Desde el punto de vista que pretendo dar sobre las relaciones de pareja, considero que es importante tratar una visión más allá de los conceptos que estamos acostumbrados a manejar.

Desde el punto de vista del amor de pareja, podemos entender este amor en función de nuestro nivel de comprensión y vivencia acerca de él. Una vez que hemos visto el concepto de Apego, que tiene que ver más con lo emocional y lo pasional, hemos de ir un paso más allá para encontrar ese concepto del amor que nos dará el sentido de la pareja que tenemos o aquella que estamos buscando con cierto anhelo.

Los griegos clasificaban distintos tipos de amor. El primero tiene que ver con lo que ellos llamaban “ágape”, haciendo referencia al compañerismo, lo fraternal, la convivencia, el cariño, el respeto, etc. Aquí existe un equilibrio entre el dar y el recibir, de forma incondicional. El otro tipo de amor es el llamado “eros”, relacionado más con la pasión y el sexo, incluso con un tema que ya hemos visto en esta sección, como es la etapa romántica de la relación. El conflicto entre estos dos tipos de amor es motivo de dolor y separación entre la pareja.

En muchas parejas, cuando pasa la etapa pasional o romántica, se llega a la etapa fraternal, donde el cariño forjado por la convivencia y el respeto predominan en la relación, y es el motor que hace continuar la unión de pareja. De hecho, en algunas culturas, y sobre todo en épocas anteriores, predominaba el matrimonio de conveniencia, durando aún más que el matrimonio basado en el amor romántico, debido a que el objetivo era crear estabilidad política, social, o bien perpetuar la unión con desdendencia. No quiero decir con esto que recomiende el matrimonio o la unión de pareja de conveniencia, como si fuese un negocio o la fusión de dos socios para formar una empresa. Ni mucho menos. Lo que quiero decir es que el llegar a un acuerdo entre los miembros de la pareja, no está reñido con lo romántico o pasional, cuya etapa sabemos que es pasajera.

El acuerdo representa madurez en la pareja. Es permitirse decirle al otro qué es lo que necesito y acercar posturas en cuanto a satisfacer lo que el otro necesita. Porque la palabra “acuerdo” viene del latín “cordis” que es corazón. Es actuar desde el corazón, sabiendo que la madurez de pareja está en que uno da, sabiendo que se va a recibir de alguna manera, de forma incondicional.

Este transmitirle al otro lo que uno necesita, no tiene que ver con la demanda infantil, que consiste en la manipulación emocional de una persona adulta que no ha resuelto las carencias de la infancia con sus progenitores.

El acuerdo en una pareja madura carece de manipulación emocional, donde predomina la coherencia entre la mente y el corazón. El amor entre una pareja así se caracteriza por el equilibrio en todos los aspectos, en que ambos son conscientes de que deciden aceptar diferencias con la otra persona, y de que dan y reciben de forma voluntaria y sin ningún tipo de chantaje emocional.

Las relaciones maduras se basan también en que son personas “afines”, cuya característica es ser personas completas, que buscan dar al otro lo mejor de sí mismos, y aprender de lo mejor del otro.

Cuando una relación de pareja está basada en que ambos se complementan, estamos viendo que los dos no se sienten completos, y buscan que el otro les complete o complemente. La mayoría de relaciones que fracasan, se caracterizan en que uno o los dos busca que el otro supla las carencias que uno no es capaz de equilibrar por sí mismo. En eso radica el fracaso en la relación, siendo una relación inmadura, en la que los traumas y carencias afectivas de la infancia salen a relucir.

Puede existir la posibilidad, bastante frecuente en relaciones de pareja, y consiste en que estamos por conveniencia o acuerdo mutuo, respeto, etc.  Pero al mismo tiempo la pasión y el deseo sexual ha desaparecido. Es normal que ese aspecto, que antes pertenecía a la fase de amor pasional, lo encontremos en una tercera persona, lo cual hace que no podamos o no queramos separar ambos aspectos, ya que con la misma persona, esas necesidades no pueden llevarse a cabo. Podemos sentirnos cómodos así, pero estamos cayendo en el engaño, siempre y cuando el otro no lo sepa o esté en desacuerdo con esta actividad de su pareja.

Esto es una encrucijada, ya que no sabemos o no podemos renunciar a ambos aspectos de la relación, y que se llevan a cabo con dos personas diferentes. Puede producir un conflicto interno, que nos va a llevar a cuestionarnos hasta donde llega nuestra independencia emocional, económica, y el nivel de confianza con nuestra pareja. También nos lleva a pensar cual es nuestro nivel de autoestima.

