Sin duda, hablar de María Teresa Campos (Tetuán, 18 de junio de 1941) es hablar de la historia de la radio y de la televisión de nuestro país, pero también es hacerlo de empoderamiento, de superación, de lucha por hacerse valer y sacar adelante sola a sus hijas, Carmen Borrego y Terelu Campos, de cumplir sus sueños profesionales y familiares.
Como muchas jóvenes de su edad, María Teresa Campos soñaba con casarse. Sus padres, Tomás Campos, director de un laboratorio farmacéutico, y Concepción Luque, ama de casa, le habían dado una educación tradicional en las monjas Teresianas de Málaga, a donde la familia se trasladó desde Tetuán cuando la periodista contaba con un año. Y así, en 1964, a los 23 años, se casó con su segundo novio, al que había conocido con 16. Se trataba de José María Borrego, seis años mayor que ella, quien se convertiría en el padre de sus hijas.
Pionera en la televisión y comunicadora nata
María Teresa Campos y José María se conocieron en la radio, donde la presentadora comenzó a trabajar a los 15 años: "Mi hermano trabajaba en la radio. Fui a ver un concurso y una amiga me animó a que saliera a leer. Lo hice bien y me dijeron: ‘¿Por qué no vienes a que te hagamos una prueba?’. La hice y entré en Radio Juventud de Málaga. Aquello me apasionó". Una pasión que, poco a poco se convirtió en su profesión y que la alzó como una de las voces más populares de Andalucía.
La radio le hacía muy feliz, pero María Teresa Campos no se conformaba. Consciente de lo importante que era tener una preparación académica, sacó el tiempo que no tenía, entre sus obligaciones labores y familiares, para estudiar la carrera de Filosofía y Letras, que comenzó a los 32 años. Pero, además, estudió Arte Dramático en el Conservatorio de Málaga. Estaba claro que lo suyo era de una forma u otra comunicar.
Su talento no pasó inadvertido ni para los equipos en los que estuvo al frente ni para sus superiores y así, en 1980, fue nombrada directora de Informativos de Radio Cadena Española de Andalucía para un año después desarrollar el mismo cargo a nivel nacional. Parecía que poco o nada quedaba ya de aquella niña temerosa de cuatro años que no era capaz de dormir sola tras sufrir la terrible experiencia de recibir el impacto de la metralla de una bomba con la que unos chicos jugaban en la calle.
El gran salto profesional hacia Madrid
Su traslado a la capital significó un antes y un después en su vida en todos los sentidos, ya que supuso también la liberación de un matrimonio que no la hacía feliz. Entre Teresa y José María había mucho cariño, pero la llama del amor se había apagado hacía mucho tiempo. "Era muy serio, no le gustaba salir. Mi verdadera juventud la he vivido a partir de los 40 años (...) Respondí a una forma de educación clásica. Después evolucioné y viví de una manera distinta. Yo siempre digo que he tenido la suerte de vivir dos vidas. Y espero poder vivir una tercera y una cuarta", confesaba María Teresa a la revista SEMANA en una de las numerosas entrevistas que nos concedió.
De esta forma, su nuevo cargo supuso su separación de hecho, pero en ningún caso un distanciamiento con sus hijas. Muy consciente de que estaban en una edad complicada y que la necesitaban, la periodista se desplazaba todos los fines de semana hasta Málaga para estar con ellas. "Yo era una buena madre, pero tenía que demostrar más que las demás", reconocía. Con mucho esfuerzo y dedicación había logrado encontrar un equilibrio en su vida profesional y personal, pero, desgraciadamente, estaba a punto de enfrentarse a uno de los sucesos más terribles de su vida.
Tremendo dolor tras el suicidio de su marido
Cuando llevaba cerca de tres años y medio en Madrid, recibió una llamada de una compañera del programa Apueste por una, de Radio Nacional, que le dijo: "Tu marido se ha pegado un tiro". Sus peores temores se habían cumplido, ya que ella ya había vivido a su lado esa constante amenaza. El dolor fue terrible tanto para ella como para sus hijas, aunque la comunicadora reconoció que sintió su conciencia muy tranquila, ya que fue una buena esposa y, cuando el amor se acab��, se merecía ser feliz. Desde entonces, María Teresa se impuso seguir disfrutando de su profesión y de su vida personal, convirtiéndose al mismo tiempo en la madre y el padre de sus hijas, por las que siempre se ha desvivido.
María Teresa Campos se convierte en la "reina de las mañanas"
Tras participar en diversos programas de TVE, en 1986, María Teresa dio su gran salto en la cadena pública de la mano de Jesús Hermida, que contó con ella para su programa y a quien cuatro años después acabó sustituyendo con su magacín 'Pasa la vida'. Debido al gran éxito de este espacio, Telecinco la fichó con un contrato millonario para que emprendiera el proyecto de 'Día a día', programa en el que se mantuvo desde 1996 hasta 2004, alzándose con el título de ‘la Reina de las mañanas’.
