Esta semana comienza la etapa final de la formación naval militar de la Princesa de Asturias. Leonor, al igual que sus compañeros guardiamarinas, se embarcará en el Juan Sebastián Elcano para comenzar una travesía de más de 20.000 millas marinas en las que recorrerá durante medio año latitudes comprendidas entre España y Nueva York. Por el camino atracarán en países como Chile, Colombia, Brasil o Perú mientras continúan con su formación como guardiamarinas el ejército español.
La Princesa se enfrentará a una situación nueva, porque si bien es cierto que lleva dos años acometiendo su formación castrense en academias militares, hasta ahora podía pasar fines de semana en casa con sus padres o salir de los centros de formación para tener ratos de asueto con sus compañeros, como ha hecho por Zaragoza o Pontevedra. En esta nueva situación de su formación, Leonor no tendrá la posibilidad de repetir estos momentos distendidos lejos de su centro de formación ya que se encontrará a bordo de un barco con el resto de sus compañeros y superiores en medio del océano.
¿Es fácil lidiar con este tipo de situación? ¿Se puede una sentir sola en medio del océano rodeada de casi desconocidos? ¿Qué puede hacer Leonor para mitigar este sentimiento de soledad? ¿Es más dolorosa la soledad cuando no es elegida? Nuestra psicóloga de cabecera, Lara Ferreiro, nos da las claves sobre cómo la Princesa puede gestionar esta soledad de la mejor manera.
“La disciplina militar puede limitar las posibilidades de establecer vínculos profundos con sus compañeros”
Lo primero que Lara Ferreiro, psicóloga y autora de‘Adicta a un gilipollas’ (Grijalbo, 2022) me cuenta es que “la distancia de su familia y amigos le va a generar sentimientos de abandono y nostalgia, especialmente en una etapa clave de su desarrollo personal”. Precisamente sobre la etapa vital de la Princesa, Lara destaca que “está en la flor de la juventud y es una etapa que puede ser muy bonita si se vive en el entorno adecuado, pero también muy dura, si no se dan los condicionantes esenciales para garantizar su estabilidad emocional”.
Además, las interacciones en un ambiente disciplinado y jerárquico “suelen ser demasiado formales, lo que puede limitar las oportunidades de establecer vínculos profundos y cercanos con sus compañeros”, según nuestra experta. Además, según Ferreiro “esto se traduce en que Leonor puede estar confinada en un ambiente rodeado de personas, en su mayoría hombres (serán 67 hombres frente a 9 mujeres los que completen su formación en el buque), con los cuales no llegar a poder establecer ningún tipo de amistad verdadera y en la que pueda sentirse segura y con confianza”.
Llegados a este punto, Lara Ferreiro nos advierte que “sería muy normal que experimentara una sensación de soledad e introspección que pudiera hacerla tomar decisiones que, en otro momento y lugar, quizás no tomaría. Esta soledad y a la vez, aislamiento, puede hacer que desarrolle sentimientos muy profundos por alguno de sus compañeros”. Nuestra psicóloga señala que “está demostrado científicamente que pasar más de 200 horas con compañeros de trabajo o de estudio puede generar oxitocina en nuestro cerebro, la hormona del amor, haciendo que nos enamoremos de esos compañeros o que sintamos atracción sexual”.
El impacto de la soledad prolongada y cómo afrontarla
Según nuestra psicóloga de cabecera, “la soledad prolongada durante 6 meses puede provocarle episodios de tristeza profunda, especialmente si no hay espacios seguros o personas con las que pueda expresar libremente sus emociones o compartir sus preocupaciones”. Además, hay trastornos en los que es más fácil caer en estas situaciones. “El principal trastorno que puede sufrir la princesa Leonor es la autofobia, es decir, el miedo irracional a quedarse sola, incluso a estar solo durante solo unas horas”.
Pero este no es el único problema de salud que podría acarrear esta experiencia “tanto tiempo a bordo del buque y rodeada del océano, también puede generar otro tipo de trastornos en la princesa Leonor, como la Talasofobia (miedo al mar abierto, al océano, a su inmensidad y a lo desconocido que se encuentra debajo de la superficie), claustrofobia (miedo a los espacios cerrados), el síndrome de la cabina (miedo a estar encerrado en espacios muy pequeños durante mucho tiempo), o la Brontofobia (miedo a las tormentas por la vulnerabilidad de estar en alta mar durante una fuerte y peligrosa tormenta)”.
Pero no todo es negativo, según Lara “si Leonor aprende a gestionarla, puede utilizar este tiempo de soledad como una oportunidad de crecimiento para evolucionar como persona. Esta soledad no deseada puede convertirse en una herramienta para su autoconocimiento y su fortalecimiento personal si aprende a gestionarla sin que los sentimientos negativos la acaben desbordando” Y para ello, nos facilita unos tips para que tanto Leonor como sus compañeros sigan y conviertan esta experiencia en un momento de crecimiento:
1. Aceptar la situación y encontrar propósito.
2. Mantener conexiones significativas.
3. Desarrollar una rutina equilibrada y priorizar su autocuidado.
4. Cultivar la resiliencia emocional.
5. Buscar apoyo emocional.
6. Mantener la perspectiva a largo plazo.