Ella era la princesa más bella y chic del mundo, él un maduro playboy francés perteneciente a una adinerada familia, diecisiete años mayor. Carolina de Mónaco (67) y Philippe Junot (84) protagonizaron la boda mas sonada, y también la más escandalosa, de la realeza a finales de los 70. 

Pero como si de una profecía se tratara, todos los que no auguraban una larga vida a esa unión, con los príncipes Rainiero y Grace, padres de la novia, a la cabeza, acertaron de pleno, porque la separación llegó apenas dos años después.

Carolina de Mónaco y Philippe Junot

Carolina de Mónaco y Philippe Junot, en los tiempos felices.

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Philippe Junot, en Turquía con su última conquista

El 12 de agosto de 1980, hace ahora 44 años,  la secretaría de prensa del príncipe Rainiero anunciaba en un comunicado el fin del matrimonio. Philippe Junot se encontraba en ese momento en Turquía, acompañado por la que él presentaba como su secretaria y, sin embargo, en realidad era otra de sus conquistas.

La joven en cuestión, una belleza morena costarricense de 25 años, era Giannina Facio, quien después se haría muy popular en nuestro país por sus romances con Julio Iglesias y Miguel Bosé, y hoy está casada con el afamado director de cine  Ridley Scott.

Carolina, por su parte, se encontraba en el palacio monegasco acompañada por sus padres. La decisión de la separación se había fraguado tres días antes, cuando Philippe Junot no acompañó a su esposa a la gala de la Cruz Roja, uno de los acontecimientos sociales más importantes del pequeño Principado. Rainiero vio en ese desplante la última afrenta a su querida hija y se tomó la decisión de poner de manera oficial y definitiva el fin al matrimonio.

Philippe Junot se mostró muy sorprendido con el comunicado y a través de su abogado, Guy Danet, anunció que él y Carolina "se tomarán el tiempo necesario para meditar, y, en cualquier caso, no iniciarán ningún trámite de separación hasta septiembre". Y, efectivamente, en septiembre la princesa monegasca inició los trámites para terminar con el breve matrimonio.

Se acabó el 'capricho'

Caprice, c’est fini (se acabó el capricho). Con este juego de palabras, aludiendo al título de la famosa canción francesa, el periódico Le Quotidien ponía el foco en lo que muchos pensaban desde un principio: el matrimonio con Philippe Junot había sido un ‘capricho’ de juventud de la princesa monegasca para escapar de la férrea disciplina palaciega.

Carolina de Mónaco, joven, rica e insultantemente bella, había salido del Principado para estudiar filosofía en la Sorbona de París, y allí había encontrado un mundo de libertad muy alejado del protocolo y el control que le habían impuesto sus padres.

Carolina de Mónaco y Philippe Junot

La princesa monegasca y el playboy se conocieron en una discoteca en París.

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En sus noches sin fin en los locales más exclusivos de la capital gala conoció a Junot en una discoteca.  Diecisiete años mayor que ella y conocido entonces como el ‘emperador de la noche’. Atractivo, divertido, bon vivant, con cierto aire canalla... Todos los ingredientes que volvieron loca a la joven princesa y que estaban muy alejados de la idea de marido ideal que Rainiero y Grace tenían pensado para su primogénita.

La exactriz de Hollywood incluso había soñado con una boda con Carlos de Inglaterra, el soltero de oro de la realeza del momento, pero cuando ambos jóvenes fueron presentados el encuentro no pudo ser más frío.

Carolina de Mónaco y Phillipe Junot con sus padres

Carolina y Junot, con sus respectivos padres, el día del anuncio de su compromiso.

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Carolina y Junot: una boda principesca con aires de Hollywood

 Así, a pesar de la férrea oposición de sus padres, el 28 de junio de 1978 se daban el ‘sí, quiero’, tras un corto noviazgo, en uno de los salones de palacio. Un día después se celebró la ceremonia religiosa, en el exterior de la capilla palatina de San Juan Bautista, con una bellísima y feliz Carolina vestida de Dior.

