Marcarnos metas es fácil, lo complicado está en sostenerlas en el tiempo, ser constantes y buscar la mejor manera de alcanzarlas. Aquí siempre hace falta una buena dosis de paciencia y esfuerzo, combinado con la ilusión de caminar hacia nuestro propósito de vida, y aquí es donde radica la clave, en localizar eso que te entusiasma y los mecanismos que te impiden alcanzarlo.
Andrea Rosario (@tuamigapsicologaa) es psicóloga especializada en el ámbito sanitario y experta en neuromarketing, y en su libro ‘Me prometí que cambiaría pero sigo igual’, propone un viaje apasionante en el que nos enseña a alejarnos de aquellos hábitos que nos impiden ser la versión de nosotros mismos, esa que nos impulsa para avanzar hacia la vida que deseamos. Ofrece herramientas prácticas para entender las emociones, creencias y reacciones automáticas y vencer los obstáculos y resistencias que nos impiden un cambio de hábitos realista y duradero.
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¿Por qué no podemos mantener los hábitos?
La mayoría de veces es porque no entendemos realmente cómo funcionan. Creemos que basta con repetir una acción hasta que se vuelva automática. En parte es así, pero en realidad es un proceso mucho más complejo, donde entran en juego nuestra identidad, entorno, nuestra regulación emocional y la manera en la que hemos aprendido a relacionarnos con el esfuerzo y el cambio.
Uno de los errores más grandes es intentar sostener hábitos solo con fuerza de voluntad. Nos decimos cosas como "esta vez sí lo haré", "voy a obligarme hasta que se vuelva parte de mí". Pero la fuerza de voluntad es un recurso limitado. Puedes forzarte a hacer algo durante unos días o semanas, pero cuando la motivación se acabe o la rutina se desajuste, el hábito se caerá.
Otro problema es que queremos cambiar desde la rigidez y la exigencia. Nos imponemos metas extremas: "voy a entrenar todos los días". Pero en cuanto fallamos (porque es inevitable), sentimos que lo hemos arruinado todo. Creemos que si no lo hacemos perfecto, no vale la pena seguir. Así nos quedamos atrapados en un ciclo de empezar con fuerza, fallar, castigarnos y abandonar.
Y aquí entra otro punto clave: forzarnos para adoptar hábitos que no encajan con nuestra vida o con nuestra identidad actual. Queremos leer más, pero nuestra rutina no deja espacio para la lectura. Queremos hacer ejercicio, pero seguimos viendo el movimiento como un castigo en vez de algo que disfrutamos. Queremos ser más organizados, pero no hemos trabajado en nuestra relación con la estructura y la planificación.
Si un hábito se siente como una lucha constante, no es porque seamos vagos o incapaces. Es porque estamos intentando construirlo sobre una base que no lo sostiene.
¿Es una cuestión de autosabotaje o expectativas poco realistas?
Una combinación de las dos cosas. A veces, el problema es que nos ponemos expectativas imposibles de sostener, y otras veces, sí hay algo de autosabotaje, pero no en el sentido de que queramos hacernos daño a propósito. No nos arruinamos la vida conscientemente, no decidimos fracasar a propósito. El autosabotaje es algo mucho más sutil e inconsciente: es la forma en la que nuestra mente trata de protegernos de algo que percibe como amenazante, aunque en la superficie parezca un cambio positivo.
Por ejemplo, puede que queramos cambiar de trabajo porque el actual nos hace infelices, pero, sin darnos cuenta, atrasamos enviar el currículum o nos ponemos excusas. ¿Por qué? Porque aunque racionalmente queremos el cambio, hay una parte más profunda de nosotros que lo asocia con incomodidad, incertidumbre o incluso miedo.
El autosabotaje no es una fuerza malvada que nos arrastra hacia el fracaso, sino una señal de que hay algo en ese cambio que nuestro sistema aún no sabe gestionar. Tal vez sentimos que no estamos preparados. Tal vez el cambio nos recuerda experiencias pasadas en las que nos salió mal. Puede que, en el fondo, pensemos que no lo merecemos.
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En lugar de forzarnos a seguir adelante a base de empuje y disciplina, necesitamos detenernos y preguntarnos:
- ¿Qué me genera resistencia de este cambio?
- ¿Qué historia me estoy contando sobre lo que va a pasar si lo logro?
- ¿Qué parte de mí se siente incómoda con esto y por qué?
¿Cómo dar con esos hábitos que de verdad sean afines a mi esencia?
Estamos tan acostumbrados a pensar en lo que "deberíamos hacer", que no nos preguntamos si realmente lo queremos. Nos imponemos rutinas porque las vemos en redes sociales o porque alguien nos dijo que nos harían bien, sin preguntarnos si encajan con nuestra vida, con nuestra personalidad, con nuestro ritmo.
Por eso, la clave no es preguntarte "qué hábitos debería tener", sino "qué tipo de persona quiero ser". Algunos tipos para encontrar hábitos que sean sostenibles:
- ¿Qué cosas ya disfruto y cómo puedo potenciarlas? A veces el hábito que buscas ya está en tu vida, pero no le has dado espacio.
- ¿Para qué quiero este hábito? No es lo mismo hacerlo porque te nace que hacerlo por presión externa.
- ¿Cómo puedo adaptarlo a mi realidad en lugar de tratar de encajar mi vida en él? No todo cambio tiene que seguir la misma fórmula.
¿Cómo lograr ese cambio que tanto queremos y mantenerlo en el tiempo?
Si un cambio requiere que cada día te esfuerces en recordarlo y obligarte a hacerlo, tarde o temprano lo abandonarás. Para que se mantenga, no basta con decidirlo, hay que diseñarlo de forma que ocurra, aunque no tengas ganas, aunque tengas un mal día, aunque no estés motivado.
- Reduce la fricción: Si quieres que algo pase, hazlo fácil. Si quieres leer más, que el libro esté visible y accesible. Si quieres usar menos el móvil, sácalo del alcance de tu mano. Si quieres beber más agua, deja la botella cerca. Cuanto menos esfuerzo requiera, más probable es que lo hagas.
- Empieza más pequeño de lo que crees necesario: Uno de los errores más comunes es querer cambiar todo de golpe. Pero lo que realmente funciona es empezar con lo mínimo viable. No necesitas entrenar una hora al día, empieza con cinco minutos.
- Crea un sistema que sostenga el hábito: Los hábitos que perduran no dependen de la motivación, sino de la estructura en la que están insertados. Si dependes de recordarlo o de tener fuerza de voluntad, vas a fallar. Si lo conviertes en parte de tu rutina y lo enlazas con algo que ya haces, se sostendrá solo.
- Ten un plan para los días malos: Porque los días malos van a llegar. No es cuestión de si fallas, sino de qué haces cuando fallas. La diferencia entre la gente que mantiene un hábito y la que lo abandona no es que nunca fallen, es que cuando fallan no se quedan atrapados en la culpa. No hacen de un error una excusa para tirar todo por la borda. Si un día no puedes hacerlo, ajusta en lugar de castigarte.