Que la infancia de Lady Di no fue un camino de rosas es algo ya por todos conocido. Cuando era muy pequeña sus padres se divorciaron y la Princesa Diana lo vivió como si su madre hubiera decidido abandonarlos de la noche a la mañana. Aquella sensación de soledad no elegida la perseguiría hasta el final de sus días y el lazo con su madre, si bien siempre se mantuvo de alguna manera, nunca se reconstruiría. Según su propio hermano ha contado “Diana se pasaba los días al lado de la puerta esperando que mamá volviera”, pero la joven nunca vio a su madre volver a cruzar la puerta de su hogar.
Lo cierto es que tras aquel “abandono” de la madre de Diana se escondía una insostenible situación de maltrato a manos de un marido con problemas de alcoholismo. También la realidad de la violencia económica. Cuando Frances, la madre de Diana, tomó la decisión de divorciarse de su marido, el Conde Spencer, se dio de bruces con todo el poderío legal que su acomodada situación económica le proporcionaba. Tras una corta batalla legal, el Conde Spencer se hizo con la custodia en exclusiva de sus cuatro hijos en común. Pero mucho antes de este abrupto punto final ocurrió la historia que rememoramos hoy.
Un matrimonio marcado por el maltrato
Frances Shand Kydd y Edward John Spencer se casaron en la Abadía de Westminster en 1954. Ella tenía 18 años recién cumplidos, él ya tenía los 30. Al principio de su matrimonio ella estaba fascinada por el linaje familiar de él y por un hombre que se mostraba dulce y cariño. Pronto aquel aire de cuento de hadas se fue disipando como la niebla matutina para dejar paso a la realidad: un hombre obsesionado con perpetuar su estirpe y con problemas con el alcohol. Al poco tiempo Shand se quedó embarazada de su primer hijo en común. Con el primer parto llegó el primer problema: habían tenido una niña.
La presión sobre Frances, como si fuera responsable de aquel “desatino” fue aumentando exponencialmente con cada embarazo. Si no conseguían tener un hijo varón, el siguiente Conde Spencer no sería uno de sus hijos. Lo más desquiciante de esa anacrónica situación es que a día de hoy se sabe que el sexo del bebé viene determinado por la carga genética del padre. En nueve años de matrimonio Frances se quedó embarazada en seis ocasiones, viviendo episodios tan dramáticos como el parto de un bebé varón que falleció en el alumbramiento. La madre de Diana recordaba años después cómo se lo habían quitado nada más nacer impidiéndole ponerle cara a su propio hijo, por mucho que hubiera nacido muerto. Frances rememoraba cómo se habían llevado al bebé a una habitación contigua a la que no la dejaron pasar por mucho que golpeara la puerta gritando. Tiempo después supo que el bebé había nacido con una deformación incompatible con la vida.
El final del calvario
Para 1964 el conteo de embarazos era de seis. Frances había alumbrado a cuatro niñas, Sarah, Charlotte, Jane y Diana, sufrido la pérdida de un niño y ahora estaba llegando a término de su último embarazo. Entremedias de tanto embarazo y cuarentena la madre de Lady Di había encajado humillaciones de todo tipo. Se la había sometido a pruebas sin ninguna base científica con el convencimiento de que su incapacidad para engendrar un varón se debía a algún trastorno. Aquello fue mellando la maltrecha salud mental de Frances, que para cuando dio a luz a su sexto hijo estaba ya acostumbrada a encajar humillaciones y malos tratos.
Finalmente, con el término del sexto embarazo llegó Charles, el octavo Conde Spencer. La obsesión de John de perpetuarse como linaje familiar llegaba a su fin. El matrimonio en ese momento comenzó su último estadio de degradación. En 1969 se oficializó el divorcio del matrimonio de los Condes Spencer y con ello se oficializó también para Diana la sensación de que su madre los había abandonado, cuando lo que realmente había hecho era escapar para luchar por su propia vida. Una vida cuya integridad había visto peligrar a manos de su marido en más ocasiones de las que le gustaba admitir. La realidad es que al principio de la separación, los hijos pequeños del matrimonio se habían ido a vivir con Frances pero después de que el Conde Spencer la asfixiara legalmente se vio obligada a renunciar a la custodia.
Frances volvió a casarse años después y se mudó a Escocia, quizás a intentar curarse las heridas de aquel infierno de matrimonio. Durante toda la vida de Diana mantuvieron una atípica relación, ninguna niña que se haya sentido abandonada por una madre se convierte en una adulta con cariño hacia su madre. En alguna ocasión Diana llegó a verbalizar que su madre no estaba hecha para la maternidad. ¿Cómo recriminar a una niña sentirse abandonada? Frances se divorció de su segundo marido y terminó sus días consagrada a la religión católica. La muerte la encontró en 2003 y en su funeral estuvieron sus nietos Enrique y Guillermo en representación de su hija Diana, fallecida en 1997.