Eran los primeros años de los 90 y las tranquilas vidas de la aristocracia (al menos de puertas para afuera) explotaron como una bomba de racimo con uno de los más grandes escándalos que se recuerdan en nuestro país. Ahora se cumplen 30 años del juicio a Rafael Medina y Fernández de Córdoba, anterior duque de Feria, por el que fue condenado a 18 años de cárcel por corrupción de menores, narcotráfico y secuestro. Aunque en 1998 el Tribunal Supremo rebajó la pena a nueve años y pudo salir de prisión tras cumplir cinco de ellos. Si Sevilla vive ahora un shock judicial con el caso María del Monte, aquello fue un auténtico tsunami que arrasó con todo.
Él era hijo de la duquesa de Medinaceli, la familia de más abolengo nobiliario de nuestro país junto con los Alba, pero también el exmarido de Naty Abascal, modelo internacional y árbitro de la elegancia mundial, y madre de sus dos hijos: Rafael y Luis. Ingredientes más que suficientes para convertir el suceso en uno de los más mediáticos, morbosos y traumáticos de la España de los 90.
La vida del aristócrata cambio para siempre, pero también la de su ya en aquel momento exmujer, que vio cómo pasó de ser protagonista de las crónicas de sociedad más glamurosas a las de sucesos de manera colateral.
El tema salía en todas las conversaciones, toda España estaba pendiente del caso y, también, todos los ojos se volvían hacia ella. Aunque Naty y el duque se habían separado en 1988 y ella estaba saliendo con el presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza, el golpe fue muy duro, especialmente por sus dos hijos, que entonces tenían 15 y 13 años. La estilista hizo todo lo posible para minimizar los daños hacia ellos y tomó la drástica decisión de enviarlos a estudiar a Estados Unidos, donde el diseñador Oscar de la Renta, íntimo de Naty desde su etapa de maniquí en Nueva York, los acogió en su casa.
El gran escándalo del duque de Feria, exmarido de Naty Abascal
Todo había comenzado un año antes, en marzo de 1993, cuando Rafael Medina fue detenido por el presunto rapto de una niña de cinco años. Una mujer cogió a la pequeña que jugaba junto a su hermana en un parque enfrente de su casa a las afueras de Sevilla y la metió en un taxi. Inmediatamente la madre de la criatura denunció su desaparición a la policía, que la encontró horas más tarde en la casa del duque de Feria. Él fue detenido junto a otras tres personas implicadas (una de ellas una tía de la menor), todas adictas a las drogas.
Al ser interrogado por la policía proclamó su inocencia, pero la jueza ordenó su inmediata prisión incondicional sin fianza. Según el testimonio de la niña, una vez en el apartamento el duque “la había desnudado, bañado y sacado fotografías con una cámara instantánea”. En la casa, además, se encontró material pornográfico y varias dosis de droga. La investigación también descubrió que ella no había sido la primera menor que había pasado por el domicilio, pero ninguna había sido abusada sexualmente. Por ello le acusaron de un nuevo delito de corrupción de menores.
El propio Rafael Medina declaró en el posterior juicio que recurría a la “cocaína mezclada con ingentes cantidades de alcohol” para paliar la soledad que sentía tras su separación matrimonial y la muerte de su padre.
Los psiquiatras que lo trataron en la cárcel y declararon en el juicio afirmaron que era “narcisista, manipulador de los demás, inmaduro, amante de lo prohibido, incapaz de mantener una relación con una mujer adulta y explotador de la gente”.
El duque de Feria: prostitutas y adicto a la cocaína
Este terrible episodio, que terminó con la condena y su estancia en prisión hasta 1998, no fue el primero. Desde la separación de Naty había entrado en un espiral de autodestrucción frecuentando los ambientes más sórdidos de Sevilla, consumiendo cocaína y siendo cliente habitual de los locales de alterne de la ciudad. Ya en 1990 varias prostitutas le acusaron de pagar los servicios con droga, pero se archivó la causa.
Con una personalidad inestable, atormentado y adicto, tuvo sus primeras depresiones, por las que tuvo que ser ingresado en la Clínica de Navarra, incluso antes de su boda con Naty, en 1977. A pesar de que entonces el segundo hijo de la duquesa de Medinaceli, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, conocida familiarmente como Mimi, y de Rafael Medina y Vilallonga, con uno de los títulos nobiliarios más destacados de nuestro país, podía ser considerado uno de los grandes 'solteros de oro', nunca fue del todo feliz y siempre tuvo un halo de melancolía y tristeza provocadas por una infancia en la que pensaba que su madre no le quería.
La boda con Naty Abascal
Rafael Medina no buscó el amor en el mundo de la rancia aristocracia y el 14 de julio de 1977 se casó en la ermita de El Rocío de Almonte (Huelva) con Naty Abascal. Ella, ya había estado casada previamente, y había triunfado en Nueva York como maniquí, posando para Richard Avedon y hasta participando en la película 'Bananas' de Woody Allen. Tuvieron dos hijos: Rafael y Luis, y terminaron separándose en 1988.
Años más tarde el propio duque de Feria confesaría que nunca estuvo enamorado de Naty y que se casó con ella para desafiar a su familia que no la consideraba la adecuada. La estilista pertenecía a una reconocida familia sevillana, pero parecía que no suficiente para los estándares de la gran aristocracia de la época.
Si antes ya tenía problemas, tras la separación el duque de Feria cayó en picado y su paso por prisión agudizó todavía más sus problemas mentales y sus adicciones.
En mayo de 1998 logró salir de la cárcel en libertad condicional, pero ya no volvió a levantar cabeza.
Poco después protagonizó un intento de suicidio cortándose las venas. No tuvo éxito gracias a que su hijo Luis lo encontró a tiempo, trasladándolo inmediatamente a la Clínica Santa Isabel de Sevilla. Después de volver de Estados Unidos, Rafael y Luis, ya en su juventud, mantuvieron relación con su padre y estuvieron a su lado en los momentos más complicados.
El final del duque de Feria fue tan trágico como su vida
Abatido y solo, la tortuosa vida del XIX duque de Feria también terminó tan trágicamente como había vivido. El portero del palacio sevillano Casa Pilatos en el que vivía (y donde también residía su madre), lo encontró muerto tumbado en la cama, el 10 agosto de 2001, a los 58 años, cuando le llevaba la prensa a su habitación. La causa fue un fallo respiratorio agudo provocado por la ingesta de una sobredosis de barbitúricos.
Con la vida del duque de Feria, perteneciente a una de las casas nobiliarias con más peso histórico de España, se unió durante esos años la crónica social más glamurosa con la de la España más negra. La periodista María Eugenia Yagüe en su libro 'Los Medinaceli, nobleza y escándalo' rescata la correspondencia que mantuvo con Rafael Medina durante su estancia en la cárcel, donde le habla de su mal momento psicológico y de su 'depresión carcelaria' que nunca superaría.