A lo largo de toda su trayectoria como reina de España, Doña Sofía (85) ha recibido numerosos reconocimientos por su impecable labor y su carácter humano, sin embargo, el último premio concedido ha tenido un significado muy especial para ella. El pasado 29 de febrero, la Reina Sofía recibió la Medalla de Oro de Baleares, en Palma de Mallorca, un premio que suponía mucho para ella, ya que en estas islas ha disfrutado de muchos de los momentos más bonitos de su vida. "Quisiera agradecer la honra que supone para mí este galardón que me ha sido concedido. He tenido el privilegio de disfrutar, durante más de medio siglo, que se dice pronto, de estas maravillosas islas y de sus gentes. Espero poder seguir haciéndolo muchos años más", afirmaba Doña Sofía con una sentida sonrisa.
Profunda emoción
Pero lo cierto es que era evidente que esta sonrisa de la madre del Rey Felipe VI no reflejaba solo su profunda emoción y agradecimiento por el premio concedido por estas islas, donde ha vivido unos veranos inolvidables en el palacio de Marivent, viendo crecer a sus hijos y a sus nietos. Esta sonrisa de la Reina Sofía iba mucho más allá, ya que retrataba la transformación que ha sufrido en estos últimos cuatro meses cuando llegó a tocar fondo.
Todos tenemos en la retina las imágenes de la Reina Sofía, a comienzos del mes de noviembre, cuando en el acto de nombramiento como rector Honorario vitalicio de la Universidad Camilo José Cela de su buen amigo Emilio Lora-Tamayo, muy delicado de salud, rompió a llorar desconsoladamente.
No era la primera vez que veíamos lágrimas en el rostro de Doña Sofía, que siempre se ha mostrado muy empática con los problemas sociales, pero sí la primera en la que la veíamos derrumbarse emocionalmente. Y es que la Reina, que por entonces cumplía 85 años, veía cómo su familia, por la que había luchado tanto para mantener unida, estaba más distanciada que nunca, con sus hijas con matrimonios fracasados, sus nietos muy lejos y dispersos y una distante relación entre Don Juan Carlos y su hijo, Don Felipe, que parecía haber llegado a un punto de no retorno.
La Jura de Leonor
Pero la puntilla que rompió su corazón fue el hecho de que, el pasado 31 de octubre, ni ella ni el Rey Juan Carlos, con quien a pesar de su distanciamiento mantiene una relación cordial, fueran invitados al Congreso de los Diputados para ver a su nieta Leonor, heredera al trono, jurar la Constitución ante las Cortes Generales. Es cierto que tanto los Reyes Eméritos como el resto de la familia sí estuvieron invitados a la celebración privada posterior, que tuvo lugar en el Palacio Real del Pardo, pero no estuvieron en la foto oficial.
Doña Sofía ha sido muy consciente de su papel en relación a la Corona, ya que, tal y como afirmó Don Juan Carlos, siempre ha sido "una gran profesional". Así no se la puede tachar en ningún caso de buscar protagonismo, pero sentía que, después de tantos años al servicio del país, merecía estar presente en la Jura de su nieta, que representaba la continuidad de una institución por la que ella se ha dejado y se sigue dejando la piel.
A esto se unió el delicado estado de salud de su hermana, Irene, y el fallecimiento, a principios de enero, de su querido hermano, Constantino, a quien estaba muy unida y cuya pérdida la sumió en un profundo dolor.
Buenas razones
Pero Doña Sofía, que desde niña tuvo que hacer frente a las adversidades del exilio junto a su familia, es una mujer fuerte. Rendirse no era una opción. Así, amparada por su buen estado de salud y sacando a flote su talante, ha continuado cumpliendo de forma impecable con su agenda, siendo de gran ayuda a los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia.
Pero, además, a nivel familiar, la Reina ha hecho lo que ha estado en su mano por recobrar parte de la armonía perdida. De esta forma, con mejor disposición por parte de todos, la familia Borbón ha podido gozar en estos últimos meses de entrañables momentos juntos, como la celebración del cumpleaños de la Infanta Elena, el pasado 20 de diciembre. En ella, Don Juan Carlos y Doña Sofía coincidieron con su hijo y su nuera, como también lo han hecho hace unos días, con motivo del funeral de Constantino de Grecia. Así, no es extraño que Doña Sofía no pudiera evitar una sonrisa de satisfacción al ver a Don Juan Carlos caminar del brazo de su hijo, el Rey Felipe. Lo había conseguido.