Cuando se cumplen dos semanas de la muerte de Marta Chávarri, muchas son las interrogantes que planean sobre su legado. Tras el fallecimiento de la socialité, su único hijo, Álvaro Falcó, recibirá el nada desdeñable patrimonio de su madre. Este consta de varias propiedades en Madrid: un ático de 145 metros cuadrados adquirido en 2009 en el barrio de Salamanca, un apartamento en la calle Velázquez y un local comercial en la calle Castelló. A este suculento lote de bienes habría que sumar el valioso conjunto de joyas que Marta acumuló a lo largo de su vida. Y no son pocas. En este artículo hacemos un repaso a las piezas más destacadas de su joyero, en las que no faltan diseños en oro amarillo, plata, perlas o piedras preciosas y semipreciosas.
Muy probablemente, todas ellas joyas pasarán el día de mañana a manos de la única nieta: Philippa. Pero esta tiene apenas un mes de nacida, por lo que mientras crece, la nuera de Marta Chávarri, Isabelle Junot, podría lucir la enorme cantidad de diseños de lujo que Marta Chávarri fue adquiriendo a lo largo de su vida. Amante de la moda y de los complementos, desde su juventud acumuló pendientes, pulseras, collares, relojes y otros abalorios, la mayoría de ellos realizados en oro.
De hecho, es a lo largo de sus años de juventud cuando Marta Chávarri se dejaba ver en todo tipo de saraos portando sencillas, pero valiosas piezas de oro amarillo. Entre los 89 y los 90 era frecuente que se pasease con sus joyas favoritas: argollas grandes, brazaletes rígidos y uno de sus accesorios favoritos: un reloj de oro de Cartier del que no se separaba. Todo ello, sumado a su golpe de melena, sus trajes de chaqueta, sus bolsos de grandes firmas como Bottega Veneta o Louis Vuitton, la convirtieron en un verdadero icono de la clase alta española
Ahora, todos sus accesorios pasarán a ser de su hijo Álvaro, y puede que su mujer, Isabelle Junot, se anime a lucirlos algún día. Al fin y al cabo mantenía una excelente relación con su suegra, que no dudó en llamarla por teléfono antes horas antes de morir para comunicarle que no se sentía bien.