Kiko Rivera vuelve a estar en el ojo del huracán. Su última entrevista confesando que pasa por uno de los momentos más delicados de su vida ha provocado no solo que vuelva a ser protagonista de numerosos titulares, sino que sus reacciones posteriores a la entrevista también han traído cola. Y es que a través de las redes sociales dejaba ver que la relación con su madre, Isabel Pantoja, está en su peor momento. Él mismo lanzaba un reproche a la cantante, en el que aseguraba que todavía estaba esperando a que fuera a verlo.
El dj no pasa por su mejor momento, eso es evidente. Pero no es la primera vez que Kiko Rivera muestra de manera pública sus problemas. La depresión por la que dice que pasa en la actualidad se une a la confesión más sorprendente que hizo en su vida. Fue en la casa de 'Gran Hermano Dúo', cuando se abrió en canal para confesar sus adicciones.Pero dejó todavía más sorprendidos a todos cuando ofreció su entrevista más sincera en SEMANA apenas unos días después de salir de la casa de Guadalix, donde aseguraba que se sentía cómodo, ajeno a todo el revuelo mediático que provocó su confesión. Fue en abril de 2019 cuando Kiko Rivera se reunió con SEMANA para contar el momento que atravesaba. El dj valoró su valentía y coincidió en que el Kiko que se vio en el reality nada tiene que ver con el altivo y arrogante que conocíamos.
"Tenía un demonio dentro", confesaba Kiko Rivera en SEMANA
“Ahora muchos pueden entender a qué se debía ese comportamiento. No era yo. Tenía un demonio dentro”, admitía con naturalidad en SEMANA, demostrando que las drogas ya no eran un tema tabú para este Kiko 2.0, como se bautizaba él mismo tras confesar su adicción a las drogas.Pero ese nuevo Kiko llegó a serlo después de haber pasado por una etapa complicada, que empezó cuando acudió a un internado en Toledo. El hijo de Isabel Pantoja aseguraba en SEMANA que esa fue una época especial, pero que fue ahí donde empezó su coqueteo con las drogas. "Aunque aquella fue una de las mejores etapas de mi vida, también tengo que reconocer que allí empecé a conocer todo lo malo. No consumí drogas hasta los 18 años, pero allí empecé a descubrir ese mundo tan sórdido", confesaba.El hecho de ser quién es hizo que un día recibiera una llamada por parte de "unconocido representante que me ofrecía hacer un bolo en la discoteca Pirámide de Castellón. Acepté para poder saldar la deuda con mi amigo", apuntaba en su entrevista. En ese momento vivía en Madrid, hasta donde se dirigió para empezar una vida nueva, independizado. Acudió a un amigo para que le prestara dinero para el alquiler y para comprar algunos muebles. Aquello fue el principio del fin. La etapa más oscura de la vida Kiko Rivera acababa de empezar.
Ese bolo lo aceptó sin pensárselo, ya que le iban a pagar por acudir a la discoteca y hacerse algunas fotos con los clientes: "Me ofrecían 25.000 euros por aparecer en aquel local y hacerme fotos con los clientes. “¡Qué fácil!”, pensé. No daba crédito. Iba a solucionar mis problemas económicos (recordemos que le debía bastante dinero a un amigo que me lo había prestado para irme a vivir solo a Madrid) de un plumazo", confesaba.