Por último, debemos entrar en un nivel de amor más allá de los anteriores que hemos visto hasta ahora. Un amor que, aunque sigue estando unido al amor de pareja, va más allá de ésta. Se trata de un amor que está en nuestra propia esencia, más allá del ego. Está tapado, latente, y no se suele manifestar en el día a día. Es el motor escondido que hace mover todas nuestras acciones en su búsqueda. Pensamos que está fuera, pero realmente es algo que ha nacido con nosotros. Es ese amor incondicional que se manifiesta de niños, y que la vida se encarga de tapar mediante crisis, dolor, decepciones e inseguridades.

El vacío existencial y el sinsentido que sentimos en alguna etapa de nuestra vida nos hace buscar esa transcendencia o amor que llevamos dentro. Al no darnos cuenta de él, nuestro inconsciente lo proyecta al exterior, en forma de ideales y personas a las que pensamos que representan ese amor. Quiere encontrar y llenar el hueco que deja ese vacío mediante personas proyectadas, en forma de pareja, romance, amantes, etc. Realmente, el amor romántico surge de ese amor universal y de la mística que se ha plasmado en forma de literatura a lo largo de la historia.

Es el vacío existencial y la sensación ilusoria de carencia de amor, lo que nos hace a las personas buscarlo en personas que nos hagan de espejo interior de ese amor tan anhelado. Es el único amor que sana el dolor y es capaz de llenar ese vacío existencial. Aunque nadie es capaz de suplir esa sensación de vacío prococada por el dolor y las heridas, existen personas que son un reflejo de esa fuerza interior.

Como decía un místico antiguo: “no es que te ame a ti, es que amo la vida a través de ti”. Tiene que ver con la compasión y apreciar o reconocer aquello con lo que nuestro ego no está de acuerdo, sabiendo que el otro siempre está reflejándonos algo de lo que es necesario fijarse para aprender. Comprendes todo lo que existe, sin juzgar, aunque te sientas afín a cosas y a otros no.

En una relación donde se manifiesta este tipo de amor más transcendental, se manifiesta un estdo de conciencia superior, al que debemos aspirar, donde se disfruta, se aprende y se entrega sin condiciones, donde de forma natural, el otro te devuelve lo dado. Se experimenta, no solo en la pareja, sino en todos los ámbitos de la vida, solo que es la pareja la que más refleja y te hace ver lo que llevas dentro para aplicarlo también al resto de la vida. El amor más grande acepta e incluye a las otras formas de amor, más inmaduras y personales.

Debemos recordar, sin embargo, que no debemos de caer en la búsqueda de amor, afecto y de vivencia compartida, como forma de evitar las pruebas de la vida, como el dolor, los cambios inesperados, la muerte de un ser querido y la evolución personal; porque el amor transcendental al que nos referimos es un camino personal, una apuesta por evolucionar; y la evolución personal implica cambios, dolor y un buceo por nuestra sombra.

Este amor no tiene espectativas, no juzga al otro; está constantemente aprendiendo del reflejo del otro, y desea la felicidad del otro, de la misma manera que desea la suya propia. No desea poseer, sino compartir. Es un amor que ve un milagro en cada detalle de la vida; como es despertar cada mañana estando vivos y sanos. Aprecia la ducha de la mañana, el beso y la sonrisa de la pareja, el sol y el viento dándote en la cara. Ve en cada objeto una obra maestra que ha ideado otra persona, desde su propia creatividad diferente a la tuya, etc.

Dos personas que han manifestado este tipo de amor, no son medias naranjas que se complementan, sino naranjas enteras que buscan compartir lo que son y hacerse más grandes en el acto de dar y recibir. Se manifiestan de forma auténtica, se muestran tal y como son; sin heridas ocultas y sin miedo a mostrar la propia vulnerabilidad, propia de la condición humana.

Este es el objetivo final del amor de pareja, lo cual no quiere decir que no lo consigamos estando solos. Además del aprendizaje que conlleva y del tener dominio del dar y del recibir, este objetivo no es otro que el de descubrir lo que hemos sido siempre, y que hemos perdido con el tiempo y la vida adulta. La conexión con algo más grande que nosotros mismos, del que formamos parte, y ese algo está en nosotros.

Escrito por: Pablo Ruiz Bellverser. Terapeuta Transpersonal Terapeuta Transpersonal y Emocional. Maestro de Cábala y Consultor del Árbol de la Vida personal. (clic aquí)

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