Corría el año 1995 cuando se celebraba la primera boda real en años en España, la primera desde la llegada de la Democracia. La Catedral de Sevilla se engalanaba para acoger el católico, apostólico y romano enlace de la Infanta Elena y un joven aristócrata soriano llamado Jaime de Marichalar. Aquel era el broche de oro a una historia de amor que hacía sonreír a la primogénita de Juan Carlos y Sofía, que llevaba una curiosa lista de desengaños a sus 32 años. El día de esa boda Juan Carlos I acompañaba a su hija al altar con el brazo escayolado debajo del uniforme pero contento de saber que por fin le daba a Elena la boda con la que ella siempre había soñado.
Durante sus años de juventud la Infanta no llevaba demasiado bien el saberse foco de interés para la prensa gráfica, de hecho, llegó a quejarse a su padre, el Rey Juan Carlos I, porque según ella alguna relación se le había malogrado por no poder contener a la prensa que buscaba fotografías de la Infanta y sus conquistas. Sea como fuere, aquel 18 de marzo Elena caminó al altar de la Catedral de Sevilla del brazo de su padre, con un diseño de Petro Valverde, el velo de su abuela y todos los españoles lo vieron desde sus casas gracias a la transmisión de TVE dirigida por la brillante Pilar Miró. Tristemente, doce años después llegó aquello del “cese temporal de la convivencia” y dos años más tarde el divorcio.
Pero el paso de Jaime de Marichalar por la vida de la Infanta Elena no se saldó únicamente con una boda de cuento de hadas y dos hijos en común: el estilo de la Infanta sufrió una evidente transformación que la llevó a colocarse como una de las royals mejor vestidas de Europa a principios de los 2000.
La revolución del personal estilo de la Infanta Elena
La forma de vestir de la Infanta Elena en su juventud era un desastre, tampoco es que la hija mayor de la Reina Sofía pareciese mostrar demasiado interés por la moda. Era habitual verla con ropa que no era adecuada para su edad, abusando de estampados terroríficos, con cortes de vestidos que le ponían años encima o que sencillamente no le quedaban bien. Pese a su juventud, muchas veces vestía en ocasiones oficiales piezas del armario de su madre que lejos de favorecerla la escondían detrás de metros de tela que la “ameninaban” (entiéndase la expresión). Al poco de conocer a Jaime de Marichalar, un joven soriano que trabajaba como banquero, pero estaba muy relacionado con el mundo de la moda, el estilo de la Infanta comenzó a florecer.
Según su relación con Jaime iba avanzando el estilo de Elena iba depurándose. Decía adiós a los maxivestidos heredados de su madre para decir hola a los conjuntos dos piezas con aire Chanel. También la melena de la primogénita de Juan Carlos I experimentó un cambio: pasó de ser fosca y casi siempre bajo una diadema o al aire, a estar perfectamente peinada y casi siempre con coleta o trenza, dejando atrás ese efecto fosco que tan poco la favorecía. Podemos decir que Elena pasó del más es poco al menos es más y comenzó a sentirse cómoda con tendencias más adecuadas para su edad: chaquete y pantalón, faldas cortas, bolsos como el icónico Lady Dior, etc.
El día de su boda Elena acertó de pleno con un atemporal diseño de Petro Valverde con cuello cuadrado que sigue estando vigente a día de hoy porque ha envejecido estupendamente. La Infanta comenzó a ser una de las royals mejor vestidas en cada ocasión a la que asistía. Era habitual verla vestir con los mejores conjuntos dos piezas de falda y chaqueta de los diseñadores más deseados como Lacroix, que fue una de sus firmas de confianza, o auténticas joyas de Oscar de la Renta. También en las ocasiones de gala encontró su sello particular: vestidos espectaculares y toreras superpuestas o chales de ensueño. Siempre todo con clara inspiración española: aires goyescos, abanicos, color capote, detalles como un mantón de manila, lo mejor del made in spain.
Victoria Federica, la heredera del amor de Jaime por la moda
Si Jaime ejerció de una suerte de Pigmalión con la Infanta Elena, para su hija ha sido el gran promotor del amor por la moda, como ella misma contó en el podcast de Vicky Martín Berrocal la pasada temporada. Es habitual verlos juntos asistiendo a las semanas de la moda en Madrid o en París, donde Jaime conoce a todas las casas de moda ya que trabaja como consejero del conglomerado LVMH que agrupa a marcas tan emblemáticas como Dior, Louis Vuitton, Givenchy o Fendi. Durante su matrimonio era la Infanta Elena quien lo acompañaba a los desfiles de la semana de la moda luciendo lo mejor de las tendencias del momento adaptado a su estilo. Con su divorcio, Elena de Borbón no solo se separó de Jaime sino también de la moda.
Actualmente ha vuelto a su fosca melena al aire y ha dejado de lucir un estilo tan pulido y elegante como durante su matrimonio con Jaime de Marichalar para abrazar muchos desastres estilísticos y alguna honrosa excepción que hace atisbar algún destello de aquella dorada época estilística. Si en aquella época la Infanta estaba abonada a los dos piezas estilo Chanel ahora está abonada a los sombreros imposibles y cualquier complemento que lleve estampado en el una bandera de España, lo mismo da una pulsera, que un bolso, que un cinturón… Los estampados no son tampoco el mayor fuerte de la Infanta, pero sí es cierto que de vez en cuando consigue llevar con acierto las tendencias más enrevesadas, aunque nada es igual desde aquel “cese temporal de la convivencia” con la moda…