El hermetismo y la frialdad suele apoderarse de las casas reales en los momentos más duros. No por la falta de sentimiento, sino por cuestión de protocolo. Pues bien, este lunes a última hora de la mañana cuando los familiares de Constantino de Grecia se han desplazado hasta el cementerio real de Tatoi, se han mostrado completamente desolados. En especial, la Infanta Cristina, quien ni siquiera podía abrir los ojos y necesitaba el amparo de uno de sus hijos. De hecho, Miguel Urdangarin besaba su mano como muestra de cariño, un detalle que ha llamado poderosamente la atención debido a las pocas ocasiones en las que se suelen mostrar este tipo de gestos públicamente.
Todos los hijos de la Infanta han acudido junto a su madre, sin embargo, el que no quería separarse de ella era Miguel. De este modo, le demostraba que estaba a su lado en el último adiós de su tío, alguien profundamente querido para ella. Justo unos pasos por delante estaba el Rey Felipe junto a su tía, Irene de Grecia, a quien ayudaba a caminar y quien también era la viva estampa de la tristeza, pues se sentía incapaz de levantar la mirada del suelo. En este caso, las imágenes hablan por sí solas y es que el sentimiento que imperaba era la melancolía en toda la familia. Pocos instantes antes la Reina Letizia se apoyaba también su nuera, la Reina Sofía, que también está sirviendo de apoyo en este duro momento. Prueba de la empatía que estaba demostrando que ha hecho un guiño a su suegra a través de una pulsera muy especial, tal y como te hemos contado en SEMANA.
La mañana empezaba con fuerza en Atenas. Han sido varios los royals y los jefes de Estado que se han desplazado hasta la Gran Catedral Metropolitana en Atenas, momentos previos en los que la emoción se palpaba a cada instante. Tanto es así que más de uno ha sido incapaz de reprimir las lágrimas. Así lo demuestran las imágenes de la viuda de Constantino mostradas en este medio, en especial, a su entrada. Ana María de Grecia ha estado muy afligida tanto antes, como durante la misa o tras finalizar la misma, un dolor con el que todos los presentes se han solidarizado.