La mañana del 23 de julio de 2004 cambió la vida de muchas personas. Los teléfonos comenzaron a sonar y para muchos se anunciaba el final del baile. Por primera vez la primera en irse de la fiesta era Carmina Ordoñez Dominguín: con solo 49 años la divina era encontrada sin vida en la bañera de su casa. Un trocito de la historia de nuestro papel cuché se fue con ella aquella mañana, perdimos a Carmina, pero su gente perdió a Carmen, la hija de Antonio.

20 años después de su falta, con ella se ha ido su hermana Belén, han nacido nietos a los que no ha podido conocer, ha habido divorcios y bodas entre sus hijos y también alguna desavenencia que ha llevado a Julián Contreras Junior a no hablarse con sus hermanos. Posiblemente algunas de estas cosas, si Carmina siguiera viva habrían sido diferentes. Hoy tres amigos de la Ordoñez nos dedican su tiempo para acercarnos el recuerdo de una de las mujeres más conocida de España y ajustar algunas cuentas.

Exprimir la vida sin límites

Carmen vivió pisando el acelerador haciendo valer su mítica frase de “a mí plín, soy Ordoñez Dominguín” hasta el final de sus días. Llamo a Kiko Matamoros, quien fuera representante y amigo de Carmen, y lo primero que recuerda de su Carmen es que era generosa y divertida, algo en lo que coincide Charo Vega, íntima amiga de Carmina. Posiblemente esta cara no siempre podía mostrarla en los programas que frecuentaba donde muchas veces el mercadear con las cosas que le pasaban en su vida la ponían en una tesitura complicada que no siempre supo capear. Matamoros recuerda amargamente cómo Carmen se vio obligada en uno de esos platós a relatar un episodio de malos tratos acorralada vilmente por su hermano Coto “cuando fue Carmen a Crónicas no tenía ninguna voluntad de contar nada. Y mi hermano contra su voluntad relató unos episodios en los que ella no lo negó. Pero tampoco cargó las tintas…”. Aquello desembocó en que Carmen se sentara una semana después en el plató de Crónicas Marcianas contando el infierno por el que había pasado en su matrimonio con un conocido bailaor.

Carmina en una estampa familiar con sus hijos Cayetano y Julián en 1990

Carmina en una estampa familiar con sus hijos Cayetano y Julián en 1990 

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Aquel movimiento mal calibrado causó primero el juicio público y luego un fallo judicial que no estuvo a la altura considerando que Carmen al ser una figura pública no daba el perfil de una mujer maltratada, como si hubiera un perfil concreto. “Ella sufrió mucho cuando la opinión pública y la prensa se puso en su contra por la denuncia de malos tratos. Le dolió que no la creyeran porque al margen de que no hiciera bien las cosas, no mintió. Aquello acabó con ella” me cuenta Angela Portero desde Marruecos, donde la casualidad ha querido que la encontrara al ponerme en contacto con ella. Esa mágica tierra la hace sentirse cerca de su amiga, que vivió enamorada de sus calles y zocos. Sobre el episodio de los malos tratos Charo también tiene opinión, pero más clara y directa “Cuando fue la movida de su marido, este asqueroso, pues yo hice lo que pude”.

Víctima de su educación y de sí misma

Carmina y su hermana Belén, si bien recibieron una educación internacional en el Liceo Francés que además las convirtió en bilingües, también fueron víctimas de una educación en casa férrea y tradicional que esperaba de ellas más bien poco. Casarse bien y ser mujeres decentes. Charo Vega sitúa el comienzo de su amistad con las hermanas Ordoñez en el año 1969, año en que, al fallecer su padre, el torero Antonio Ordoñez se vuelca con ella y comienza a pasar mucho tiempo con la familia. “Mi madre solo me dejaba dormir en casa de Carmen o de Lolita” recuerda la Vega al otro lado del teléfono y en su voz reconozco la nostalgia por unos tiempos más felices en los que todo estaba por hacer. “Carmen y Belén me venían a buscar al colegio y hacíamos novillos juntas, era un gamberreo de niñas… Al final nos fuimos casando todas y todos los matrimonios fueron un desastre. Los hombres, preciosos, pero maridos reguleras…”.

