Cuando la Infanta Elena nació la vida era distinta. Su padre no era Rey, ni ella era heredera al trono. No lo fue nunca, lo puso como condición su padre a los padres de la Constitución “mi hija no está en condiciones de reinar”. Los primeros años de su vida trascurrieron como una niña normal (todo lo normal que puede ser el hecho de ser hija de un príncipe). No fue hasta casi cumplir los doce que un día, el servicio que trabajaba en casa comenzó a llamarla “alteza real” y a tratarla como tal. La vida había cambiado, todavía era pronto para saber si para bien o para mal.

En noviembre de 1975, cuando su padre se convirtió en Rey, Elena vio que, pese a haber nacido la primera, su papel en la Familia Real iba a ser secundario, el de Infanta de España. Desde ese momento su presencia y la de su hermana se diluía para dejar paso y espacio a su hermano Felipe, que estaba llamado a un día ser Rey. A pesar de todo, Elena siempre tuvo algo a ojos de sus padres que nunca pudieron quitarle: el cariño de haber sido la primera en nacer. Con ella los entonces príncipes Sofía y Juan Carlos se convirtieron en papá y mamá y además, con su padre siempre tuvo una afinidad especial.

Ahora, al cumplir los 61 posiblemente la vida sea de nuevo muy diferente de la que imaginaba en su día. Divorciada, con un hijo viviendo en Abu Dabi con su abuelo, ya emérito. Un hermano en el trono al que se refiere como “el Rey”, marcando una locuaz distancia. Una madre que vive humillaciones públicas por las relaciones extramatrimoniales de su marido que se airean de viva voz de las amantes. En definitiva, Elena vive en un limbo real donde ya no tiene nada que ver con la Familia Real y donde su añoranza de otros tiempos ya no tiene cabida en una familia cada vez más fragmentada. Ahora, gracias a la ayuda de la grafóloga, perito calígrafa y experta en Técnicas Proyectivas Gráficas, Macarena Arnás nos adentramos en su personalidad a través de su puño y letra.

La Infanta Elena en compañía de su hija Victoria Federica en un sorteo solidario de capones en favor de los damnificados por la DANA en Valencia.

La Infanta Elena en compañía de su hija Victoria Federica en un sorteo solidario de capones en favor de los damnificados por la DANA en Valencia.

Gtres

Una mujer sensible, espontánea y con tendencia a decir lo que piensa

Lo primero que llama la atención de Macarena Arnás, autora de ‘Las firmas de Napoleón, Stalin, Hitler, Elvis... y otras historias de la grafología’ (Arcopress, 2024) al comenzar el análisis de la grafía de la Infanta Elena es “el predominio de formas curvas junto a una cohesión mixta de las letras y guirnaldas, gestos gráficos que reflejan sensibilidad, carisma y espontaneidad, pudiendo en ocasiones decir lo que piensa sin pensar”. Si tiramos de hemeroteca, estos rasgos que Macarena destaca de la personalidad de Elena cuadran perfectamente con muchos de los momentos públicos que ha protagonizado a lo largo de su vida. Además, “la barra alta de la letra “t” reveladotes de liderazgo y rebeldía, que no le gusta acatar órdenes ni que le digan lo que debe hacer”.

Felicitación navideña del puño y letra de la Infanta Elena en el año 2012

Felicitación navideña del puño y letra de la Infanta Elena en el año 2012.

Casa Real

La Infanta Elena guarda la costumbre de enviar felicitaciones navideñas o tarjetas de agradecimiento escritas de su puño y letra, eso sí, siempre estampado con su firma. A la hora de analizar esta seña de identidad de la Infanta, Macarena Arnás destaca que “la firma no ha cambiado en relación con los últimos años, y el nombre está por encima de “Infanta de España” lo cual refleja que se mantiene fiel a su propia esencia y que para ella es más importante su vida personal que su imagen pública o profesional”. Antes que Infanta de España, Elena de Borbón.

Los secretos de su rúbrica

Más allá de la falta de evolución en su firma, la creadora de "La magia de las letras"  destaca que “es una rúbrica sencilla en forma de subrayado y predomina la letra ligada, todo ello indica cercanía, un carácter sociable y mayor dependencia de los suyos”. Además, Arnás destaca que la Infanta Elena “es familiar y en el terreno íntimo predomina un pensamiento lógico, pudiendo tener la necesidad constante de querer entender sus emociones”. La necesidad de autoconocimiento sería una gran asignatura pendiente para la Infanta según lo que Macarena Arnás extrae del análisis de su firma.

Para acabar, nuestra experta grafóloga remata destacando que “las letras bailan un poco, trazos que vuelven a indicar espontaneidad y emotividad”. Y pone énfasis en que “cabe destacar el punto con el que finaliza la firma, que indica que, aunque es cercana y familiar, también puede llegar a ser tajante y observadora, con facilidad para poner límites y cortar situaciones cuando sea necesario, es directa”. En definitiva, una mujer con una gran carga emocional, en búsqueda de comprender sus emociones y con tendencia a hablar sin pensar.