El pasado 8 de diciembre la catedral de Notre Dame de París volvió a abrir sus puertas al público. Casi 900 años de historia que vuelven a contemplar a los visitantes que hasta allí se acercan después de sobrevivir a un devastador incendio en abril de 2019. Para la importante ceremonia de reapertura se dieron cita en la catedral parisina centenares de personas entre las que se encontraban algunos de los benefactores que han ayudado a financiar la obra de restauración del templo, socialités del país galo y representantes y personalidades de países del todo el mundo.
Entre los asistentes a este acto, en el que España inexplicablemente no tuvo representación, se encontraban el próximo presidente electo de los Estados Unidos de América, Donald Trump y el Príncipe Guillermo de Gales. Tras asistir a la solemne ceremonia, ha trascendido que los dos tuvieron un encuentro privado en la residencia del embajador de Gran Bretaña en París. En la distendida charla, según comentaron después, hablaron de los importantes lazos que unen a los dos países y Trump aprovechó para comentarle al Príncipe de Gales los buenos recuerdos que guardaba de su difunta abuela, la Reina Isabel II.
Lo que seguramente no comentaron ni Trump ni Guillermo es el episodio que recordamos hoy y que involucra de forma directa al magnate estadounidense con la desaparecida madre del Príncipe de Gales: la recordada Lady Di.
El agobiante acecho de Trump a la Princesa Diana
Tenemos que remontarnos a los años en los que Diana de Gales había roto su matrimonio con Carlos III y vivía en Kensington Palace en una especie de limbo real en el que ya no era la mujer del heredero, pero su condición de madre de los príncipes la convertía en una mujer menos libre de lo que le gustaría. En aquellos años, Trump todavía vivía alejado de sus aspiraciones políticas. Donald, a la cabeza de su imperio Trump, era feliz realizando cameos en series y películas y publicando libros. Fue precisamente en aquellos años cuando el hoy presidente electo pronunció la frase “cuando esté arruinado seré presidente de los Estados Unidos”, curiosa paradoja. En aquellos años 90 Donald vio en la Princesa de Gales a la mujer ideal para alguien de su estatus y decidió pasar a la acción.
Según la periodista y amiga persona de Diana Selina Scott contó en 2015, Diana fue “bombardeada” por Donald Trump a base de enormes ramos de flores que llegaban incesantemente al Palacio de Kensington. Selina, a la que recordareis por entrevistar a Juan Carlos I en el verano de 1992, cultivó buena amistad con la Princesa Diana durante los años en los que la ex mujer de Carlos III tuvo su mayor exposición mediática y era común que Diana usara a la periodista como confidente. Ahora, se recuerdan las declaraciones de Scott recordando el complicado episodio de la Princesa de Gales con el presidente de Estados Unidos.
Diana, el trofeo que Trump no pudo tener
Para la periodista británica la motivación detrás de este asedio estaba clara “vio a Diana como la mujer trofeo más codiciada”. Además, recuerda cómo el agobio de Diana fue en incremento. “A medida que las rosas, orquídeas y las demás flores se acumulaban en su apartamento, se iba preocupando cada vez más por lo que debía hacer. Diana comenzó a sentir que Trump la acechaba”. Selina Scott recuerda cómo la Princesa de Gales durante una cena de amigas le consultó agobiada “¿qué voy a hacer?” refiriéndose al tema de las flores y confesándole que solo pensarlo le daba “escalofríos”. Selina tuvo claro qué aconsejar a su amiga: “tíralo todo a la basura”.
Aquel episodio que agobió a Diana en una etapa de su vida en la que enfrentaba de nuevo la soltería fue también un episodio inconcluso para el político estadounidense. Selina Scott recuerda: “poco tiempo después de la muerte de Diana en París en 1997, Trump dijo a sus amigos que su mayor arrepentimiento era no haber tenido una relación con ella”. También rememora como Trump llegó a verbalizar que “siempre pensó que tenía una oportunidad real de un romance con la Princesa”. Estas palabras de Scott tienen confirmación en la propia voz de Trump, quien, en su libro de 1997, ‘El arte de la reaparición’ conto “solamente tengo una pena en lo que respecta a las mujeres: no haber tenido nunca la oportunidad de cortejar a Lady Diana Spencer”.
En las páginas de este libro el ex político rememora cómo coincidieron varias veces y cómo pudo ser testigo del magnetismo de la Princesa de Gales y cómo era capaz de “iluminar la habitación” con su carisma. A Diana de Gales la define como “una verdadera princesa”. A pesar de esta fascinación con la desaparecida madre de Guillermo de Gales, el final del cuento particular de Donald Trump parece estar escrito en la Casa Blanca con Melania y no con una princesa inglesa.