'El Hormiguero' recibía en su plató a Fernando Tejero y José Manuel Poga, protagonistas de la película "La Fortaleza". Está historia tiene como lugar de rodaje al Palacio de las Poyatas en Almendralejo (Badajoz). Un lugar que ha sido siempre señalado por su vida anterior, ser un centro sanatorio de referencia para enfermos de tuberculosis. Hay que remontarse a la época de los Duques de Valderrey para encontrar el origen de todas sus historias paranormales que han permanecido hasta ahora. Pablo Motos escuchaba sorprendido a sus invitados que narraban las sensaciones que habían tenido al respecto. "Presenciaba cositas. Había una habitación azul antes de llegar a la sala donde descansaban los actores y tenías que pasar por delante. Te daba un respingo", le reconocía el actor de 'La casa de papel"
Su compañero confirmaba todo lo que estaban desvelando y añadía una sensación mayor: el miedo. "Acondicionaron las salas donde rodábamos, el resto no. Daba mal rollo, había tenido una vida anterior como que...", explicó. La vida nunca se fue de este lugar que estaba completamente devorado por la naturaleza. El ruido aún estando todo el equipo allí era constante: "Había pájaros, ratones...rodábamos la secuencia y se escuchaban ruidos de todo lo que había habido allí". A pesar de todo eso fue para ellos toda una experiencia de la que no se verá todo lo grabado. Una escena en la que compartían beso no está en el montaje final. Ambos confesaron que estas decisiones, para un actor, son complicadas de asimilar y que les "da rabia".
Las complicaciones de la última película de Fernando Tejero: "A la policía le daba miedo ir"
"Últimas voluntades" es el título de uno de los proyectos que están a punto de estrenarse de Fernando Tejero. Junto a "La Fortaleza" está muy expectante de lo que pueda suceder a estos títulos, a estas dos pequeñas películas. A diferencia de la primera, esta se rodó en Murcia en uno de los barrios más marginales de la ciudad. Esta decisión de localización tuvo consecuencias para la producción, que veía como la grabación de todas sus escenas se veían ralentizadas. "La gente, si le salía de las narices, no te dejaba roda. Hubo que contratar a tres capos de ahí y eran los que controlaban", reconoce. Fue la única solución que se les ocurrió para no tener que retrasar aún más todo el plan que ya estaba en marcha. "Ellos daban la orden allí, quién entraba...creo que, incluso, a la policía le daba miedo ir".