Carolina de Mónaco y Philippe Junot

Carolina de Mónaco y Philippe Junot el día de su boda, el 29 de junio de 1978.

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Entre los más de 600 invitados no faltaron estrellas de Hollywood, que habían sido compañeros de Grace Kelly, como David Niven, Frank Sinatra, Ava Gardner y Cary Grant. 

El disgusto de Rainiero y Grace era tan grande que cuando la aristócrata española Tessa de Baviera se acercó al príncipe para felicitarle por la boda, este le dijo: "No me felicites, mejor dame el pésame".

Los días de fiestas y viajes

Ajenos a toda la polémica que había despertado el enlace entre la princesa y el playboy, al día siguiente el feliz matrimonio voló a Los Ángeles y después a la Polinesia francesa para disfrutar de la luna de miel. Comenzaron una vida de casados repleta de fiestas, viajes, bailes y despreocupaciones. Todo parecía de color de rosa.

Carolina de Mónaco y Phlippe Junot con la familia de la princesa

La pareja con los padres de Carolina, el príncipe Rainiero y la princesa Grace, y sus hermanos, Alberto y Estefanía, en la nieve.

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Sin embargo, pronto llegaron los problemas en forma de infidelidades por parte del francés: "Junot, pasados los primeros románticos ardores de su matrimonio, les facilitó a sus suegros las armas necesarias para convencer a Carolina de que había cometido un craso error casándose con el francés", afirmó en su día el escritor y aristócrata José Luis de Vilallonga, gran amigo de Philippe Junot.

Las infidelidades de Philippe Junot

Solo nueve meses después de la boda, unas fotos de Philippe Junot en Nueva York acompañado de una misteriosa joven, mientras la princesa esquiaba en Gastaad junto a sus padres, hicieron saltar las alarmas. 

La primera crisis se superó, pero las fotos con Giannina Facio dieron la puntilla definitiva al matrimonio.

Carolina de Mónaco y Philippe Junot

Carolina de Mónaco y Philippe Junot, en Saint Tropez en junio de 1980, dos meses antes de anunciar la separación.

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Dos años después de la boda, la pareja se separaba por lo civil en un tribunal de Mónaco: "Todo ha terminado entre ella y yo. Cada uno es libre de actuar como le plazca”, declaró entonces Junot. 

El calvario de la anulación eclesiástica para Carolina de Mónaco

El divorcio civil fue sencillo. La anulación eclesiástica, en cambio, fue un auténtico calvario que no llegó hasta el verano de 1992, cuando Carolina ya era viuda de su segundo marido, Stefano Casiraghi, padre de sus tres hijos mayores.

El tribunal eclesiástico consideró que Carolina era una “inmadura” en el momento contraer matrimonio. También se especificaba que el matrimonio resultaba nulo por la incapacidad del esposo en hacerse cargo, “por causas de naturaleza psíquica, de las obligaciones conyugales esenciales”. 

Aunque Junot en un principio mostró su oposición a la nulidad eclesiástica, cuando llegó la sentencia aseguró: "Si esta medida sirve para restituir la felicidad de Carolina y sus hijos, está claro que desaparecen todas mis razones para oponerme", dijo el francés.

Gracias a esta decisión de la Santa Sede, Andrea, Carlota y Pierre fueron considerados, por fin, hijos legítimos a ojos de la iglesia católica. Y con este paso también dejaron de estar excluidos en la línea de sucesión al trono del Principado, algo de vital importancia hasta que el Príncipe Alberto se casó y tuvo sus propios herederos dentro del matrimonio.

El cuento de la princesa y el playboy terminó como muchos habían previsto, incluso el propio Philippe Junot, quien muchos años después afirmó: "Yo no era un hombre adecuado para Carolina. Pertenecemos a dos mundos distintos".