exactamente, pero el momento fue lo suficientemente embarazoso como para convertirse en uno de los episodios más comentados de la noche. Aunque, visto con perspectiva, no fue para tanto. Después de todo, Charlene es una mujer que ha lidiado con desafíos mucho mayores que una coincidencia fortuita.
El día en el que Carolina de Mónaco le fue infiel a Chanel en el Baile de la Rosa del año 2000
(Gtres)
La ‘infidelidad’ de Carolina de Mónaco a Chanel (2000)
Si hay alguien en la realeza que entiende como un lenguaje, esa es Carolina de Mónaco. Su estrecha relación con Karl Lagerfeld convirtió a Chanel en su segunda piel y en el Baile de la Rosa, el káiser de la moda no solo diseñaba sus vestidos, sino que también supervisaba la decoración de la velada. Por eso, lo que ocurrió en la edición del 2000 fue, en términos fashionistas, algo cercano a una traición.
En un giro inesperado, Carolina optó por dejar a un lado a la maison francesa para enfundarse un diseño de Jean Paul Gaultier que aún hoy sigue siendo recordado. Un vestido que tomaba como inspiración las icónicas camisetas marineras del diseñador: rayas horizontales, escote barco, mangas largas y una falda de plumas de avestruz que añadía dramatismo al conjunto. Fue un look tan inesperado como brillante. Un manifiesto de moda en el que Carolina dejó claro que, si bien Lagerfeld era su confidente estético, ella tenía la inteligencia suficiente para jugar con otros códigos estilísticos.
La sorpresa fue mayúscula. La sala de las estrellas del Sporting Club, con su decorado típicamente Chanel, contrastaba con el atrevimiento de Carolina. Algunos lo vieron como un guiño a la independencia de su armario, otros como un desafío sutil, y los más pragmáticos lo interpretaron como un simple experimento con la moda. Pero lo cierto es que aquel vestido pasó a la historia como uno de los grandes momentos del Baile de la Rosa. Poco después, el vestido lo llevó la mismísima Salma Hayek en la portada de la revista Elle. ¡Ahora es una joya!