Las desavenencias entre la Infanta Elena (60) y Jaime de Marichalar (61) eran un secreto a voces en los ecos de sociedad de la España de comienzos del 2000. Hacía años que el matrimonio se había desmoronado, pero debido al estatus real de la pareja parecía imposible que se llegara a la ruptura total. Hasta que estalló la bomba.

Fue en la tarde del martes 13 de noviembre de 2007. La Casa Real lo anunció mediante un comunicado muy pensado, midiendo al milímetro cada una de las palabras. Ni rastro de separación, ni mucho menos de divorcio. La inédita fórmula que utilizaron ya ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, y fue, en su momento, objeto de más de un chiste.

La novedosa fórmula de la separación de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar

El eufemismo que se encontró fue un "cese temporal de la convivencia", una frase con la que se quería moderar el impacto en la sociedad española de la primera ruptura matrimonial de un miembro de la Familia Real, aunque nadie dudó que se trataba de una separación definitiva.

La Familia Real con Concepción Sáenz de Tejada

La Familia Real con Concepción Sáenz de Tejada, madre de Jaime, el día de la pedida de mano de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, el 28 de enero de 1995.

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Con esta solución, que en principio no tenía consecuencias legales, se pretendía que los entonces duques de Lugo se dieran un tiempo para meditar sobre su futuro matrimonial, algo que tanto el Rey Juan Carlos como la Reina Sofía le habían pedido encarecidamente a su hija mayor.

Los duques de Lugo con sus hijos

En los tiempos felices, los entonces duques de Lugo con sus dos hijos: Froilán y Victoria Federica.

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Pero la Infanta Elena, una mujer con un fuerte carácter, ya tenía entonces muy clara su determinación de decir adiós a un matrimonio de doce años y medio que nunca llegó a ser del todo lo que ella había soñado, con dos hijos en común: Froilán y Victoria Federica, que entonces tenían 9 y 7 años respectivamente.

Las vidas separadas de los duques de Lugo

Unos días antes de hacerse pública la noticia, ella ya había abandonado el domicilio conyugal de la calle Núñez de Balboa, en el exclusivo barrio de Salamanca de Madrid, para instalarse junto a sus dos hijos en un chalé en la colonia de Fuente del Berro. Un año después se trasladaría a un piso en el barrio del Niño Jesús, cerca del Parque del Retiro, que se convirtió en su domicilio definitivo hasta hoy.

Las semanas y meses que siguieron a la separación fueron el escenario de constantes especulaciones y posibles consecuencias ante lo inédito de la situación, escrutando al detalle todos y cada uno de los pasos que daban los protagonistas.

La Infanta Elena, una mujer liberada y feliz

La Infanta Elena era la imagen de una mujer liberada y feliz, que había retomado su vida de soltera sin dificultades. Viviendo con sus dos hijos, recogiéndolos en el colegio, trabajando en su propia guardería (en 2008 comenzaría su andadura profesional en la Fundación Mapfre, donde sigue a día de hoy), montando a caballo y acudiendo a los actos oficiales de la agenda de Casa Real que le correspondían.

Además, disfrutaba de sus recuperados amigos de soltera y, más a menudo que antes, visitaba a sus padres y hermanos.

La Infanta Elena y Jaime de Marichalar

La Infanta Elena y Jaime de Marichalar paseando por Nueva York en 2003.

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La tristeza de Jaime de Marichalar

Menos estimulante era la imagen de Jaime de Marichalar en aquellos meses. Era un hombre triste, al que le costaba aceptar que la separación no era temporal sino definitiva. El todavía duque intentó reconquistar a su esposa, pero no fue posible.

Incluso la relación entre ellos cada vez era más difícil y solo se comunicaban por las cuestiones relacionadas con sus dos pequeños: temas escolares, el tiempo de cada uno en vacaciones, los fines de semana...

Dos años después llegó el divorcio

Cuando ya nadie se acordaba del shock inicial y la ruptura estaba asimilada por todos, llegó el anuncio del esperado divorcio. Se oficializó el 15 de diciembre de 2009, dos años después de darse ese tiempo que habían prometido a los hoy Reyes eméritos. 

En esta ocasión fue anunciado por el propio exmatrimonio a través de un comunicado conjunto distribuido por sus abogados. Según el escrito, ambos habían dado su visto bueno de común y mutuo acuerdo al correspondiente convenio regulador y mantenían “una fluida interlocución en todo lo referente al interés común de sus hijos".

El comunicado del divorcio de los duques de Lugo mencionaba además que la Familia Real seguía sintiendo “afecto y consideración por Don Jaime, como ha sido así a lo largo de estos dos años".

De este modo, la hermana mayor de Felipe VI hizo historia al ser la primera infanta en firmar su divorcio en España.

El ictus de Jaime de Marichalar que lo cambió todo

A pesar de la tormenta mediática, el deseo de la duquesa de Lugo no sorprendió a nadie. El matrimonio ya tenía problemas antes del ictus que Jaime de Marichalar sufrió el 22 de diciembre de 2001 mientras hacía deporte en un gimnasio cerca de su domicilio, al que acudía habitualmente.

La enfermedad, que le paralizó la parte izquierda de su cuerpo, cambió por completo la vida del entonces duque y también agrió su carácter.

La Infanta Elena permaneció a su lado, pero no había solución para un matrimonio que no se entendía y apenas compartían intereses, ni planes (el verano antes del anuncio, la Infanta y sus hijos se habían ido de vacaciones a Croacia con la Infanta Cristina y su familia, pero sin rastro de Jaime. Aunque en agosto sí compartieron los tradicionales días en el Palacio de Marivent con la entonces todavía unida Familia Real). 

Los Reyes Juan Carlos y Sofía con los duques de Lugo

Los duques de Lugo, con Froilán recién nacido, posan junto a los Reyes Juan Carlos y Sofía en las escaleras del Palacio de Marivent en el verano de 1998.

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Cuando Marichalar ya se encontraba prácticamente recuperado, con algunas secuelas que todavía hoy arrastra, la hija de Don Juan Carlos y Doña Sofía pudo por fin tomar la decisión, que, a pesar de la forma de comunicarla, en su cabeza nunca tuvo marcha atrás.

La gran boda celebrada en Sevilla

Volvieron entonces a recordarse las imágenes de la fastuosa boda celebrada en la Catedral de Sevilla, el 18 de marzo de 1995, el primer enlace real que tenía lugar en España desde el de Alfonso XIII, en 1906.

La Infanta Elena y Jaime de Marichalar

La Infanta Elena y Jaime de Marichalar se casaron en la Catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995.

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También con esta ruptura se dejaba atrás al matrimonio más royal y glamuroso de la Familia Real española. Durante sus años juntos, la pareja paseó por las distintos acontecimientos de la realeza su porte más aristocrático, con la Infanta Elena convertida en la más elegante con sus espectaculares estilismos de los primeros diseñadores, gracias a la mano maestra de su marido.

Han pasado los años, ninguno ha rehecho su vida sentimental y la relación, aunque cada vez menos necesaria porque los hijos ya son mayores e independientes, parece menos tensa que en los primeros momentos tras la ruptura. Eso sí, no se puede decir que la Infanta Elena y Jaime de Marichalar sean el ejemplo de los ex mejor avenidos del mundo.