Se cumplen diez años de los Reyes Felipe y Letizia en el trono. Una década llena de historias y desafíos apasionantes que han marcado especialmente a la soberana consorte. Una mujer que no nació para esto, plebeya, sin sangre azul, pero que ha logrado encontrar su sitio a base de prueba, error y también mucho tirón.
Y en todo este largo camino no ha sido (solo) la perfeccionista obsesiva que muchos han pintado, sino también una mujer perfectamente humana, con todo lo que conlleva el término.
El aniversario de la proclamación, que se conmemora el 19 de junio, nos empuja a hacer un balance y un análisis de algunos detalles en especial. Por ejemplo, de esos momentos en los que la Reina Letizia ha bajado del pedestal y no ha estado tan acertada. El camino ha estado jalonado de éxitos y pequeñas derrotas, de las que ha extraído valiosas lecciones.
Todo esto solo pone en valor justamente que casi todo el tiempo sí lo hace bien. Muy bien.
El camino de espinas de la Reina Letizia hacia el trono
Nuestra conclusión es que la transformación de la Reina Letizia es radical. No hablamos solo del físico, que también, sino de algo más profundo. En su evolución vemos el paso de la rigidez e inexperiencia inicial al control y serenidad que destila en la actualidad. Hasta el punto de que Letizia se ha convertido en una de las monarcas más icónicas del mundo. Otra cosa es que este proceso haya tenido un coste de sangre, sudor y lágrimas.
Letizia ha pasado de princesa a reina gracias a un enorme esfuerzo. Letizia no era ni una principiante ni una jovencita inocente, pero su desembarco en la realeza española, allá por 2003, vino trufado de una opinión pública que se le oponía de cara. Que si la nieta del taxista, que si la periodista divorciada... No fue nada fácil.
Ahora todo el mundo le reconoce su valía, su profesionalidad y su entrega, pero no siempre fue así. En una época tuvo que echar genio y figura para capear el temporal.
Tras una década coronada puede saborear el triunfo y presumir de un balance súper positivo. Sí, incluyendo esos momentos incómodos en los que ha dejado traslucir que también es 'humana' y que ha metido la pata.
La Reina Letizia es famosa por su afán de perfeccionismo, pero esto curiosamente le ha forzado a cometer algún que otro traspiés. A veces ha mostrado su vulnerabilidad, su incomodidad y hasta su enfado. Como dijo aquel, "nadie es perfecto". Esto la iguala al resto de los mortales.
Su rostro de piedra el día más importante de la Princesa Leonor
Si hablamos de enfados, el primero que nos viene a la mente es bastante reciente. El pasado 31 de octubre, cuando la Princesa Leonor juraba la Constitución en su 18 cumpleaños, el semblante serio, adusto y seco de la soberana dio la vuelta al mundo. ¿Qué le ocurría para estar así en un día histórico con su hija como protagonista?
Hay diferentes versiones: una dice que la Reina se encontraba resfriada, mal; otra que estaba fastidiada tras los ataques que estaba sufriendo esos días por parte de su excuñado Jaime del Burgo. Sea como fuere, en el Palacio Real hasta se pilló a Leonor abrazando a su madre, como confortándola.
Más atrás en el tiempo encontramos otro renuncio. Nos vamos al acto oficial de la firma de abdicación del Rey Juan Carlos, el 18 de junio de 2014, en el Palacio Real. Era la víspera de la proclamación. En un lugar destacado estaban Don Juan Carlos y Doña Sofía y Don Felipe y Doña Letizia.
La solemne ocasión dejó para la anécdota un sutil, pero significativo detalle: el soberano saliente no dedicó una sola mirada a su nuera y futura reina consorte. Esta, por su parte, también mantuvo un rictus algo más rígido de lo estrictamente protocolario.
Cuentan que el ahora emérito supuestamente señalaba a Letizia como una de las mayores influencias en desear su salida del cargo, a la que él más bien se vio forzado, pues su intención hubiera sido morir reinando.
El rifirrafe de las dos reinas en Palma de Mallorca
No obstante, el peor tropiezo de la Reina Letizia fue el famoso rifirrafe que protagonizó con la Reina Sofía a las puertas de la catedral de Palma tras asistir a la Misa de Pascua, en abril de 2018.
Su suegra, la abuela, quiso hacerse una foto con sus nietas Leonor y Sofía, mientras Letizia se empeñaba con insistencia en impedirla. Aquello provocó una situación surrealista. A Letizia le llovieron críticas de todas partes, dentro y fuera de España, y le ocasionó una grave crisis de reputación.
Una de las más contundentes contra ella fue Marie Chantal Miller, esposa de Pablo de Grecia, primo hermano del Rey Felipe, quien compartió este mensaje en su cuenta de Twitter: "Ha mostrado su verdadero rostro". La frase desató otra polémica y una rivalidad entre ambas que todavía colea.
La reconciliación pública de la Reina Letizia y Marie Chantal Miller
Aunque en honor a la verdad, Letizia y Marie Chantal ya han hecho las paces. Al menos de cara a la galería. La gran reconciliación entre estas dos tótems 'royals' se produjo en enero de 2023, la víspera del entierro de Constantino de Grecia, en Atenas. Tras una cena en familia, las dos mujeres salieron del restaurante juntas, sonrientes y agarradas del brazo. Lanzando un claro mensaje al mundo: aquí no pasa nada, somos amigas.
Esta imagen volvió a dar tranquilidad a ambas familias en un momento delicado. La verdad es que el reencuentro público entre Letizia y Marie Chantal no ha vuelto a repetirse. Ni siquiera el pasado marzo, cuando se celebró una misa en honor del exmonarca heleno en Windsor. Estaban juntas, pero no revueltas.
