Cada día surge una nueva noticia y un nuevo contratiempo para la princesa de Gales, que se recupera de una cirugía abdominal a la que fue sometida el pasado 16 de enero. El absoluto hermetismo parece que está cansando a los ingleses que hasta ahora tenían a Kate Middleton como su auténtica 'joya de la corona'. El último capítulo ha sido la famosa foto en la que aparece junto a sus tres hijos y por la que ha tenido que pedir disculpas por la evidente manipulación digital, ante la avalancha de críticas.
La política de comunicación de los Windsor con este tema está cansando a los ciudadanos del país y "las mentiras" también han destapado la caja de los truenos sobre la confianza en la institución. Decepción es la palabra que más suena en los medios británicos, que asisten incrédulos día sí y día también a rumores y descabelladas teorías sobre cuál es el real estado de salud de la futura reina de Inglaterra.
Kate Middleton y Mette-Marit, dos formas de gestionar su enfermedad
El caso de la princesa de Gales es todavía más significativo cuando el oscurantismo no existe con el cáncer del rey Carlos III, o si tenemos en cuenta la gestión de la enfermedad que se ha hecho en otras casas reales cuando alguno de sus miembros destacados han tenido algún problema de salud. Uno de los casos más significativos es el de Mette-Marit de Noruega.
La que comenzó siendo la princesa más salvaje y rebelde de las monarquías también sufre una enfermedad que ha provocado en varias ocasiones su retirada durante meses de la agenda pública. Sin embargo, la familia real noruega nunca ha ocultado sus problemas de salud, al contrario, ha hablado abiertamente de la fibrosis pulmonar crónica que padece.
Fibrosis quística pulmonar, la enfermedad de Mette-Marit
Fue en 2018 cuando a la esposa de Haakon de Noruega le diagnosticaron esta enfermedad que produce una cicatrización del tejido del pulmón. Debido a ello, a lo largo de este tiempo Mette-Marit se ha visto obligada a cancelar compromisos de su agenda e incluso algún viaje oficial o celebración especial como el Jubileo de Oro del Rey Carlos Gustavo de Suecia, el pasado mes de octubre, para descansar y también debido a los efectos secundarios que le producen la medicación que toma.
La primera comunicación sobre el tema de la familia real noruega fue el 13 de septiembre de 2018 y anunciaba una baja de dos semanas. En estos cinco años y medio han sido varias más las ocasiones en las que ha tenido que retirarse de la vida pública, pero siempre aclarando los motivos y explicando sin problemas la situación de la princesa.
La propia Mette-Marit, que recibe tratamiento en el Rikshospitalet de Oslo, ha explicado en varias ocasiones que debido a la enfermedad tiene que bajar el ritmo y no puede trabajar tanto como le gustaría a consecuencia de las limitaciones que le provocan su dolencia. Algo que el pueblo noruego entiende y apoya incondicionalmente a su princesa con todo el cariño. No está sucediendo lo mismo ahora en Inglaterra con Kate Middleton, ya que después de dos meses de ausencia y sin noticias claras comienzan a ceñirse las sombras sobre la comprensión con la princesa de Gales.
La depresión de Masako de Japón
Pero Mette-Marit no ha sido la única royal con problemas de salud gestionados de manera muy diferente a Kate Middleton.
Desde hace décadas la emperatriz consorte Masako de Japón padece una depresión crónica, que la limita para cumplir con sus obligaciones institucionales. A pesar de que la casa imperial nipona es la más rígida de todas con un protocolo ancestral, comunica en los distintos actos la asistencia o no de la emperatriz en función de su estado.
Antes de conocer al hoy emperador Naruhito, en 1986, Masako era una joven brillante licenciada en Economía por la Universidad de Harvard y con la carrera diplomática por Oxford. Con la boda en 1993 con el entonces heredero su vida cambió radicalmente y comenzó a gestarse la depresión al verse atrapada en una 'jaula de oro'. Una dolencia que la corte imperial reconoció oficialmente con las palabras "trastorno de adaptación" en 2004.
Las causas que planean sobre su enfermedad es el rígido protocolo de la milenaria corte nipona y la imposibilidad de haber podido tener un hijo, ya que tuvo que someterse a tratamientos de fertilidad para poder quedarse embarazada, y en 2001 dio a luz al heredero. Pero fue una niña, la princesa Aiko, quien debido a la ley sálica que impera en Japón no podrá subir al trono. Su lugar lo ocupará su primo Hisahito, hijo del hermano del actual emperador.
Charlène de Mónaco, otra princesa con problemas salud
Otro de los casos más recientes es el de Charlène de Mónaco, a quien sus problemas de salud la mantuvieron retirada de la vida pública durante prácticamente un año.
En mayo de 2021 la princesa monegasca viajo a su país natal, Sudáfrica, y una visita para asistir a un acto de conservación de animales que iba a ser para diez días se convirtieron en más de seis meses, debido a una fuerte infección otorrinolaringológica por la que tuvo que ser intervenida en tres ocasiones. Enseguida surgieron los rumores de separación que siempre acompañan al matrimonio, pero fueron atajados inmediatamente por el palacio monegasco hablando claramente de la enfermedad.
Cuando la esposa del príncipe Alberto de Mónaco regresó al Principado también comunicaron que se ingresaba en una clínica en Suiza para terminar de recuperarse tanto física como mentalmente. La propia Charlène no tuvo inconveniente en hablar de su estado: "El camino ha sido largo, difícil y doloroso".
Todos ellos casos royals muy diferentes al oscurantismo con el que se está manejando la enfermedad de Kate Middleton.