'¿Quién es mi padre?', el nuevo programa de Telecinco presentado por Carlota Corredera ha dado el pistoletazo de salida con la historia de María Edite Santos. La bailarina portuguesa ha relatado cómo conoció a Julio Iglesias cuando trabajaba en un local de la Costa Brava. "No me gusta hablar de él, no me gusta porque sufrí mucho. No tenía a nadie. Me sentí sola y mi vida ha sido la soledad".
La portuguesa, que ha protagonizado durante décadas una dura batalla legal con el artista por la paternidad de su hijo Javier Santos, ha repasado una vida marcada por un primer embarazo. "Nunca pensé el aborto. ¿Embarazada? ¿Qué hago? ¿Con un niño? Yo no le llamé porque por aquel entonces no había móvil. Yo era una niña que se había quedado embarazada, sin dinero y que tenía que trabajar para seguir adelante. Mi vida no era perseguir a Julio Iglesias". Consiguió encontrar refugio en Valencia donde halló una familia. "Dentro de todo ese daño, encontré gente buena, encontré a mi suegra quien me dio cobijo. Dejé lo que era mi vida, mi ilusión... y me puse a trabajar de camarera y de cocinera".
La soledad de María Edite
"Fui sola a dar a luz y me marché con mi hijo sola en brazos. Pocas cosas hay más tristes que esa", ha afirmado. Su hijo, Javier Santos, también ha participado en este primer capítulo valorando cómo hubiese sido la vida de su madre sin él. "Si hubiese abortado, hubiese sido mejor. Hubiese sido una vida muy distinta a la que ha tenido". En 1990, María Edite comenzó una dura batalla legal en los juzgados contra el artista. "Cuando empecé a buscar a un abogado y decía que el padre de mi hijo era Julio Iglesias se echaban para atrás".
Javier Santos ha sido muy claro durante esta intervención televisiva: "Si el problema es el dinero, yo renunciaría a esa herencia, pero hay algo a lo que no renuncio: a conocer a mi padre, al reconocimiento y al perdón". También ha recordado el acoso que sufrió durante la etapa escolar por este tema. "No solo recibía insultos, también recibía palizas. Me pegaban, me destrozaban la moto, me pinchaban las ruedas. Era un bullying continuo. Se me hacía muy difícil ir a estudiar. Lo odiaba. Aquello era un infierno. No podía tomarme un bocadillo en la cafetería. Siempre pienso que si mi padre hubiese actuado de otra manera hubiese sido todo distinto".