La muerte de Caritina Goyanes dejó un panorama nacional completamente desolado. Ha pasado poco más de una semana desde que se dio a conocer el fallecimiento de la hija de Cari Lapique a los 46 años y tan solo 19 días después de la pérdida de su padre, Carlos Goyanes. Un durísimo revés que atizaba, de la manera más inesperada, a los seres queridos de la empresaria, que en vida había sido una gran devota de Dios

Caritina Goyanes en un posado

Caritina Goyanes en un posado.

Gtres

Como amigo de Caritina Goyanes, el padre Carlos López ha hablado sobre la importancia que tenía en su vida la fe: “Era una persona de oración diaria y de vida sacramental frecuente. Se tomaba en serio la santidad y la buscaba”. Para conseguirlo, la hija de Cari Lapique acudía de manera frecuente a la misa que se difunde en la parroquia de San Agustín, en Madrid. Una costumbre que llevaba a cabo no solo en solitario, sino también en compañía de su marido y sus hijos. 

La parroquia de San Agustín, en Madrid, nota la ausencia diaria de Caritina Goyanes

Al ser una de las grandes asistentes cada día a la parroquia mencionada, tanto el padre Carlos como el resto de los devotos han notado su ausencia: “La queríamos mucho aquí”, ha confesado. Y es que, tal fue la creencia religiosa que arropó a Caritina en sus peores momentos, que incluso formó parte de algunos retiros espirituales de Emaús, en los que se ganó el cariño de otros asistentes.

Caritina Goyanes con gafas de sol

Caritina Goyanes con gafas de sol.

Gtres

Entre ellos Genoveva, amiga de la empresaria, que hablaba para la revista Alfa & Omega sobre la presencia de Caritina en los retiros de Emaús: “Entraba a los retiros y era la luz. Era muy crack con la logística, poniendo orden con muchísima paz. Tenía un don de transmitir calma cuando era más necesario. La estamos echando mucho de menos. Había descubierto a Jesús y le había cambiado la vida, vivía para transmitirlo”, ha revelado, muy emocionada por la pérdida de quien se había convertido en uno de los pilares fundamentales de estos planes religiosos. 

Antes de fallecer, Caritina ya se había encargado de transmitir los beneficios que habían aportado los retiros de Emaús a su vida, tanto a sus seres queridos como en redes sociales. Algo que los organizadores han notado, pues Genoveva ha asegurado que “hay muchas personas que me están llamando para ir al próximo retiro de Emaús después de conocer su testimonio”.

¿Qué es el retiro de Emaús? La perfecta vía de escape de la hija de Cari Lapique

Pero, ¿qué es exactamente el retiro de Emaús? Fundados por Mirna Gallagher, directora de Educación Religiosa de la parroquia de St. Louis, estos retiros espirituales son experiencias religiosas que permiten, a quienes se sumergen en ellas, tener una toma de contacto más íntima con Dios. Sin embargo, estos planes religiosos no llegaron a España hasta 2009, guiados por laicos que pretenden inculcar su sabiduría a otros creyentes. 

Entre ellos estuvo Caritina, que junto a otras mujeres, se sumergió de lleno en una vivencia que ya habían experimentado otros rostros conocidos como el de Tamara Falcó o Isabel Sartorius. Sin duda alguna, fue un gran descubrimiento para la hija de Carlos Goyanes, que presumió de la decisión que había tomado al unirse a estos retiros de Emaús por lo mucho que la habían ayudado a sanar: “Me casé, tuve dos hijos. Tenía mi trabajo perfecto, mis amigas, mis planes, una vida social superactiva, mi casa monísima. Todo era perfecto y me entró miedo de que alguna de esas patas que estaban perfectas me fallara. Más que nada, me entró miedo a la pérdida y me volví un poco loca”, admitía. 

La razón por la que la empresaria entró en este espíritu: "Estaba siempre con un humor horrible"

Estos miedos infundados hicieron que Caritina no pudiera canalizar sus emociones hacia sus más allegados, que resultaron ser los peor parados por sus nervios: “No dejaba a mis hijos hacer absolutamente nada y ese miedo se convirtió en ansiedad. Me vi en un punto en el que mi vida iba a toda velocidad, totalmente centrada en el trabajo para no pensar en nada más. Me volví superexigente con mis hijos”, aseguraba.

Ante esa situación extrema, la empresaria se dio cuenta de que tenía que pedir ayuda: “Tenían que ser los mejores en lo que hicieran. Mi marido era el que siempre pagaba el pato porque al final yo estaba siempre con un humor horrible. Me di cuenta de que algo me pasaba y de que tenía que poner freno. Hice muchos cursos de mindfulness, yoga… De todo. Nada funcionaba. Seguía con el mismo estrés, los mismos nervios, los mismos gritos a todo el mundo, con un matrimonio vacío. Un día, un amigo me habló de los retiros de Emaús”. Y precisamente, fueron estos los que cambiaron su vida y la guiaron por un camino mucho más tranquilo, en el que ha estado inmersa hasta su último aliento.