La Princesa Margarita, hermana de la Reina Isabel II, era la segunda. Creció a la sombra de su hermana y esta circunstancia hizo de alguna forma mella en su carácter y personalidad. Si Isabel representaba la estabilidad y la rectitud, Margarita era la espontaneidad y la rebeldía. Si Isabel era incapaz de mostrar una emoción o una opinión en público, Margarita tenía la necesidad de hacer saber su parecer a los cuatro vientos. El primer gran amor de la princesa, como no podía ser de otra manera, no fue un amor oportuno.

Margarita se enamoró de Peter Townsend, un hombre con un gran defecto. Peter era uno de los caballeros de mayor confianza de su padre, el Rey Jorge VI, y en los años a su servicio se fue fraguando una confianza y cotidianidad que terminó por integrar a Townsend en las rutinas de la familia, hasta las Navidades pasaba con la Familia Real. El gran defecto de Peter era que estaba casado, claro que este detalle sin importancia no le impidió comenzar un inapropiado romance con Margarita. Aunque el hombre terminó por divorciarse, un divorciado tampoco era el adecuado para una princesa en los años 50.

Aquella incipiente relación de Margarita y Peter no contó con el respaldo de la Corona y por lo tanto, terminó por extinguirse. Poco tiempo después se cruzó en el camino de Margarita un joven fotógrafo con un perfil tan salvaje e interesante como el de la propia princesa.

Instantánea de la boda de la Princesa Margarita en mayo de 1960.

Instantánea de la boda de la Princesa Margarita en mayo de 1960.

Gtres

La princesa y el fotógrafo bisexual

Contaban que lo que enamoró a Margarita del joven fotógrafo Antony Armstrong-Jones fue lo mismo que la hizo acabar aborreciéndolo: el absoluto desprecio de Armstrong por todo lo que representaba la princesa. Margarita, aburrida de la vida en Palacio y los convencionalismos, encontró al principio de su relación algo muy refrescante en el hecho de que el ácido Antony criticase la naturaleza misma de los privilegios de la Familia Real. Seguramente habría algún cierto punto sado maso en aquel productivo odio, pero lo cierto es que a la pareja les funcionaba. Para Margarita no era un secreto el historial del pasado amoroso de Antony, quien antes de tener a la princesa en su cama había tenido a muchas otras y algunos otros.

Margarita y Antony luciendo gafas de sol a juego en enero de 1970

Margarita y Antony luciendo gafas de sol a juego en enero de 1970.

Gtres

El 6 de mayo de 1960 la princesa y el fotógrafo se dieron el sí quiero en la que fue la primera boda de una princesa televisada, algo que al herido ego de la segundona de los Windsor le sentó estupendamente. Si algo tenían claro en aquel matrimonio ambas partes es que no se iban a aburrir. Ella encontraba en él la irreverencia, la rebeldía y el contrapunto a todo su mundo, él alcanzaba un estatus que siempre le había sido esquivo (a pesar de ser de buena familia) y a la vez (por mucho que lo odiara) estaba fascinado por la imagen de la joven princesa.  

Infidelidades, competiciones y botes de pastillas

Si bien ahora parece ridículo señalar la bisexualidad de alguien como un rasgo “exótico” de su personalidad, en la sociedad inglesa de los años sesenta aquello era toda una rara avis. Según el escritor Tom Quinn, el matrimonio enseguida incurrió en una especia de competición desfogada. “La princesa tenía relaciones sexuales con alguien y enseguida se lo hacía saber, entonces él iba y hacía lo mismo y se lo hacía saber a ella”. Pero aquel juego de competición sexual alguna vez alcanzó cotas más elevadas de perversión en las elaboradas venganzas que el matrimonio llevó a cabo. “En una ocasión ella se acostó con uno de los amigos de su marido y después de hacérselo saber, él se acostó de forma deliberada con el mismo hombre”.

Antony, a quien Quinn define como "extremadamente promiscuo y bisexual" encontraba divertimento en competir en el terreno sexual con su mujer, pero también mantenía otras muchas relaciones que ocultaba a Margarita. En medio de aquella olimpiada sexual, el matrimonio tuvo dos hijos, David y Sarah, pero nada de todo aquello terminó por unirlos. Hacia el final de su matrimonio Margarita y Antony habían entrado en una espiral autodestructiva donde Antony daba algún paso más allá. Según cuenta Quinn, el fotógrafo disfrutaba atormentando a su mujer, una de sus costumbres con ese fin era la de dejar pequeñas notitas por Palacio con drogas de todo tipo. Por ejemplo, según rememora Quinn, en alguna ocasión Armstrong dejó un paquete de pastillas con una nota que decía “¿por qué no te acabas el bote y nos haces un favor a todos?”.  

La separación llegaría en 1976 tras la publicación de unas fotos de la Princesa Margarita en Mustique (su isla privada en el Caribe) en compañía de un joven 15 años menor que ella. Dos años después, en 1978 se formalizó el divorcio. Curiosamente el ex matrimonio mantuvo una estupenda relación hasta el final de sus días. De hecho, en el funeral de Margarita en febrero de 2002 Armstrong-Jones lloró sin consuelo junto al cortejo fúnebre que llevaba los restos del amor de su vida.