Quizás tengamos ocasión de verlas de nuevo compartiendo plano en la boda de la princesa Theodora de Grecia, que tendrá lugar en Atenas a finales de septiembre próximo.
Dos gestos de amor inolvidables
Durante todo este tiempo si hay algo que ha permanecido inamovible es el amor que se profesan Felipe y Letizia. Fueron unos príncipes enamorados y ahora son unos reyes cómplices, unidos y fuertes.
Eso es al menos lo que dejan traslucir en multitud de pequeños gestos que algunas veces se escapan a la formalidad de sus compromisos. Miradas, confidencias y galanterías están a la orden del día. Son unos monarcas que no se cortan en darse la mano al caminar y esto es algo que, salvando las costumbres de los tiempos, jamás vimos en los eméritos.
El pasado 22 de mayo los Reyes festejaron su 20º aniversario de matrimonio protagonizando un posado inusual, acompañados por sus dos hijas, en los Jardines del Campo del Moro del Palacio Real de Madrid.
Una sesión natural, sin alambiques, que reflejaba a la perfección el buen momento que atraviesan como pareja, con sus hijas ya mayores volando fuera del nido y ellos asentados en el trono como un equipo bien compenetrado.
Podríamos rescatar decenas de momentos preciosos entre Don Felipe y Doña Letizia, pero nos vamos a quedar con un par de ellos. El primero se produjo durante la fiesta de despedida de su viaje de Estado a Países Bajos, el pasado abril.
El Rey no dudó en abrazar por la cintura a su esposa ante las cámaras, en una pose romántica y práctica a la vez, pues la soberana había sufrido un brote de dolor de pies y pasó un viaje complicado, que hasta la obligó a asistir sentada al besamanos previo al banquete de gala. Así parecía sujetarla, sostenerla y ayudarla a aliviar el peso sobre el tacón. Un gesto dos en uno que fue muy alabado.
Otro gesto de amor que nos encanta y dice mucho de su relación lo captó Robert Smith, fotógrafo de SEMANA, a la salida de los Premios Princesa de Asturias en 2020. En plena pandemia, con la ceremonia reducida a la mínima expresión, las mascarillas en el rostro y todo el protocolo sanitario activo, los Reyes fueron sorprendidos en esta tierna postura.
La Reina Letizia caminaba del brazo de su esposo y decidió apoyar su cabeza en su hombro, como respirando aliviada después de que todo hubiera salido bien... De nuevo tuvimos la sensación de que los dos funcionan como uno solo y que la consorte también es capaz de soltarse en público y mostrar sus sentimientos. De hecho, cada vez más.
Los veinte años de Letizia en la monarquía española
La Reina Letizia lleva diez años demostrando su valía en un puesto difícil para el que ha tenido que prepararse y dejar su propia huella. Atrás queda aquella Letizia que caía mal, por lo que fuera e hiciera lo que hiciera.
Al principio no se le perdonó ser una mujer de carácter y con voz propia. Cuando aquella periodista, vestida con traje de pantalón blanco de Armani, hizo 'callar' a su prometido Don Felipe en la pedida de mano, en el palacio de El Pardo, se percibió como algo negativo.
Donde había una reacción natural se le puso el adjetivo de mandona. No empezó con buen pie. A partir de ahí Letizia tendría que aprender a remontar la percepción del pueblo sobre ella y a callar, lo que o ya le resultaba más complicado.
Entonces dirigía la Jefatura del Estado el Rey Juan Carlos, acompañado por la Reina Sofía, el "ejemplo impagable" de Letizia. Y todo el mundo sabe que suegro y nuera nunca congeniaron bien. Sus gestos en público, por mucho que se empeñaran en ocultarlo, nunca parecían verdaderamente sinceros y genuinos. Y podríamos decir que la situación se ha alargado hasta nuestros días.
A veces se han limitado a la pura cortesía y en otras ocasiones ni siquiera han disimulado. En esa época, el ahora emérito era particularmente duro con Letizia, ignorándola más de la cuenta cuando tenía la sartén por el mango. Ahora, como bien sabemos, han cambiado las tornas por completo.
Si había alguien que confiaba ciegamente en Letizia, el más importante, ese era Don Felipe. El eterno príncipe de oro de la realeza europea luchó por ella frente a todos, en especial frente a su padre, después de queno hubieran prosperado otros noviazgos anteriores más o menos serios (Isabel Sartorius, Eva Sannum...) Letizia era la definitiva y la elegida por su corazón. No se equivocó.
Veinte años después de su boda en la catedral de La Almudena de Madrid, el tiempo les ha dado la razón. Esa es su gran satisfacción.
Letizia se alza más segura que nunca. Dueña de su agenda y de su destino. Ella hace lo que quiere y cómo quiere. Por supuesto, atenta a las reglas de la monarquía que un día heredará su hija mayor, la Princesa Leonor. Atenta a cuidar la institución, respetarla y legarla sin tacha junto al Rey Felipe.
Sus Majestades forman un equipo sólido y han conseguido darle una vuelta fundamental a la Corona después del escandaloso último periodo de reinado de Don Juan Carlos. Siempre juntos. Todavía están en ese camino, trabajando día a día, en estos tiempos en los que no se puede dar nada por sentado.
La Reina Letizia ha acabado elevándose como la consorte que posiblemente más ha pintado en la historia de la monarquía española. Sus méritos superan en mucho a sus pasos en falso, pero es justamente en su humanidad cuando se revela imperfecta y más cercana para un pueblo que ha terminado por empatizar mucho más con su figura.