Hace un año que los focos, las cámaras y las miradas de medio mundo se dirigían hacia la remota isla tailandesa de Koh Samui. Daniel Sancho, hijo del famosísimo actor Rodolfo Sancho, había asesinado, presuntamente, al cirujano colombiano Edwin Arrieta, con el que mantenía una estrecha relación desde hacía meses, y después había descuartizado el cuerpo esparciéndolo por la isla. Cada horrible detalle estremecía a España mientras el actor trataba de asimilar todo lo que ocurría con su hijo a miles de kilómetros.
Más allá del crimen, que pasaba inmediatamente a ser investigado por las autoridades tailandesas para posteriormente ser instruido por la justicia del país, lo que quedaba al descubierto eran dos familias completamente rotas que hoy enfrentan el desenlace definitivo a doce meses agónicos.
Una sentencia, que, al cierre de esta edición, aún no se ha hecho pública, pero que los Arrieta esperan que honre la memoria del cirujano con un fallo ejemplarizante. ¿Los Sancho? Los Sancho solo quieren que Daniel no sea condenado a muerte. “Estoy preparado para lo mejor y para lo peor”, ha declarado a EFE Daniel Sancho desde la cárcel tailandesa.
La condena
Sin embargo, todos saben que, en Tailandia, el asesinato se condena con la pena capital. Ese ha sido el mantra que se ha ido repitiendo a lo largo de estos doce meses y que la familia Sancho ha llevado como una losa. El peor de los augurios para un acusado. Por eso, han trabajado sin descanso en una premisa: que no hubo premeditación. En ello se ha centrado la defensa de Daniel y creen que han logrado demostrar que el joven se defendió ante un ataque del cirujano que acabó de la manera más horrible. Según García Montes, el hijo de Rodolfo actuó en defensa propia para evitar ser violado por el colombiano.
Los abogados de Daniel Sancho han defendido sin descanso que no hubo premeditación
Ambos mantuvieron una tensa pelea en la habitación del alojamiento y fruto del forcejeo, Arrieta resultó muerto. Sancho se asustó consciente de la legislación del país en el que había tenido lugar el suceso, y decidió descuartizar y esconder el cuerpo. Esa es la teoría de los Sancho y así es como se lo expusieron al juez.
Luego, está la otra parte, la de la víctima, cuyos abogados se han afanado por tratar de demostrar que el asesinato sí estaba planeado. "En Tailandia hay cuestiones que son indiscutibles. Ellos entienden y así lo consideran las personas que han vivido este procedimiento que hubo una muerte que estuvo planificada y planeada”, ha dicho Juango Ospina, abogado de la familia Arrieta.
Y así, tras dos equipos de abogados que han tratado de demostrar si hubo o no premeditación, se encuentran dos familias destrozadas que han vivido una verdadera agonía durante este último año; eso sí, en circunstancias muy diferentes: unos como padres del presunto asesino, con el dolor que puede suponer pensar o escuchar que tu hijo pudiera llegar a cometer tal atrocidad, algo que jamás se podían imaginar; otros como familiares de la víctima, padres y hermana que ya nunca más podrán abrazar a su ser querido y que por mucha justicia que se haga nada ni nadie les podrá devolver a Edwin.
Sin lágrimas
Y es que en el caso de los Sancho, al estupor inicial por la trágica noticia del suceso, se añadió después una para muchos inexplicable actitud del actor que a día de hoy mantiene. “Para esa parte de la prensa que creen que estoy tirado por los suelos llorando, ese no soy yo. Hay dos formas de tomarse las cosas cuando vienen en la vida, como una desgracia o como un reto, creo que con eso he dicho suficiente. No van a conseguir lágrimas de mí”, decía en sus primeras palabras públicas tras el asesinato.
Aquellas palabras condenaron públicamente de alguna manera al intérprete. Sin embargo, él andaba en otras cosas. Principalmente en armar un equipo de defensa para ayudar a su hijo en los tribunales tailandeses que bien sabía que no iba a ser precisamente barato.
Rodolfo cogió las riendas de la situación, teniendo que rechazar proyectos profesionales en estos doce angustiosos meses. Siempre tuvo claro que lo que necesitaban era financiación para poder contar con el equipo legal adecuado y aceptó la realización de una serie documental con HBO por una importante cifra económica (algunas voces llegan a cifrar en el millón de euros) que no hizo más que aumentar las críticas hacia su persona. Su primer capítulo, ya estrenado, le perjudicó sobremanera al mostrar una imagen que se llegó a calificar de fría, distante y carente de empatía con los Arrieta, la familia de la víctima.
Una relación rota
Pero, ¿qué ha pasado en todo este tiempo con Silvia Bronchalo, la madre de Daniel? La actriz se ha mantenido al margen de las decisiones que tomaba su exmarido, contando con su propio equipo legal y viajando a Tailandia con regularidad. Se afirma que la relación del propio Daniel con su madre ya no es tan fluida, sobre todo después de que se reabriese la guerra entre el exmatrimonio en plena tormenta mediática. Silvia decidía demandar a Rodolfo por lo que entendía como vejaciones, justo cuando su hijo se enfrentaba al momento más difícil de su vida.
Un enfrentamiento judicial que quedó reducido a la nada cuando la jueza ordenó el archivo de la causa hace unas semanas, coincidiendo con el inicio del juicio de Daniel en la corte de Koh Samui, donde ambos se rencontraron (al menos físicamente) para apoyar a su hijo en las semanas que duró las vistas.
Los Arrieta
Por su parte, la familia de la víctima, los Arrieta-Arteaga, no han parado hasta el final con su lucha para que se haga justicia. Una de las últimas veces que pudimos ver a Darling, la hermana de Edwin, fue visitando a la embajada de Colombia en Madrid para agradecerles todo el apoyo brindado. En esos mismos días, trascendió que solicitaban 768.000 euros a Daniel a modo de indemnización para los padres de Edwin y como reparación al daño que les ha causado todo este proceso legal y emocional. Con la sentencia del tribunal de la Corte de Koh Samui, ambas partes pueden comenzar a descansar y a aceptar. O no.