En 2004, la presentadora fichó por Antena 3, pero su nuevo espacio, 'Cada día', no funcionó como se esperaba siendo desbancado, un año y medio después, por Ana Rosa Quintana. En 2010, Teresa volvería a Telecinco para ponerse al frente de '¡Qué tiempo tan feliz!' hasta 2017. Fue durante ese programa cuando comenzó su relación sentimental con Edmundo Arrocet (2014-2019). Un mediático romance que no tenía nada que ver con los discretos amores que había mantenido con el arquitecto Félix Arechavaleta (1987-2001), el periodista José María Hijarrubia (2005-2006), el empresario Santiago García (2007) y el abogado Gustavo Manilow (2008).
Una relación expuesta al público
María Teresa Campos y Bigote no dejaban de publicar su amor a los cuatro vientos y, por primera vez, su vida personal tenía más protagonismo que la profesional, duramente criticada entonces por algunos sectores tras su participación junto a sus hijas en el reality 'Las Campos' (2016). Por desgracia, un mes después del fin de '¡Qué tiempo tan feliz!', Teresa sufrió un ictus, mientras Bigote se encontraba participando en 'Supervivientes'. La presentadora se recuperó favorablemente, aunque en febrero del año siguiente volvió a tener otro susto de salud teniendo que ser intervenida por una obstrucción intestinal. Pero el mayor mazazo a nivel anímico, estaba por llegar...
En 2019, Bigote puso fin a su relación con María Teresa. Su ruptura estuvo repleta de dimes y diretes, de reproches, de despecho y de mucho dolor, al menos por su parte. A esto se unía que la periodista atravesaba sus horas más bajas, profesionalmente hablando, con una ausencia de proyectos para los que se seguía considerando en perfecta condiciones. Todo esto afectó a su situación financiera, en la que arrastraba el pesado lastre de la gran mansión que adquirió en 2005 en Las Rozas (Madrid) y que no consiguió vender hasta septiembre de 2021.
Nueva vida tras sus problemas de salud
Teresa se mudó a una cómoda casa muy cercana de la de su hija Terelu, más acorde con sus necesidades. Al principio, la presentadora se mostraba animada y ávida de proyectos como el de La Campos móvil, que fue suspendido nada más estrenarse. Estaba muy acompañada por sus amigos, su familia y por Gustavo Guillermo, su persona de confianza desde hacía tres décadas, a quien Teresa siempre ha querido como a su hijo y junto al que la periodista concedió su última entrevista en la revista SEMANA. Pero para la malagueña no era suficiente... Quería continuar en unos medios de comunicación a los que siempre lo había dado todo y ahora sentía que le daban la espalda. Esto hizo mella en su estado de salud que comenzó a ser cada vez más delicado.
Los últimos años de María Teresa Campos
Las alarmas comenzaron a sonar el pasado diciembre tras una aparatosa caída, que puso de manifiesto algunos problemas de salud de la presentadora, como la anemia que reconocieron sus hijas. Pero la inquietud por su estado fue a más cuando, por primera vez, María Teresa no acudió a su fiel cita con la Semana Santa de Málaga, el pasado abril. "Mi madre ya no va a ir a Málaga porque no lo creemos oportuno. Se la va a echar de menos, pero no nos creamos que no está. Mientras que mi madre esté, nosotras somos felices. Ella está bien, está donde tiene que estar, en casa, descansando y desconectada", afirmaba su hija Carmen.
Una situación de la que Terelu también ha hablado, aunque sin querer dar detalles ni poner nombres: “No voy a ocultar que es evidente que mi madre tiene un deterioro importante”, asegurando muy afectada: “Si ella no sufriera y solo sufriéramos nosotras, yo lo firmaba ahora mismo", una afirmación que en estos duros últimos días ha cobrado un sentido mucho más profundo.
Todos sabíamos que la vida de María Teresa Campos se iba apagando poco a poco, como una de las velas que tantas veces encendió al Cristo del Cautivo en la Semana Santa de su Málaga natal. Sin embargo, eso no nos preparó para que al leer el comunicado emitido el pasado domingo 3 de septiembre por la Fundación Jiménez Díaz, a petición de sus hijas, nos diera un vuelco al corazón.
La periodista se encontraba ingresada muy grave debido a "un cuadro de insuficiencia respiratoria aguda". Un diagnóstico muy preocupante que provocó que sus hijas decidieran avisar a sus familiares y amigos más íntimos para que acompañaran y arroparan a la presentadora en esos momentos tan complicados. Y así, agarrada de la mano de sus seres queridos, ha permanecido hasta el momento de su muerte María Teresa, rodeada del mismo cariño que ella siempre regaló a los suyos. Y es que, aunque para la comunicadora su profesión era su gran pasión, su familia, y sobre todo sus hijas, siempre estuvieron por encima de todo.
Como ocurre tantas veces, los años y la enfermedad han hecho que madre e hijas se hayan intercambiado los papeles en los últimos tiempos. Terelu y Carmen lo han dejado todo por cuidarla. Porque Teresa, la gran María Teresa Campos, la maestra de todos aquellos que nos dedicamos al periodismo, la mujer empoderada y luchadora que nos ha abierto camino a las mujeres periodistas, volvía a ser esa niña pequeña de cuatro años, con miedo a la oscuridad, que necesitaba que alguien le cogiera la mano. Desde SEMANA nunca te soltaremos. Gracias por tanto, querida María Teresa.