Les han abandonado. Ya no hablamos de si esta tragedia se podía o no haber previsto. Hablo de que una vez la tragedia se adueña de las calles, hay que reaccionar para mitigarla lo antes posible. Y los afectados se saben abandonados. Llevan días llorando las muertes de sus familiares, amigos y vecinos. Llevan días llorando que han perdido todo, lo mucho o poco que tuvieran, y que están en la calle. Llevan días llorando porque no saben qué va a ser de ellos. Pero, sobre todo, llevan días pidiendo a gritos ayuda, pidiendo que los gobiernos, esos en los que hemos depositado nuestra confianza, les envíen efectivos para limpiar las calles, para retirar los coches que se agolpan en ellas, para facilitar el acceso a los garajes y recuperar la infinidad de cuerpos sin vida que se encuentran allí.
Por suerte los españoles hemos vuelto a demostrar lo que somos, un pueblo al que nadie nos tiene que decir que nos necesita porque nosotros lo sabemos y ofrecemos nuestra ayuda, un pueblo que está por encima de las autoridades y que no ha dudado ni un minuto en echarse a la calle e ir andando o en coche desde todos los puntos de España para ir a ayudar, a colaborar en los trabajos de limpieza, a llevar ropa, alimento y agua, a abrazar a todos aquellos que lo necesitan, que son muchos…
Llevan cinco días quitando barro, retirando coches, encontrando cadáveres… Por eso, hay que entender (que no defender) la reacción que esa gente, que está al límite, que lo ha perdido todo, han tenido con las autoridades. Hay que entender la angustia y el sufrimiento que están viviendo. Tienen todo el derecho del mundo a mostrar su indignación y a soltar toda la rabia y la frustración que llevan dentro. ¿Tirándoles barro? Pues no, pero los primeros que han entendido esto han sido los Reyes. A pesar de la tensión que se ha vivido, Don Felipe y Doña Letizia han decidido no marcharse y dar la cara. Con cierta serenidad han querido quedarse y acercarse a los que les increpaban y tiraban barro para hablar con ellos.
Han querido escucharles. Se les ha visto hablando con algunos afectados. Se ha visto al Rey pedir perdón. Se ha visto a la Reina con lágrimas en los ojos y barro en la cara. Lágrimas de impotencia. Lágrimas de saber que tienen todo el derecho del mundo de protestar y que ellos han servido de punching ball de un drama y de una situación que además de terrible es incomprensible. Una vez rebajado los ánimos también hemos visto a la Reina hablando con vecinas que han perdido familiares y amigos, que han perdido sus casas, sus trabajos… No ha podido más que abrazarse a ellas. A veces un simple abrazo es suficiente.
Nunca se debe utilizar la violencia para mostrar una queja. Nunca. Pero insisto, cualquiera que tenga una mínima capacidad de empatía podría llegar a entender que se pierdan los papeles en una situación límite. Ninguno de los que estamos estos días en el sofá de nuestras casas podemos ponernos en la piel de los afectados. Por mucha sensibilidad que tengamos, solo los que se encuentran en esa situación saben lo que es realmente.
Al resto solo nos queda seguir ayudando y mostrando nuestra solidaridad con las víctimas y sus familiares.