Este viernes por la tarde, todo un pueblo, Castilleja de la Cuesta (Sevilla), quiso dar su último adios a Teresa Vázquez, la madre de Irene Rosales. Por sus calles y rincones se respiraba tristeza. El pueblo decía adiós a una de sus vecinas más queridas.
Resultó complicado no observar una muestra de dolor. La parroquia de Santiago Apóstol, donde se celebró la misa funeral, se llenó de par en par. Y no era por ver al clan Pantoja, sino porque Teresa se lo merecía, se merecía esta última muestra de amor y cariño.
Mientras todo el mundo lloraba en la iglesia de Castilleja, quisimos conocer un poco más el pueblo en el que nació la madre de Irene. “Una mujer guapísima, muy honrada y con muchos valores. Sufrió mucho por la enfermedad de su marido, pero aún así, siempre le regalaba una sonrisa a todo el mundo”, nos contaba el dueño de un bar cercano a la iglesia.
Fue sorprendente como tras celebrarse el funeral, toda su gente marchó tras su féretro el último paseo de Teresa. Como es tradición en los pueblos de Andalucía, llevaron su cuerpo presente por todas las calles, donde se crió y vivió los mejor momentos de su vida. Tras el féretro, la familia, donde se encontraba una Irene totalmente derrumbada pero abrigada en todo momento por Kiko, su padre y su hermana. Y por detrás, el pueblo... La gente caminaba de la mano, en silencio, pero con una mirada de orgullo, de saber que Teresa se había ganado el corazón de todos sus vecinos.
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Como nos constató el conductor del taxi en el que volvíamos (vecino del pueblo), la noticia de su fallecimiento había pillado a todo el mundo por sorpresa. “Por último estaba muy delgadita, pero aparentaba estar bien. No le interesaba la tele ni la fama de su hija, sólo quería que sus hijos fueran felices”, explicaba el taxista.
Queda claro que el pasado jueves el pueblo de Castilleja no sólo perdió a una vecina, sino también a una gran amiga. A partir de ahora descansará en paz y vivirá no sólo en el corazón de su familia, sino también en el de toda su gente.