Hace más de dos décadas del anuncio de compromiso de una desconocida Letizia Ortiz con el entonces príncipe de Asturias. Durante este tiempo, la suegra de Felipe VI ha destacado como una mujer que ha mantenido un perfil bajo. A sus 72 años, destacamos algunos de sus grandes pesares y sus principales aciertos.
Tan desconocida como discreta, la madre de doña Letizia siempre ha intentado estar alejada del foco mediático. En 2017, arrancó su jubilación, pero hasta entonces trabajó en el Sindicato de Ayudantes Técnicos Sanitarios de España (Satse). Su labor consistía en preparar viajes de carácter solidario a compañeros de profesión. Los que trabajaron con ella, mano a mano, la calificaban de cercana y atenta. El papel de su hija nunca ha provocado cambios sustanciales en su vida. Ella siempre ha continuado con sus quehaceres, incluso la hemos visto realizar viajes habituales en el metro.
En estas últimas décadas ha blindado su vida al máximo. Ha logrado la difícil tarea de pasar a un segundo plano, aun siendo la madre de la Reina de España. Solo la vemos en actos muy destacados, entre ellos, confirmaciones o comuniones. Además, realiza una excepción acudiendo año tras año a una de sus citas favoritas, los Premios Princesa de Asturias, que se celebran en Oviedo. Una ciudad por la que siente un gran cariño, ya que trabajó allí durante años como enfermera y también fue el escenario de su boda con Jesús Ortiz cuando tenía 21 años.
Los aciertos de Paloma Rocasolano, madre de la reina Letizia
Doña Letizia ha heredado de su madre el instinto de protección hacia los suyos. Durante años ha intentado que sus hijas, la princesa Leonor y la Infanta Sofía de Borbón, disfrutaran de una infancia lo más próxima a la normalidad. Siempre con una sonrisa, Paloma Rocasolano ha velado por los suyos de manera férrea, demostrando una actitud exquisita en cada compromiso. Ninguna palabra altisonante, educada al máximo y evitando entrar en polémicas a pesar de la insistencia de los reporteros.
Entre sus logros no solo figura el difícil reto de mantener un perfil bajo, siendo consuegra de los reyes eméritos, también haberse enamorado a una edad madura y continuar con mesura. Está divorciada de Jesús Ortiz -padre de la Reina Letizia- desde 1998. Este ha sido su único matrimonio. Hace más de dos años, volvía a ser foco del interés mediático por su relación con el empresario británico Marcus Brandler. SEMANA publicó la noticia de que estaba enamorada. Su actual pareja lleva unos cinco años viviendo en nuestro país. Está al frente de una compañía que se dedica a la venta de café, té, cacao y otras especias al por mayor. Una relación que Paloma Rocasolano lleva como todo en su vida, con mucha discreción.
Los pesares que marcan la vida de Paloma Rocasolano
La madre de la reina Letizia sabe el enorme peso que recae sobre sus nietas, más concretamente sobre la Princesa Leonor, quien está llamada a ser Jefa del Estado. La heredera al trono, que comenzó su formación militar el año pasado, está asumiendo cada vez más responsabilidades ligadas a su mayoría de edad. El pasado 31 de octubre, coincidiendo con su 18 cumpleaños, la vimos afrontar su acto más destacado hasta la fecha: la Jura de la Constitución en el Congreso de los Diputados.
Paloma Rocasolano siempre ha presumido de una relación muy estrecha con sus nietas que queda palpable en los distintos actos de los que hemos sido testigos. Los estudios de la infanta Sofía en el prestigioso internado UWC Atlantic de Gales y la formación de la primogénita de los Reyes en la Academia General Militar de Zaragoza hace que no las vea tanto como le gustaría. A lo que hay que añadir que ambas comienzan a tener mayor peso institucional. Todo ello conlleva que no pueda disfrutar tanto como le gustaría de su perfil de abuela. Tiene otras tres nietas: Carla -hija de la recordada Érika Ortiz-, Amanda y Erin -de su hija Telma Ortiz-.
Otro de los pesares que marca la vida de Paloma Rocasolano es la muerte de su hija pequeña, Érika Ortiz. Un trágico suceso ocurrido en una fría y lluviosa mañana del mes de febrero de 2007 en Madrid. Aquello supuso un antes y un después para ella. También fue un punto de inflexión para toda la familia. Ha tenido que aprender a lo largo de los años a vivir con este destino. Además, siempre ha estado muy pendiente de la única hija de Érika, Carla Vigo Ortiz. Nuevamente con su mejor estandarte: la discreción por bandera.