Aunque el tema ha vuelto a saltar a la palestra en estos últimos días, Terelu Campos ha contado en varias ocasiones que lleva tiempo sin tener relaciones íntimas con un hombre, una decisión que ha explicado con toda naturalidad en los medios desde hace años. La hija de María Teresa Campos se ha enfrentado en dos ocasiones al cáncer y ha pasado por una doble mastectomía, algo que ha hecho que la relación con su cuerpo cambie y se sienta menos segura de sí misma. Una psicóloga analiza la inseguridad y la pérdida de autoestima que sobreviene después del trauma de una enfermedad con secuelas tan visibles como el cáncer de mama.

Enfermedad y autoestima

El cáncer de mama es una enfermedad que deja cicatrices en el alma y en la piel, un proceso muy difícil de transitar y que, tras su paso, permanecen el miedo, la incertidumbre y un constante recordatorio de lo vivido a través del espejo cada día. Aunque los titulares se han centrado en que Terelu lleva 9 años sin tener sexo, lo importante subyace en los motivos, uno de ellos la inseguridad y la pérdida de autoestima después de una enfermedad tan devastadora.

Ana Morales, psicóloga experta en psicoterapia nutri-emocional y autora del libro “¡Qué Buena Estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional” (Ed. La Esfera de los Libros), señala que “las secuelas físicas, como la mastectomía, las cicatrices o la pérdida de cabello, no son solo marcas, son recordatorios constantes de lo que hemos pasado. Es un golpe directo a la autoestima porque, cuando el cuerpo cambia, cambia también la imagen que tenemos de nosotras mismas. Y claro, eso no es algo que se asimile de la noche a la mañana”.

La experta expone que evitar el espejo, la ropa ajustado o las conversaciones incómodas o bien obsesionarse con las secuelas puede terminar desconectándonos de un cuerpo que sigue siendo el nuestro aunque se sienta extraño. La voz interna puede convertirse en la peor enemiga “en una sociedad obsesionada con estándares imposibles, esos pensamientos negativos no se quedan ahí: se convierten en emociones como inseguridad, tristeza, vergüenza y miedo al rechazo”. ¿Qué pasa entonces? Nos escondemos. Cambiamos cómo nos vestimos, evitamos situaciones sociales e incluso cerramos la puerta a la intimidad, señala.

Las relaciones íntimas tras una enfermedad

Que Terelu haya contado que lleva años sin tener relaciones íntimas ha sorprendido a muchísima gente, cuando es algo que es muy frecuente en mujeres que pasan por procesos tan duros como el que ha tenido que vivir ella. La psicóloga hace hincapié en que cuando la relación con el cuerpo se tambalea, la intimidad suele salir mal parada. “Si no nos sentimos cómodas en nuestra propia piel, abrirnos emocional y físicamente a otra persona puede convertirse en un desafío enorme. Y eso es algo que afecta tanto al deseo como a la conexión con la pareja”.

Después de un cambio físico importante, como una mastectomía, aparecen preguntas que son como dardos a nuestra autoestima: “¿Sigo siendo deseable?”, “¿Cómo me van a ver ahora?”, “¿Soy suficiente?”. En una sociedad que sigue asociando el pecho con feminidad, sensualidad e incluso maternidad, perderlo puede sentirse como perder una parte esencial de nosotras mismas. No es solo la cicatriz, es lo que creemos que esa cicatriz dice sobre nosotras, argumenta la experta.

Por otro lado, afirma Ana Morales, el deseo sexual también se ve afectado. Los tratamientos, como la quimioterapia o la hormonoterapia, no solo impactan físicamente (sequedad vaginal, fatiga), sino que también afectan nuestra conexión emocional con el cuerpo. Una mujer que no se siente atractiva puede encontrar difícil reconectar con su sexualidad.

Cómo reconectar con el cuerpo

Reconectar con el cuerpo tras una experiencia como el cáncer de mama es un proceso complejo, pero hay estrategias que pueden facilitarlo y la psicóloga Ana Morales nos da algunas de ellas:

  1. Aceptar que tu cuerpo ha cambiado: Y eso está bien. No se trata de volver a ser quien eras antes, sino de aprender a amar y cuidar a la persona que eres ahora. Este nuevo capítulo no borra quién fuiste, pero te invita a descubrir quién eres hoy.
  2. Aceptar el cambio y elaborar el duelo: La pérdida o el daño corporal son reales, y está bien permitirnos sentir el dolor, la tristeza o incluso la rabia que esto conlleva. Hablar sobre estas emociones con un profesional o con personas de confianza puede ayudar a procesarlas. No tienes que cargar con todo sola.
  3. Cambiar la narrativa: En lugar de verlo como “el cuerpo que no encaja”, empieza a reconocerlo como “el cuerpo que me ha permitido superar lo que he vivido”. Si está aquí, es porque te ha ayudado a seguir adelante, y eso ya merece un reconocimiento.
  4. Trabajar en el diálogo interno: Identifica esos pensamientos negativos (“No soy suficiente”, “Nunca volveré a gustar a nadie”) y hazles frente. Sustitúyelos por mensajes más amables y realistas, como: “Soy mucho más que mi apariencia” o “Mi cuerpo ha sido mi aliado en este proceso”.
  5. Rodearte de personas que sumen: Esto incluye a tu propia voz interna. Si alguien –incluso tú misma– lanza comentarios negativos, toca poner límites. Tu espacio debe estar lleno de apoyo, no de toxicidad.
  6. Exponerse progresivamente a la nueva imagen: Mirarte al espejo puede ser duro al principio, pero hazlo poco a poco. Empieza con unos segundos y aumenta el tiempo progresivamente. Incluye caricias en las zonas menos afectadas y trabaja hacia la aceptación de las cicatrices como parte de tu historia, no como el final de ella.
  7. Fomentar el autocuidado: Ponerte esa crema que huele genial, elegir ropa que te haga sentir bien o aprender a maquillarte para resaltar lo que amas de ti no es superficial, es un acto de amor propio.
  8. Darse tiempo: No hay prisa. Cada mujer tiene su ritmo para adaptarse a los cambios físicos y emocionales. Tómate el tuyo, sin compararte con nadie.
  9. Recuperar la conexión social: Hablar con otras mujeres que han pasado por lo mismo puede ser terapéutico. Los grupos de apoyo o talleres específicos son una oportunidad para compartir experiencias y aprender unas de otras.
  10. Celebrar los pequeños logros: Cada paso cuenta. Desde mirarte al espejo sin evitar tu reflejo hasta salir a pasear con ropa que te haga sentir cómoda. Cada avance, por pequeño que parezca, es una victoria.
  11. Darte permiso para disfrutar: La vida no es solo verse bien; es sentirse bien. Haz cosas que te llenen de vida: baila, ríe, sal a caminar, disfruta de una comida que te encante. A veces, esas pequeñas cosas son las que más nos conectan con nosotras mismas.
  12. Buscar apoyo profesional: La terapia puede ser un espacio maravilloso para trabajar estas emociones. A veces necesitamos un mapa para navegar por lo que sentimos y alguien que nos recuerde que no estamos solas.