La Casa Real de Bernadotte posee entre sus alhajas uno de los joyeros reales más importantes de Europa por sus majestuosas joyas, coronas y tiaras cargadas de historia y recuerdos familiares. La mayoría de sus piezas han ido pasando de generación en generación, de monarca a monarca entre los miembros de la Familia Real de Suecia incrementando su valor exponencialmente. Desde la reina Luisa de Suecia hasta la heredera actual al trono sueco, la princesa Victoria de Suecia, repasamos algunas de sus joyas más significativas e importantes que ya forman parte del legado de la corona sueca.
Son bastantes los actos oficiales y eventos en los que la reina Silvia o la princesa Victoria de Suecia deciden lucir algunas de las joyas de su joyero real. Sin ir más lejos, la última ceremonia de entrega de los Premios Nobel fue toda una exhibición de las joyas de esta familia ya que lucieron algunas de las coronas y tiaras más importantes de su historia protagonizando un despliegue digno de admiración. Del joyero real, desempolvaron piezas como la parure de zafiros Leuchtenberg, la tiara Baden o la tiara de diamantes de Connaught.
El origen de muchas de estas piezas históricas se remonta al siglo XIX, cuando Desideria Clary, la esposa de Jean-Baptiste Bernadotte, llevó a Suecia un gran alijo de joyas que habían sido fabricadas por joyeros parisinos de renombre tras el ascenso al trono de su esposo. Estas piezas, que incluían broches, diademas, pendientes, anillos, esclavas y tiaras fueron las primeras piezas de la colección de joyas reales que conocemos hoy en día de la Casa Real de Suecia.
Una de las piezas que destacan sobre todas las demás es la tiara de los Camafeos, que la lució por última vez la princesa Victoria de Suecia el día de su boda con el príncipe Daniel en 2010, es una pieza que forma parte de un conjunto parisino de principios del siglo XIX, con un par de pendientes, un collar y una pulsera, y se cree que perteneció originalmente a Josefina de Beauharnais, a quien se la regaló su segundo marido Napoleón Bonaparte. Tras su divorcio, el conjunto fue pasando de generación en generación a través de herencias y matrimonios dinásticos y llegó a la Casa de Bernadotte por medio del matrimonio de la nieta de Josefina, Josefina de Leuchtenberg, con el príncipe heredero Óscar de Suecia en 1823.
Pero con el tiempo, las reinas y princesas de Suecia han ampliado la colección real de joyas con nuevas adquisiciones o mediante encargos específicos a casas de fabricación de alta joyería. Así, muchas otras piezas también han sido restauradas y rediseñadas para ser lucido en el presente, manteniendo todo el valor que han adquirido a lo largo de los años. Una de ellas es la tiara de diamantes y aguamarinas, una impresionante pieza que destaca por sus grandes aguamarinas y su estructura llena de pequeños diamantes que rodean la diadema. Fue un regalo del rey Gustavo VI Adolfo a su esposa, la reina Luisa, y es una de las tiaras favoritas de la reina Silvia. Así como la tiara de botones, conocida así por los botones de diamante que decoran su estructura, con un diseño versátil que permite transformarla en un collar. Se trata de una de las piezas más sutiles, elegantes y sofisticadas del joyero de la corona sueca que ha sido utilizada frecuentemente por varios de los miembros de la Familia Real.
Las joyas reales de la Casa Real de Bernadotte no son solo accesorios, sino también un recordatorio tangible de la historia, la tradición y la cultura de Suecia. Su esplendor y significado continúan cautivando tanto al pueblo sueco como a admiradores de joyas todo el mundo, consolidándolas como uno de los legados más importantes de la monarquía sueca. Por ello, abrimos el joyero de la Casa Real de Bernadotte y descubrimos las 9 joyas más importantes de su colección real.