Cuando el reloj marca el inicio de un nuevo año, las miradas del mundo se posan en las familias reales que mantienen vivas tradiciones centenarias. En Dinamarca, el cambio de calendario no solo representa un nuevo ciclo, sino también una oportunidad para desplegar la elegancia y majestuosidad que caracteriza a su monarquía. La cena y mesa anual de Año Nuevo en el Palacio de Christian VII, ubicado en el complejo de Amalienborg en Copenhague, se erige como uno de los eventos más esperados de la agenda real. Presidida por la reina Margarita II, acompañada por el rey consorte Federico y la siempre impecable reina Mary, este evento congrega a las figuras más destacadas del gobierno danés, incluyendo a la presidenta del Parlamento, Mette Frederiksen, y otros representantes oficiales. Es, sin duda, una noche en la que el glamour toma las riendas de los estilismos.
Este año, el terciopelo se erigió como el tejido protagonista de la velada y se convirtió en el único tejido que eligieron las royals para transmitir lujo y calidez en las frías noches de invierno escandinavo. La familia real danesa, conocida por su exquisito sentido de la moda, no decepcionó y ofreció un despliegue de estilismos muy similares, por no decir 'cortados por el mismo patrón'. Eso sí, de distintos colores, desde el azul celeste de Margarita hasta el audaz terciopelo azul verdoso de Mary. ¿Había un dress code que exigía el uso de terciopelo? Lo desconocemos, pero parece hecho a propósito.
Mary de Dinamarca combina terciopelo azul verdoso y encaje para comenzar el 2025
La verdadera estrella de la noche fue la reina Mary, quien, una vez más, demostró por qué es considerada un ícono de estilo dentro y fuera de Dinamarca. Su elección de un vestido de terciopelo azul verdoso, con detalles de encaje que adornaban los brazos y la parte superior del busto, fue un acierto absoluto. Este diseño logró fusionar lo clásico del velvet con lo contemporáneo de la tendencia boudoir que tanto ha triunfado el último año. El terciopelo, un tejido tradicionalmente asociado con la realeza, adquirió una nueva dimensión gracias a los delicados detalles de encaje que aportaban un aire de ligereza y dejaban entrever parte de los brazos y el escote de la reina.
El vestido, además, fue complementado con una tiara de diamantes y esmeraldas que destellaba en perfecta armonía con los tonos profundos de la prenda, así como un maquillaje impecable que resaltaba sus facciones. La australiana, con su característico porte y carisma, logró que cada paso suyo fuera un momento digno de fotografiar. Su elección fue una declaración de intenciones: modernidad y tradición pueden convivir en perfecta armonía en noches de gala.
Margarita de Dinamarca se decanta por el azul celeste y un abrigo de pelo marrón
La reina Margarita, como siempre, apostó por los tonos alegres. Son muy pocas las veces que hemos visto a la emérita lucir un estilismo apagado y se mantuvo en su línea. Su elección de un vestido en azul celeste, complementado con un abrigo de pelo marrón que irradiaba buena energía y dejó claro que la monarca sabe cómo mantenerse fiel a su estilo sin perder el foco. Este tono suave combinaba a la perfección con las joyas: pendientes de zafiros y tiara de diamantes. El abrigo, con su textura lujosa, no solo aportó un guiño a la funcionalidad del vestuario en climas gélidos, sino también un toque de esa teatralidad que cualquier tejido 'furry' aporta.
Benedicta de Dinamarca: terciopelo morado y estola de pelo blanco
Si alguien se atrevió a romper moldes, esa fue Benedicta de Dinamarca. Con un vestido de terciopelo morado que competía directamente con el de su hermana. La textura rica del terciopelo, combinada con una estola de pelo blanco transmitió un aire de lujo sin concesiones. Remató el look con la espectacular tiara Frinde y una choker de varias capas de perlas.
La princesa Marie, de azul eléctrico: su vestido más sobrio
La princesa Marie optó por un enfoque más minimalista con un vestido en azul noche que estaba firmado por la diseñadora Rikke Gudnitz y que destacó por su sobriedad y líneas limpias. Este diseño, desprovisto de adornos innecesarios, dejaba que las joyas, los galones y la tiara (prestada por Margarita) brillaran por sí mismos. El vestido destacaba la silueta y la belleza natural de la princesa y demostró que menos puede ser más cuando hay que lucir este tipo de ornatos. La elección de este color vibrante, aunque sencillo, hizo que su look se viera más limpio y minimalista que el de sus compañeras de cena.