En España tenemos un clima excepcional, con muchos días de sol al año que hacen posible disfrutar de actividades al aire libre y recargar nuestros niveles de vitamina D. Sin embargo, las últimas semanas parece que la lluvia se ha instalado de lleno en el calendario, sin dejar mucha tregua para que veamos los rayos del sol. Frente a esto, son muchos los que sienten que su estado de ánimo decae, manifestando malhumor o inestabilidad emocional.

Si miramos a países como Dinamarca, donde tienen un invierno largo y duro, observamos que no lo viven como una batalla contra el frío, sino en una excusa para encender velas, reunirse en sofás mullidos y compartir con los que más quieres. Allí, donde el sol se esconde a las 3 de la tarde en diciembre y las temperaturas rozan los cero grados, la felicidad es un acto de rebeldía. Meik Wiking, director del Happiness Research Institute en Copenhague y autor del bestseller ‘Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas’, lo explica sin rodeos: "No somos felices a pesar del clima, sino gracias a cómo lo enfrentamos. Aquí, la oscuridad no es un enemigo, es una aliada para conectar con lo que importa".

Hygge: La receta danesa para ser feliz bajo cielos grises

Lo llaman hygge y, aunque no tiene traducción exacta, podría resumirse en una actitud, imágenes de cafés humeantes, mantas confortables y tus seres queridos en un sofá compartiendo tu guiso favorito al calor de las velas, mientras escuchas el crepitar de la chimenea de fondo. "El hygge es la elección consciente de apreciar lo ordinario", dice Susanne Nilsson, profesora de cultura danesa en Londres, que enseña este concepto a sus alumnos. "No se trata de lo que haces, sino de cómo lo sientes".

Para los daneses, el hygge es tan esencial como el aire que respiran. No es un lujo, sino una necesidad psicológica. "Cuando tienes solo cuatro horas de luz solar en invierno, o aprendes a crear calor humano o te derrumbas", comenta Helen Russell, periodista británica autora de ‘El año que viví a lo danés’. Y los números no mienten: Dinamarca lleva una década en el top 3 del World Happiness Report de la ONU, superando a países con climas tropicales y economías boyantes. ¿Su secreto? Priorizar el bienestar emocional sobre las condiciones externas.

Hygge y la felicidad

Unsplash

Meik Wiking lo ejemplifica con un dato curioso: "En Dinamarca se consumen más velas per cápita que en ningún otro país. No es por romanticismo: la luz tenue nos ayuda a bajar el ritmo, a sentirnos seguros. Es una forma de hackear nuestro cerebro para que asocie la oscuridad con calma, no con tristeza". Pero el hygge va más allá de las velas y las mantas. Es una filosofía que impregna decisiones cotidianas: desde cenar en familia sin móviles en la mesa hasta permitirse un pastel de canela sin culpa. "Los daneses no hacemos dietas extremas en enero. Si hace frío, comemos algo dulce. Si estamos estresados, encendemos una vela. No nos castigamos por buscar consuelo", añade Wiking.

Aquí radica la paradoja: Dinamarca no tiene mejor clima, pero sí mejor cultura emocional. Mientras otros países asocian la felicidad con logros o posesiones, los daneses la encuentran en la simplicidad. "Hygge es entender que tienes derecho a una pausa", insiste Russell. "Aunque el mundo exija productividad, tú eliges apagar el teléfono y mirar por la ventana un rato. Eso no es pereza, es supervivencia".

Exportar el hygge: ¿Una fórmula global para la felicidad?

El término hygge se ha colado en cafés, tiendas de decoración y hasta en gimnasios de mindfulness. En Londres, por ejemplo, el Colegio Morley ofrece cursos donde enseñan a "vivir hygge", y en redes sociales, los influencers proclaman sus beneficios con fotos en los que aparecen con grandes tazas y calcetines de lana. Pero, ¿puede un concepto tan arraigado en la forma de vida danesa, llegar a cualquier parte del mundo?

Para Meik Wiking la respuesta es sí, pero con matices: "El hygge no es copiar nuestras tradiciones, sino adaptar su esencia: crear espacios seguros, físicos y emocionales, donde la gente pueda bajar la guardia". Un ejemplo es Hygge Bakery, una panadería en Los Ángeles que vende pasteles daneses y ofrece talleres sobre cómo disfrutar de la lentitud. "No se trata de importar recetas, sino de entender que la felicidad necesita tiempo muerto, sin objetivos ni productividad", explica su dueña, Lola Jensen.

Hygge

Unsplash

Sin embargo, el mayor desafío es cultural. En sociedades obsesionadas con el éxito y la hiperconexión, abrazar el hygge implica nadar contra corriente. "En muchos países, la autocrítica es vista como virtud. Pero los daneses creemos que ser amable con uno mismo es la base de la salud mental", señala Wiking. Helen Russell lo ejemplifica con un contraste: "Mientras en Reino Unido enero es sinónimo de dietas y gimnasios, en Dinamarca es el mes de los juegos de mesa y las sopas caseras. No se privan: se cuidan".

El ritual que necesitas hacer para conectar contigo mismo, según Susanne Nilsson

Para Susanne Nilsson, la clave está en pequeños rituales: "No necesitas una cabaña en el bosque. Basta con dedicar 20 minutos al día a algo que te conecte contigo mismo: leer, cocinar, o incluso mirar la lluvia con un café en la mano". Wiking va más allá y nos desafía a redefinir nuestros parámetros de felicidad, proponiendo que se cultive un bienestar interno que haga irrelevantes las inclemencias del tiempo. ¿Podrá el resto del mundo aprender a crear su propio espacio Hygge? La respuesta, como nos dice el propio gurú de la felicidad, está en nuestra capacidad de ser amables con nosotros mismos y con los que nos rodean.