Isabel Presyler para los pies a Mario Vargas Llosa, y le deja claro cuáles son sus "límites".
La ruptura con Isabel Preyslery Mario Vargas Llosa dista mucho de ser amistosa. Las últimas declaraciones que ha hecho el Premio Nobel no han gustado nada a la socialité, quien ha dado un golpe en la mesa para decir 'basta'.
Isabel asegura no estar "ni resentida, ni molesta, ni enfadada" en una entrevista a 'Hola'. Pero sí deja claro que no le han gustado algunas palabras del escritor sobre su familia. "Mario añadió dos párrafos a su famoso cuento en enero. Cuando hablaba de las islas Marquesas se reía de ella (Tamara), una niña que solo ha sido cariñosa y amorosa con él", explica en la citada revista. "Tengo un límite, y ese límite son mis hijos. Hay un límite para todo y lo han traspasado. No voy a permitir que se metan con ninguno de mis hijos".
Isabel Preysler está cansada de los dimes y diretes en los que se ha convertido su extinta relación con Vargas Llosa, quien, por cierto, ya se encuentra en París con sus tres hijos, sus nietos y su exmujer, Patricia Llosa, con los que asistirá a la ceremonia de ingreso en la Academia francesa.
Llama mucho la atención el enorme cambio que han dado las vidas de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, respectivamente. Mientras la filipina ha procurado estar alejada del foco mediático, el Nobel de Literatura, en cambio, no se ha callado nada y ha hablado alto y claro de su expareja. Así, los hemos visto pronunciarse de muy diversas maneras. Una de ellas, tal y como destaca Isabel, tuvo lugar en el relato que escribió el hispanoperuano sobre el desamor. En él hace alusiones, -sutiles, eso sí-, a Tamara Falcó: "La filosofía comparte el departamento académico con teología y cocina. ¡Vaya mezcla! (...) Me muero de risa".
En otro de los párrafos de su cuento podría hablar también de la afición de Isabel y su hija a los cuidados faciales y corporales. "Cuando yo les pregunté por qué se preocupaban tanto por las cremas, los ungüentos, los aceites, los noté incómodos, como si hubiera violado un terreno íntimo. Me confesaron que todo el dinerito que ganan con trabajos eventuales y las pensiones que recibían por el mero hecho de existir, los invertían en comprarse pastillas, lociones, tónicos...", escribe en su relato, conocido ya popularmente como "el cuento de la pichula". Dicen que la venganza se sirve en plato frío. Y esto es, precisamente, lo que ha hecho el Nobel con Isabel. Ahora es ella la que responde de manera tajante, en un clarísimo intento por pararle los pies.