Belén y Carmen Ordoñez juntas en Marruecos en el año 2000

Belén y Carmen Ordoñez juntas en Marruecos en el año 2000 y Carmen Ordoñez juntas en Marruecos

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Cuando hablas de Carmina con alguno de sus amigos enseguida en la conversación sale su hermana pequeña Belén. Las Ordoñez fueron en su niñez y juventud un binomio indivisible que se quería y se mataba con la misma intensidad. Belén terminó falleciendo ocho años después que su hermana Carmen y sobre esta situación Matamoros tiene claro cómo lo habría llevado la Ordoñez. “Belén no supo reponerse a la falta de Carmen y Carmen lo hubiera llevado fatal, le hubiera costado mucho. Se querían un huevo. Siempre estaban peleando, pero se necesitaban”. Así define Kiko la relación entre las dos hermanas Ordoñez Dominguín y valga para muestra esta anécdota “Carmen siempre me hacía bromas cuando Belén estaba delante y Belén las hacía de Carmen cuando Carmen no estaba delante”, Matamoros ríe y se queda un momento en silencio antes de suspirar y dedicar unas palabras a Belén “era súper cariñosa, un cielo. Pero tuvo la desgracia de que tuvo esa familia en la que, al igual que su propia madre, se fueron todas jovencísimas. Y yo creo que eso ella lo tenía casi como asumido algo que era genético, consustancial a su condición”. Las Ordoñez vivieron con el peso de la sentencia del tiempo sabiéndose más efímeras que la media.

La profecía autocumplida

Cuando la mañana del 23 de julio de 2004 los amigos de Carmina se enteraron de su muerte no pudieron evitar recordar lo que tantas y tantas veces su amiga les había repetido. “Lo tenía como una suerte de premonición, de verdad que no sabes las veces que decía ‘Yo voy a morir joven’, pero de verdad…” me cuenta Matamoros sobre lo macabro de perder a una amiga prematuramente sabiendo que además con su muerte se cumplía una de sus grandes corazonadas vitales. Como en una especie de carambola, en la conversación con Charo sale a relucir la misma circunstancia “Carmen siempre decía que no llegaría a los cincuenta, nosotros nos reíamos y le decíamos ‘Carmen, qué tonterías dices’, pero fíjate que no fue una tontería”.

Minuto de silencio en una plaza de toros por Carmina Ordoñez

Minuto de silencio en una plaza de toros por Carmina Ordoñez

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La despedida no fue fácil, porque el fin de la fiesta de Carmen también trajo el principio de la fiesta de aquellos que esperaban con las piedras en la mano para poder lapidar a una mujer contradictoria y excesiva, pero que vivió intentando no hacer daño intencionadamente a nadie. Ángela Portero, a quien recuerdo sentada en un plató haciendo su trabajo la noche siguiente a su muerte de su amiga aguantándose las lágrimas defendiéndola del escrutinio de su vida, me cuenta al otro lado del teléfono “Aquel día lo recuerdo con mucho dolor, no solo por lo que ocurrió, sino por todo lo que sucedió a continuación. Fueron meses horribles de especulaciones que me afectaron profundamente y que prefiero olvidar, ya que aún me duele”. Charo Vega va un paso más allá y como en una especie de bronca a su amiga, reparte las culpas “El recuerdo de Carmen no se ha respetado porque Carmen no se ha respetado ni ella misma. Yo he peleado mucho con ella por eso. Con sus hijos, con sus maridos, con sus amigos yo le decía “¡pero mándalo a la mierda!”. Ella tenía un sentido de la culpabilidad tan desarrollado que la hacía incapaz de enfrentarse a nadie”.

Carmina Ordóñez leyendo la revista SEMANA

Carmina Ordóñez leyendo la revista SEMANA que abría con una portada sobre Isabel Pantoja.

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Kiko Matamoros aun recuerda que recibió la noticia de la partida de Carmina recién aterrizado en Barajas y que como un autómata estuvo deambulando por carreteras secundarias incapaz de llegar a la casa que tantas veces había visitado sin perderse, quizás en esas carreteras secundarias buscaba el recuerdo de su amiga. “Carmen para mí fue, a pesar de haber sido durante un tiempo su representante, fundamentalmente una buenísima amiga, generosa y divertida. Recuerdo cómo cada vez que iba a verla a Marruecos me presentaba a gente excepcional como Yves Saint Laurent, que la adoraba”. Y es que en el universo de la divina coexistían los choris, Yves Saint Laurent y Orson Welles, quizás ahí radicaba la fascinación que era capaz de despertar. Tanto Angela Portero, como Kiko Matamoros, como Charo Vega conviven con su recuerdo a diario y así me lo hacen saber. Rescato cómo me lo cuenta Charo, con la cotidianidad de las pequeñas cosas, en las que Carmen aun vive “Ahora mismo acabo de hablar con Lolita y al colgar, he querido ir a llamar a Carmen sin darme cuenta de que ya no está”. La realidad es que aunque ya no está, Carmina vive en la boca de aquel que la nombra con el cariño que estos tres amigos han sacado fuerzas para hacerlo aquí hoy.