Posiblemente la discreción sea una de las cualidades más valiosas entre el personal que trabaja para la casa real inglesa. Los entresijos del día a día y las manías de los miembros de la firma (como los británicos se refieren a los Windsor) son detalles más que jugosos para los tabloides ingleses y la prensa de todo el mundo y es por eso que en más de una ocasión algún extrabajador de Palacio ha hablado más de la cuenta por un suculento cheque de alguna publicación amarillista. Incluso algunos como el exsecretario de Diana de Gales, Patrick Jephson, han llegado a publicar libros contando todos los detalles de sus años al servicio de la princesa.

Esta cualidad, la de la discreción, uno puede cultivarla y mantenerla toda la vida, pero más allá de la muerte se hace complicado conseguir que siga inquebrantable. Durante toda su vida Elizabeth Evans atesoró todo tipo de secretos y confidencias como fruto de su trabajo como azafata en la cabina de primera clase de distintos aviones de British Airways, entre ellos el mítico Concorde. Por su trabajo, Elizabeth trataba con personalidades de primer nivel de todo el mundo. Entre sus pasajeros más distinguidos en sus 28 años de servicio se encontraron en varias ocasiones Isabel II y su marido el Duque de Edimburgo.

Ahora, después de su muerte, la casa de subastas Hansons ha sacado a subasta un lote de sus efectos personales que contiene la documentación oficial que Casa Real facilitaba a la azafata antes de cada vuelo donde se detallaban qué cosas hacer y cuáles no para asegurar que el vuelo real se desempeñaba bajo las directrices de Buckingham Palace. Este documento saca a la luz los gustos y exigencias de la reina Isabel II y su marido.

Las manías de Isabel II en sus vuelos oficiales

La azafata de British Airways Elizabeth Evans falleció sin descendencia. Toda su carrera profesional la había desarrollado en la compañía aérea británica y al casarse, se retiró y se fue a vivir a Sudáfrica. A su muerte, su sobrina heredó todos los efectos personales de Elizabeth y tremenda fue su sorpresa cuando entre ellos encontró un pequeño tesoro con trascendencia histórica. Los objetos que hicieron comprender a la sobrina de la azafata la relevancia pública de su legado fueron unos documentos relativos a uno de sus servicios a la corona a bordo del concorde. En concreto en el año 1989 Elizabeth atendió al matrimonio real en un vuelo con destino a Singapur. En esta ocasi��n, la reina Isabel II y Felipe de Edimburgo no viajaron en un avión privado sino a bordo del Concorde de British Airways y con el fin de que todo se desarrollara a gusto de la monarca la tripulación de cabina recibió por escrito unas instrucciones claras.

Isabel II y Felipe de Edimburgo en un avión de la compañía British Airways en 1967

Isabel II y Felipe de Edimburgo en un avión de la compañía British Airways en 1967

Gtres

En el documento en cuestión se especifican cosas como que dentro de su habitáculo para el vuelo la difunta reina Isabel II exigía disponer de un cuenco con unos pequeños caramelos mentolados sin azúcar llamados Velamints para antes del despegue. En este mismo inventario de especificaciones también se recordaba que la reina tenía que disponer de sus propias almohadas para el descanso durante el tiempo de vuelo y, en esta misma línea se aclaraba que debía ser su propia ayuda de cámara quiénes hicieran la cama en la que la reina iba a descansar durante el vuelo y no el personal de la aerolínea.

Estas no son las únicas manías que la tripulación debía conocer para atender a la Reina y su consorte. Es sabida la afición de algunos miembros de la familia real británica por las bebidas espirituosas. La madre de Isabel II, Isabel Bowes-Lyon, conocida como Reina Madre, consumía todos los días a la hora del aperitivo un gin-tonic. En concreto le gustaba beberlo en vaso corto, con mucho hielo, poca tónica y mucha ginebra, al estilo de un Dry Martini. Justamente este último, el Martini, es el que figura en la guía de peticiones a bordo como uno de los favoritos de la reina Isabel II. En concreto, reza en el documento que es posible que la monarca quisiera beber un Martini, ya que le gustaba beber este preparado antes de recibir visitas.

Peligrosas peticiones a bordo

Entre las especificaciones a bordo que Casa Real hizo llegar a la compañía aérea hay una en concreto que contraviene específicamente la normativa de seguridad de la aviación civil. En el documento en cuestión que saldrá a subasta en Hansons figura la exigencia de que, si Isabel II estaba durmiendo en su cama durante el momento del aterrizaje bajo ningún concepto se la podía despertar, algo que pondría en riesgo su seguridad personal y la del resto de la aeronave.  Según las normativas de seguridad de la aviación civil, en el momento del aterrizaje no se puede hacer uso de la cama para asegurar que ante cualquier percance uno se encuentre en una posición que le permita reaccionar.

Fotografía del lote de efectos personales de Elizabeth Evans subastados por Hansons

Fotografía del lote de efectos personales de Elizabeth Evans subastados por Hansons 

Hansons Auctioneers

El resto del lote de pertenencias de la azafata que subastará la casa Hansons está conformado por un tríptico recordatorio del enlace de Carlos III con la malograda Diana de Gales, menús de los servicios de restauración ofertados en la primera clase del Concorde firmados por personalidades como Warren Beatty o Cliff Richard, una fotografía con el uniforme de trabajo, plumas estilográficas de la compañía y una distinción expedida por Buckingham Palace que certifica su buen trabajo al servicio de la Casa Real y por la que se le agradecen los servicios prestados. Su sobrina, poseedora de las pertenencias legadas por su tía, Jo Smallwood asegura que “sabía que mi tía ocultaba cosas de su paso por British Airways pero no esperaba nada a este nivel” y “creo que esta colección es un pequeño trozo de historia que alguien sabrá disfrutar y por eso la debo compartir”.