RTVE ha presentado en Cannes Ena, la ficción que aborda la vida de Victoria Eugenia, una de las reinas españolas más desconocidas y qué más difícil lo tuvo durante su reinado. La serie, que es una adaptación de la novela homónima de la periodista Pilar Eyre, está dirigida por Javier Olivares que ya cosechó un gran éxito con El Ministerio del Tiempo, entre otros trabajos.
Victoria Eugenia de Battenberg nació el 24 de octubre de 1887 en el palacio de Balmoral, en Escocia, residencia de su abuela la Reina Victoria de Reino Unido. Victoria, o Ena como la llamaban en su familia, fue fruto de un matrimonio morganático, que es el palabro que se utilizaba para definir a matrimonios entre personas de distinto rango. Su madre, Beatriz, princesa de Reino Unido por nacimiento y su padre, Enrique de Battenberg, un aristócrata alemán.
La historia de cómo conoció a Alfonso XIII, terminó casándose con él y viviendo las horas más convulsas de la monarquía española en el S.XIX son parte de la fascinante vida de la abuela de Juan Carlos I que terminó muriendo en el exilio en Lausana en 1969.
El inicio de una historia de amor y desengaños
Corría el año 1905 cuando Victoria Eugenia fue invitada a una cena de gala en el Hôtel du Palais de Biarritz a la que también estaba invitado el rey español, Alfonso XIII. Para aquel entonces el Rey tenía ya 19 años y a pesar de un físico no demasiado agraciado, era considerado una especie de playboy, una suerte de partidazo que había nacido ya con la corona puesta. Su madre, que fue regente durante toda su infancia, María Cristina, estaba acostumbrada a hacer y deshacer a su antojo por aquello de los años de regencia y pensaba que también podía decidir con quién entroncaría su hijo en real matrimonio.
Para desgracia de la Reina María Cristina, en aquella cena de gala se cruzó en la vida de Alfonso una joven princesa inglesa de nombre Victoria Eugenia. Para María Cristina aquella era una pésima opción, argumentos en su contra tenía para elegir. Para empezar, profesaba una religión distinta a la de Alfonso, era anglicana, para continuar provenía de un matrimonio morganático en el que la familia real británica emparentaba con una a la que María Cristina consideraba unos advenedizos venidos a menos, los Battenberg, y para acabar, se sabía que las descendientes de la Reina Victoria de Reino Unido portaban en su ADN el mal de la sangre, la hemofilia. Ninguno de estos argumentos fue definitivo y, aun así, conversión católica mediante, Alfonso XIII y Victoria Eugenia terminaron casándose en los Jerónimos de Madrid el 31 de mayo de 1906.
El oscuro presagio de la boda real
La mañana del 31 de mayo mientras el cortejo nupcial que llevaba a los novios transitaba las calles madrileñas, como una suerte de aviso cósmico sobre el futuro de la pareja y la institución, un artefacto explosivo escondido en las flores de un ramo arrojado de un balcón explotó entre la muchedumbre que se agolpaba para ver pasar a los Reyes recién casados. Hubo muertos y heridos, pero la pareja salió ilesa. Con los años llegaron los hijos, pero también las infidelidades. Alfonso XIII, buen Borbón, simultaneó diversas relaciones durante su matrimonio, algunas de ellas incluso tuvieron como resultado hijos fuera del matrimonio, como con Carmen Moragas.
De los hijos que tuvieron durante su matrimonio, cinco, tres hombres y dos mujeres, los dos mayores y el pequeño nacieron con hemofilia heredada de la línea de sangre materna. Alfonso, el mayor, falleció prematuramente en un accidente de circulación, el segundo, Jaime, también hemofílico, nació sordomudo, motivo por el cual se le pidió renunciar a sus derechos dinásticos como Príncipe de Asturias. Por estas triquiñuelas de la genética y el destino, Juan, el tercero de los hermanos, y el único sin hemofilia, terminó llevando el título de heredero como Príncipe de Asturias. Gonzalo, el pequeño, murió también prematuramente por complicaciones derivadas de su condición de hemofílico. La Reina Victoria Eugenia jamás se perdonó pasar esa terrible herencia a sus hijos y el Rey Alfonso XIII, también le guardó rencor por esta triste enfermedad. El matrimonio dejó de tener intimidad después del nacimiento de su hijo menor, algo que parece haberse repetido con Juan Carlos I y la Emérita Sofía.
Cuando en abril del 31 se proclamó la Segunda República, Alfonso XIII dejó el país dejando atrás a su mujer y a sus cinco hijos, un bonito detalle de un hombre que emprendía una huida hacia delante en la que su familia no parecía jugar un papel protagonista. Después de esta salida del país llegaron los años del exilio y en el exilio, el divorcio. Victoria Eugenia terminó tan cansada de desplantes y feos que abandonó a su marido y se fue con su madre a Inglaterra y desde allí le pidió el divorcio y la devolución de la dote que presentó para la celebración de su matrimonio con intereses de los 24 años que habían pasado juntos, además de una pensión compensatoria. La historia hizo las delicias de la prensa de la época para la que Alfonso XIII era una especie de personajucho caído en desgracia. Cuentan que la última vez que Victoria Eugenia vio a Alfonso XIII le dijo ‘¡no quiero volver a ver tu fea cara nunca más!’.