Los concursantes de 'Supervivientes' que habitan ahora Playa Condena perdieron gran parte de sus objetos personales en el cambio exprés de playa: pintalabios, anoraks, ropa interior, toallas... ellos mismos confesaban a su llegada a la nueva playa que "no tenemos nada", y es algo que les dolía profundamente porque muchos de esos objetos guardaban un profundo significado personal, como mensajes de su familia. Por eso, la organización del programa ha querido echarles una mano y premiar a los supervivientes de la playa con recompensas, eso sí, no venían solas.

El programa ha enfrentado a los concursantes a ‘El dilema de los dioses’. Pero no ha sido una tarea fácil: Miri, Ángel, Gorka, Blanca, Marieta y Javier debían aceptar una penitencia para elegir entre dos recompensas: una cargada de sentimentalismo y un premio para el grupo.

La primera en enfrentarse al dilema era Miri, que podía elegir entre recuperar su pintalabios (que para ella es muy especial) o unas latas de comida para el equipo. "Estamos en televisión y quiero estar mona, yo me pinto los labios hasta estando en casa sola", confesaba la superviviente, "además tiene mensajes de mi gente, tiene una parte sentimental". 

Miri se enfrenta al dilema de los dioses

Miri se enfrenta al dilema de los dioses.

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"La penitencia la acepto totalmente", aseguraba tras descubrir que debería ser 'mayordomo' por un día en Playa Condena, es decir, hacer todo lo que le pidan sus compañeros. Sin embargo, debía elegir entre las recompensas y supo poner el verdadero valor a la recompensa y optó por las latas de comida para el equipo: "tengo que pensar en mis compañeros", confesaba emocionada y sin poder contener las lágrimas, "me da mucha pena pero sería imposible que yo estuviera en la playa con mi pintalabios y sin comida para el resto".

El siguiente en enfrentarse al dilema era Ángel Cristo Jr., cuya penitencia era pasar un día esposado a Blanca, lo cual ha asegurado que no era un problema para él. Pero su decisión sí que no era fácil, debía escoger entre hablar por teléfono con su novia, Ana, o unas tortitas con café para el grupo ¡durante cinco días! Entre lágrimas, el hijo de Bárbara Rey ha pronunciado: “Ana, lo siento mucho, pero elijo la comida para los compañeros”.

Llegaba entonces el turno de Gorka, que tenía que escoger entre una gran bandeja de patatas fritas y un pollo asado, que solo podía comer él, frente a la toalla de la hija de Javier Ungría, que se dejó en el traslado y que había explicado que era muy importante para él. Sin poder contener las lágrimas, Gorka explicaba lo importante qué es Javier para él en su aventura de ‘Supervivientes’ y por eso elegía el objeto de Javier: “Tenemos mucha hambre, pero como el líder, me toca dar ejemplo. Puedo aguantar con los cocos, y Miri y Ángel han tenido gestos preciosos. Voy incluso a llorar, Javi es la persona que más me ha sorprendido, es el apoyo más grande que tengo, sé que su hija es todo para él y voy a coger la toalla”. Unas palabras que conseguían sacar las lágrimas de todos los compañeros de la isla. ¿Su penitencia? Pescar cinco peces durante un día.

Gorka en el dilema de los dioses

Gorka en el dilema de los dioses.

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El gesto de Gorka dejaba completamente emocionado a Ungría, que no dudaba en correr a abrazar a su compañero mientras ambos se deshacían en lágrimas. Un momentazo que ha conquistado a los seguidores del programa.

No ha gustado tanto la decisión de Blanca Monchón. La deportista, por su parte, debía decidir entre una foto con su marido y sus hijos o dos almohadas para compartir con el resto de los compañeros. “La foto, evidentemente, os quiero muchísimo”. Su penitencia era la de pasar un día a ciegas, sin ver absolutamente nada, algo que no le importó. Pero la audiencia no ha tardado en criticar su decisión, y muchos apuntan ya a que con este gesto se ha ganado ser la expulsada del próximo jueves... La tachan de "egoísta": "¿Un marco de fotos antes que la comodidad para todos con dos almohadas?", se preguntan desde el público, que no logran entender la decisión de la superviviente.

Marieta podía elegir entre recuperar la ropa interior que se había olvidado en la otra playa o unas gafas de buceo para todos. La penitencia que tenía que cumplir era la de ir en taparrabos, algo que aceptaba antes de quedarse con las gafas para el equipo.

El último en enfrentarse a la difícil decisión era Javier Ungría, que decidía cumplir la penitencia de ceder su ración de comida durante un día al otro equipo y se quedaba con la recompensa ofrecida: fuego para todo el equipo.